no corren buenos tiempos para el campo. En las más de dos décadas que llevamos de siglo XXI en contadísimas ocasiones se había alertado ya a principios de año de que la Península Ibérica podría vivir en los sucesivos meses una fuerte sequía. Tras un enero y febrero de escasísimas precipitaciones, agricultores y ganaderos temen que sea un año «desastroso» si la situación «no da un giro de 180 grados». Llueve, además, sobre mojado, ya que esta sequía se suma a problemas que arrastra el sector desde el pasado verano, como la subida desproporcionada de los costes de producción. «De seguir así será un desastre y, además, en el peor año, cuando los gastos están siendo los más elevados de la historia en lo que llevo de agricultor. Si gastamos mucho y vamos a coger poco, serán muchas las explotaciones que tengan dificultades económicas», alerta al respecto Donaciano Dujo, presidente de Asaja de Castilla y León. Detalla que la falta de agua, unida al frío -fundamentalmente, las heladas caídas en enero- han provocado que el secano esté más retrasado de lo que debería para esta época del año. Sin embargo, mientras en las zonas cerealistas aún se estaría «a tiempo de revertir la situación si llueve pronto», no ocurre lo mismo con los forrajes -Castilla y León siembra alrededor de unas 100.000 hectáreas de alfalfa-, que durante este tiempo no han encontrado la humedad suficiente para desarrollarse, por lo que no duda en que «habrá perdidas» en estos cultivos. Y en similar situación se encuentra el regadío, donde cultivos como la patata, la remolacha, el maíz y todo lo que tiene que ver con la huerta está ya «amenazado» incluso antes de que comience la campaña de riego -tradicionalmente el 1 de abril, aunque este año dado su excepcionalidad se podría adelantar-. «Hay embalses que están en torno a un 30 ó 40 por ciento, así que será impensable que toda la superficie que se tenía pensado regar se riegue», argumenta Jesús Manuel Palacín, de UCCL, que añade también a las leguminosas dentro de los cultivos que ya están sufriendo los estragos provocados por la ausencia de precipitaciones, «sobre todo las sembradas en las zonas más arenosas, que son las que están demandando ahora mismo agua». La Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), cuyos embalses acumulan menos del 50 por ciento de su capacidad (3.743 hectómetros cúbicos), ha advertido que al final de este mes «entre un 65 y 70 por ciento» de la superficie de los sistemas de la cuenca podría entrar en situación de sequía prolongada. ¿Qué significa? «Es un índice que atiende a diversos parámetros», detalla a ABC Ángel González, jefe de la Oficina de Planificación de Sequía de la CHD. Básicamente, se activa esta alerta cuando se observa «que lo que ha llovido, lo que está circulando por los ríos de ese sistema en los últimos seis meses y el estado de los embalses es mucho peor que la serie histórica. Actualmente se encuentran así ya los sistemas Tera, Órbigo, Pisuerga, Águeda, y Támega-Manzanas (este último en la provincia de Orense). Pero además, muy cercanos a ese valor están el del Tormes, Riaza-Duratón, Arlanza y Carrión. Sí o sí habrá pérdidas
José Luis Marcos es agricultor y también el vicepresidente de la comunidad de regantes del Bajo Carrión. Ve el panorama muy negro. Recuerda que «dentro de un mes comienza la campaña de riego» y «a día de hoy, no podemos asegurarla». ¿Prevén ya que haya pérdidas?, cuestionamos. «Sí, sí», asegura sin dudarlo, y aunque aún están pendientes de la Junta de Explotación, vaticina que desde la Confederación les reducirán los metros cúbicos de agua por hectárea «a 1.000 ó 1.500, a lo sumo» -frente a los 5.000 ó 6.000 de un año normal-: «Nos dirán que demos prioridad a los cultivos y parcelas que queramos, pero algunos como el maíz, la remolacha o la patata, que necesitan agua desde el 1 de abril al 30 de septiembre, a día de hoy están condenados. No se podrán sembrar». Desde que comenzó el año hidrológico, allá por el mes de octubre, se han anotado en torno a 70-80 litros por metro cuadrado de media en la Comunidad, cuatro veces menos que los registros normales en estos meses, que suelen rondar los 250-300 litros. ¿Y cuánta agua tendría que caer para revertir esta situación? «Por lo menos, en marzo entre 100 y 120 litros, y en abril, entre 100 ó 150», considera Jesús Manuel Palacín, quien augura que si no llueve en 15 días «las pérdidas van a ser generalizadas en todos los sitios». «Ahora probablemente sufran más las zonas de la mitad sur, pero conforme transcurran los días pasará también factura al norte. José Luis Marcos añade: «más que llover, que también, es necesario que nieve en el norte. La verdad es que tendríamos que estar hablando de un giro de 180 grados para que fuese una campaña un poco normal». Preguntado por un precedente similar recuerda que «2017 fue el peor año. De hecho, fue el que menos se regó en la cuenca del Carrión. Empezó el 17 de abril y terminó el 15 de julio. Dándose muy poca agua». Eso sí, añade, la situación entonces del sector no era la de ahora, «con gastos que se han triplicado respecto al año anterior». Las alzas registradas en el último año a todos los niveles -desde un 75 por ciento en el gasoleo hasta un 300 por ciento en ciertos abonos y un 350 en la electricidad- se verán agravadas por la «inestabilidad» generada con la guerra desatada entre Ucrania y Rusia, que tendrá sus consecuencias a bote pronto en la importación del cereal. «El conflicto, sin lugar a dudas, va acabar afectando a la economía y la balanza agraria española», precisó el viernes el consejero de Agricultura y Ganadería, Jesús Julio Carnero, para quien «las reivindicaciones de nuestros agricultores y ganaderos, a parte de legítimas, están llenas de sentido. Entiendo que salgan a movilizarse por todo este conjunto de inestabilidades a las que hay que dar solución», respondía al ser preguntado por las tractoradas de las semanas precedentes -la última, este mismo viernes en Valladolid-. Una situación a la que una sequía prolongada pondría la puntilla. Por ello, este mismo responsable incidía en que si la situación se mantuviera la Junta implementaría una batería de medidas similares a los años 2017 y 2019, entre los que mencionó «distintos puntos de agua», así como «la bonificación de los intereses de los préstamos». Y es que las nefastas consecuencias de la falta de agua no se limitan a la agricultura. También hacen mella en una de por sí ‘tocada’ ganadería, fundamentalmente en la extensiva. «No hay pasto porque la helada lo ha quemado y sin agua para que la hierba nueva crezca, los costes que están teniendo están muy por encima de la rentabilidad. Hay mucha preocupación», denuncia Donaciano Dujo. Ángel José Calderero es ganadero de bovino en la provincia de Salamanca. Tiene «unas 300 cabezas» más los terneros. Explica que aunque en invierno hay que ayudar normalmente a su alimentación porque «no hay suficiente pasto», la situación «en años normales» cambia a partir de febrero cuando empieza a brotar la hierba, lo que no ha sucedido hasta ahora: «El campo está prácticamente quemado con el hielo, el calor y la falta de lluvia». A ello se suma que «las charcas y abrevaderos se están secando». Una situación atípica que repercute directamente en su bolsillo, ya que sólo en cuestión de alimentación le va a suponer un sobrecoste de «al menos entre 200 y 300 euros diarios». Prevé, ademas, que «los problemas de sequía sean cada vez más frecuentes» y no sólo cuestión de un año. Por ello, demanda a las autoridades un análisis en profundidad: «Necesitamos más pantanos, más sondeos, mejores sistemas», concluye.
Fuente ABC