Por Alexander Hill
La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha conmocionado al mundo, pero en muchos sentidos Vladimir Putin ha estado preparando esta operación durante algún tiempo.
Para Putin y para algunos rusos, los villanos de la crisis no son solo los nacionalistas ucranianos, sino también los gobiernos occidentales. Consideran que Occidente tiene un conjunto de normas para sí mismo, y otro para países como Rusia.
Comprender este aspecto de la perspectiva de Putin sobre el mundo es crucial para entender por qué ha estado tan poco dispuesto a retroceder ante lo que considera intransigencia e hipocresía occidental.
Crisis de los misiles en Cuba
Las percepciones rusas sobre hipocresía occidental tienen una larga historia que se remonta a la época de la Unión Soviética y la Guerra Fría. Un acontecimiento particularmente crucial fue la Crisis de los misiles en Cuba en 1962. Durante esa crisis, Estados Unidos cuestionó si era razonable que la Unión Soviética colocara armas nucleares en Cuba, mientras que al mismo tiempo colocaba sus propias armas cerca de la Unión Soviética en Turquía.
En aquel momento, Estados Unidos invocó la Doctrina Monroe, expuesta por primera vez en 1823, que implica la afirmación del dominio estadounidense en el hemisferio occidental. Los políticos estadounidenses decían que les daba vía libre para evitar la influencia extranjera en las Américas.
Aunque al líder cubano Fidel Castro le hubiera gustado, a Cuba nunca se le permitió unirse al Pacto de Varsovia, el equivalente soviético de la OTAN. La Unión Soviética era consciente de que habría sido extremadamente provocador permitir que Cuba lo hiciera.
La Doctrina Monroe ha persistido mucho después de la Crisis de los Misiles en Cuba, y se reflejó en las invasiones estadounidenses de Granada y Panamá en 1983 y 1989 respectivamente. Estados Unidos nunca ha renunciado formalmente a la Doctrina Monroe, y sigue formando parte de la caja de herramientas políticas estadounidenses cuando es necesario.
La Unión Soviética intentó introducir algo similar en lo que se conoció como la Doctrina Brezhnev, en honor al que fuera su presidente durante mucho tiempo, Leonid Brezhnev. En ella se pedía a la Unión Soviética que interviniera en los países en los que el régimen socialista estuviera amenazado, aunque fuera por la fuerza.
En Occidente se consideraba que carecía de la misma legitimidad que la Doctrina Monroe porque la causa estadounidense se consideraba justa y la soviética, injusta. Putin está poniendo ahora en práctica su propia Doctrina Monroe –o Brezhnev–.
Agresión occidental
Para muchos en la Rusia postsoviética, Occidente sigue, hasta ahora, burlándose históricamente y de forma rutinaria del derecho internacional, invadiendo otros estados, a menudo por capricho. El mejor ejemplo de ello es la invasión de Irak en 2003. Las “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein nunca se materializaron, y a menudo se consideran un pretexto fabricado para la intervención occidental.
La intervención de la OTAN en Yugoslavia en la década de 1990 es otro de los ejemplos favoritos de los rusos sobre la voluntad de Occidente de saltarse las fronteras internacionales cuando es conveniente. Occidente supervisó la fragmentación de Yugoslavia, donde apoyó la separación de Kosovo de la Serbia apoyada por Rusia.
Para Putin, la protección de los rusoparlantes en Ucrania es una razón tan justificable para la intervención como las ofrecidas por Occidente en Irak y Yugoslavia.
A ojos de los rusos, Occidente ha sido hasta ahora el agresor, aprovechando la debilidad rusa desde el colapso de la Unión Soviética para apoyar a los gobiernos nacionalistas en el antiguo espacio soviético. Estos países han tenido a menudo grandes minorías rusas dentro de sus fronteras.
Ciertamente, la expansión de la OTAN en la antigua Unión Soviética ha sido, desde la perspectiva del gobierno ruso, una traición a los compromisos occidentales hechos al final de la Guerra Fría de limitar dicha expansión a una Alemania unida. También se ha visto como parte de una creciente amenaza para la seguridad de Rusia, justo en su patio trasero.
Armar a Ucrania
Sin duda, el armamento de Occidente a Ucrania ha sido visto por el gobierno ruso como un medio para que los ucranianos aplasten finalmente a las fuerzas separatistas prorrusas en el este sin tener que concederles el tipo de autonomía que se sugirió en los ya desaparecidos Protocolos de Minsk de 2014-15. Estos acuerdos fueron diseñados para poner fin a una guerra separatista de rusoparlantes en el este de Ucrania.
Para Putin, la única solución ante la falta de avances en los Protocolos de Minsk y la falta de voluntad occidental de tomar en serio las demandas rusas ha sido reconocer a las repúblicas separatistas y pasar de la acción militar encubierta a la abierta.
El enfoque occidental de la diplomacia con Rusia y otras potencias que no son “de los nuestros” ha contribuido a llevar la crisis a su punto actual y trágico.
Cuando un padre educa a un hijo, la disciplina suele ser más efectiva si no es un caso de “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”. La crisis de Vladimir Putin costará sin duda miles de vidas.