Por Eduardo Van Der Kooy
Su ascenso estelar de Sergio Massa debilita al máximo la figura de Alberto Fernández. La obsesión del nuevo ministro por el 2023 y el papel que juega Máximo Kirchner.
Comenzó con la renuncia de Sergio Massa a la jefatura de la Cámara de Diputados la construcción de un nuevo sistema de poder en el Gobierno del Frente de Todos. Las últimas piezas serán colocadas a partir que el ex intendente de Tigre y líder del Frente Renovador quede a cargo del súper ministerio de Economía. Y anuncie medidas para intentar enfrentar la crisis estructural de la Argentina.
Habrá que aceptar, una vez más, que el peronismo, en todas sus variantes, posee una inigualable imaginación cuando se trata de alquimias políticas para conservar el poder. Nunca, como en las últimas semanas, estuvo tan cerca de perderlo antes de tiempo por la licuación que sufrió la figura del presidente Alberto Fernández.
¿Cómo aspira a conservarlo? Evitó cualquier desplazamiento traumático. Lo hubiera sido, por ejemplo, la renuncia de Alberto. ¿Cristina Fernández a cargo, justo cuando el fiscal Diego Luciani ventila en un juicio público por la causa Vialidad la presunta sociedad de corrupción que Néstor Kirchner montó desde el 2003 con la actual vicepresidenta? Imposible.
Se optó por un atajo, dentro de la línea sucesoria. Implicó el ascenso estelar de Massa. Su misión tiene, a corto plazo, un objetivo: realimentar el sistema de poder oficial. Luego abordar los asuntos económicos con un equipo que, dada las circunstancias políticas objetivas, no le resultó sencillo conformar.
En el empinamiento público de Massa ningún detalle fue dejado al azar. Excedió lo que en un marco de normalidad hubiera significado el arribo de un simple nuevo ministro de Economía. Primero, la fotografía del lunes junto a Cristina en el Senado. Señal que el mundo político-económico aguardaba.
Habrá que ver, sin embargo, cómo la vicepresidenta administra de ahora en adelante sus silencios. Esos que no existieron mientras estuvo Martín Guzmán en Economía. Se convirtieron, en cambio, en el ácido que horadó en apenas 24 días la confianza en Silvina Batakis.
La ilusión que ahora es obsesión
Luego ocurrió la ceremonia en el Congreso. Allí Massa cedió la jefatura de la Cámara Baja a una pupila de su partido, Cecilia Moreau. Coincidencia familiar: su padre, Leopoldo, antes alfonsinista y ahora ultra K, fue quien también quedó a cargo en 1989 cuando Juan Carlos Pugliese, con la hiperinflación desatada, dejó ese sillón para correrse por pocos días hasta Economía.
En el recinto, el nuevo ministro tuvo barra propia. “Sergio, Sergio”, bajó con cadencia musical desde los palcos. En uno de ellos estuvo Malena Galmarini, su mujer. Titular de la empresa estatal Aysa. Lloró abrazada a su hijo. Como si estuviera viviendo el inicio de alguna etapa política fundacional. Para su marido y su familia. La ilusión presidencial para 2023 tendría formato de obsesión.
Máximo Kirchner en el Congreso este martes en la sesión en la que se le aceptó la renuncia a Massa y Cecilia Moreau fue elegida presidenta de la Cámara. Foto Juan Manuel Foglia
En el mismo recinto afloraron otras señales de enorme intensidad política. Descriptivas de la metamorfosis que ha sufrido el aparato del poder. Volvió el diputado Máximo Kirchner, en situación clandestina desde el portazo de Guzmán. Asistieron solo dos ministros del gabinete de Alberto. El de Interior, Eduardo de Pedro, soldado de Cristina. Alexis Guerrera, encargado de Transporte, que milita en el Frente Renovador. Las ausencias de dirigentes albertistas (si algo de eso existe o existió) completaron la comprensión del tablero político.
Esa composición habilita una interpretación que no resulta ni arriesgada ni antojadiza. La reconfiguración de poder a la cual se asiste parece haber recorrido un sendero poco estridente. Sin la alteración de normas institucionales imperantes. Aunque encubra, de hecho, la efectivización virtual de un golpe blando. Massa se empodera, guste o no, en detrimento de la figura presidencial.
Habría que reparar, a propósito, en el diputado Máximo Kirchner. Compinche del nuevo super ministro. Su renuncia a la jefatura del bloque de diputados oficiales, luego del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), fue vivido por Alberto como el primer “golpe letal” a su Gobierno. La calificación es textual. De remate, votó en contra de aquel acuerdo mientras Massa buscaba en Juntos por el Cambios los votos que hacían falta para evitar el naufragio.
El regreso del diputado en este contexto, entonces, merece una ponderación especial. Habrá que observar el papel que juega en el bloque para apuntalar a Massa. No tiene la jefatura, probablemente no vuelva a tenerla por los resentimientos que incubó. Siempre lo ayuda la portación de apellido. Con ese anabólico desenvolvió una carrera pública hasta no hace mucho impensada.
En ese escenario, el corrimiento del Presidente del centro de gravedad político asoma irreversible. La primera verificación parece elocuente. Mientras Massa acapara la escena, Alberto estuvo en Catamarca. Cuando sean desgranadas las primeras medidas económicas, el mandatario iniciará un viaje a Colombia para la asunción del nuevo mandamás electo, Gustavo Petro.
Quizás Massa esté atravesando sus últimas horas de la supuesta luna de miel que generó por un racimo de días su designación. Quedó claro –lo dijo el lenguaje corporal de la foto del Senado—que la mayor dependencia del super ministro está atada a la vicepresidenta. El bloqueo de la AFIP indicó lo mismo.
Tal vez esa señal incidió en el cambio de ánimo de los mercados que en las últimas horas volvieron a moverse. Dólar hacia arriba, igual que el riesgo país. Pérdida de reservas del Banco Central que en los dos primeros días de esta semana debió vender U$S 300 millones.
¿Alcanzará para sofocar esta situación con la figura de Massa?. ¿Ayudará un equipo en el cual no pudo conchabar a figuras rutilantes? ¿Sirve el viaje que tiene previsto iniciar con escalas en el FMI, Washington y Qatar? ¿O el retorno kirchnerista activo a su lado es inconveniente? Tal vez el rumbo de las medidas ayuden, o no, a despejar tantas incógnitas.
La corrupción kirchnerista
Existe otro aspecto, aparte de la economía, que tampoco se puede soslayar. Es el juicio por corrupción que está enfrentando Cristina. Con revelaciones impresionantes. Hace tiempo que no se observa un alineamiento en el kirchnerismo y sus aliados como el actual para condenar el trabajo del fiscal y la Justicia.
El argumento es el de siempre: se trata sólo de una maniobra del macrismo. Apuntaría a proscribir a la vice. La denuncia data del 2008. La causa fue sustanciada por Julián Ercolini, designado juez federal por Néstor Kirchner a sugerencia de Alberto.
Antes de coronarse superministro Massa estuvo forzado a enviar a la vicepresidenta un correo de fidelidad: su diputado Daniel Arroyo, ex ministro de Desarrollo Social, emitió un tuit descalificando el juicio bajo un lema militante. “Todos con Cristina”.
Fuente Clarin