En las capitales del continente, la idea de radiadores fríos o de fábricas detenidas horroriza a los gobiernos, que saben que Vladímir Putin usará estratégicamente el arma energética. La caída en las entregas ha disparado los precios del gas, y en consonancia, los de la electricidad, ya que numerosas centrales térmicas funcionan con gas; el petróleo también ha aumentado antes de volver a caer.
Crisis en puerta
La guerra ha desatado la “primera verdadera crisis energética mundial de la historia”, considera Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (OIEA). Y Europa se sitúa en “el epicentro de la tormenta”.
El gas es tan importante -sobre todo, para países muy dependientes como Alemania, a causa de su industria pesada- que ha quedado fuera de las sanciones europeas a Rusia, que sí incluyen el carbón (embargo total) y el petróleo (embargo progresivo).
Los flujos ya considerablemente disminuidos en el importantísimo gasoducto Nord Stream 1 entre Rusia y Alemania “fluctuarán entre el cero y el 20 % de la capacidad en los próximos meses, lo que provocará una recesión en Europa en el invierno (boreal) de 2022/23”, predice Matt Oxenford, de la Unidad de Inteligencia de The Economist.
Si hay escasez, las autoridades cortarán el suministro prioritariamente a las empresas: tanto en Francia como en Alemania, los gobiernos están decidiendo a cuáles sacrificarán primero.
Fuente Ambito