El presidente de Brasil consagró una elección ampliamente superior a la pronosticada por las encuestas y logró meterse en segunda vuelta, donde enfrentará al máximo candidato, Lula da Silva.
El resultado de las elecciones en Brasil, las más polarizadas en la historia del país, sorprendió a muchos: Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro irán a la segunda vuelta electoral, a pesar de que prácticamente la totalidad de las encuestas daban una amplia ventaja para el líder del Partido de los Trabajadores (PT). Pero, ¿qué pasó? ¿El actual mandatario tiene chances de ser reelecto el próximo 30 de octubre? ¿Qué debería pasar para que eso suceda?
Con el 99% de las mesas escrutadas, Lula -quien muchas consultoras le daban una victoria en primera vuelta- cosechó el 48%, en tanto que Bolsonaro obtuvo un 43%. De esta forma, el mandatario conservador renueva sus esperanzas de quedarse en el Palacio de Planalto por cuatro años más.
Especial mención merece, en este contexto, los pésimos trabajos de las encuestas de opinión que si bien -hay que decirlo- muchísimos brasileños ya no creen en ellas, en países como Argentina eran replicadas. Solo por citar dos ejemplos, la “reconocida” Datafolha y su rival IPEC, proyectaron que el expresidente izquierdista ganaría en primera vuelta.
Sus desacertados pronósticos los mantuvieron incluso hasta horas antes de los comicios. Cabe resaltar que estas mismas empresas son las que también se equivocaron en las elecciones presidenciales de 2018 (queda por verse si de cara a la segunda vuelta, los portales de noticias seguirán dándole espacio a sus desacreditados sondeos).
En una columna anterior en este medio, se destacaba que -muy lejos de lo que indicaban las encuestas- el apoyo popular a Bolsonaro en las calles era abrumador. Y eso se vio reflejado en los comicios.
A excepción del nordeste pobre del país -resaltando el populoso estado de Bahía- y un poco más abajo Mina Gerais, Bolsonaro ganó en todas las demás regiones. Además, las elecciones reflejaron un aluvión de votos para los gobernadores y congresistas “bolsonaristas”. Los casos más notorios son São Paulo (donde viven más de 46 millones de personas), donde se impuso el candidato Tarsicio de Freitas (Republicanos), y las reelecciones de los gobernadores de Río de Janeiro (Claudio Castro, 58%) y del Distrito Federal de Brasilia (Ibaneis Rocha, 50%).
Esto quiere decir que, sea quien sea el que gane en el balotaje, deberá gobernar el país acompañado de un Congreso y gobernadores mucho más conservadores que el mapa político actual. Este escenario claramente favorece al actual presidente de Brasil que, desde que asumió el 1 de enero de 2019, logró revivir el patriotismo y la defensa de los valores tradicionales en su país.
Ahora bien, lo cierto es que Lula le sacó 5 puntos de ventaja a Bolsonaro, entonces, ¿en qué se debería enfocar el excapitán del ejército para lograr la reelección?
En primer lugar, y lo que resulta obvio, es ir a “buscar” los votos de la gente que no lo votó. Por un lado, podría buscar seducir a los votantes de los candidatos Simone Tebet (4%) y Ciro Gomes (3%). Si bien es cierto que, por sus perfiles, difícilmente estos dirigentes le den su apoyo, sí podrían hacerlo aquellos ciudadanos que los votaron. Además, se encuentran los votantes de los otros siete contendientes, los votos blancos, nulos y los que no concurrieron a los colegios electorales.
En este sentido, en sus primeras declaraciones a la prensa luego de los comicios, el mandatario de 67 años abrió la posibilidad de establecer diálogos con el gobernador reelecto de Mina Gerais y se cree que buscará realizar acuerdos con muchos de los diputados provinciales que fueron en listas locales o independientes.
“Existe la posibilidad de hablar con (el gobernador reelecto de Mina Gerais, Romeu) Zema . Río es de nuestro partido (Claudio Castro). El PL hizo una bancada de 100 y unos cuantos diputados, nosotros hicimos senadores, todo este personal será invitado a hablar con nosotros”, indicó.
En cuanto a su estrategia para buscar nuevos apoyos, la idea de Bolsonaro es clara: exponer el “fantasma” de que el socialismo puede volver al poder, con todo lo que ello implica: “El cambio puede ser para peor, fíjense en Argentina, Colombia, Venezuela (…) Chile y Nicaragua (…) Todos los países que migraron hacia la izquierda les fue peor”.
Y aquí aparece lo que probablemente sea otra de sus apuestas electorales de cara a lo que viene: las mejoras económicas durante su gestión, caracterizada por la liberación de las fuerzas productivas y la desregulación estatal; o sea, mostrar el repunte de la actividad, la deflación -en un mundo golpeado por la subida generalizada de precios- y la fuerte caída de la tasa de desempleo -la más baja de los últimos siete años-.
En su discurso postelectoral, Bolsonaro también resaltó que puntualmente le preocupa “la libertad del pueblo” (recordemos que Lula dijo que, de llegar al poder, impulsaría una regulación de las redes sociales y los medios de comunicación). Si Lula gana, según el mandatario, “los brasileños no ganarán nada y, por el contrario, tendrán mucho que perder (…) Si gana, resignarán la libertad religiosa y el respeto por la familia y los valores tradicionales”.
Por el contrario, bajo el lema “Dios, Patria y Familia”, Bolsonaro busca que el pueblo se reencuentre “con la fe, el amor a la patria y la familia tradicional como base de la sociedad”. Con este discurso, mantiene un sólido apoyo entre los evangélicos, los agronegocios y una buena base popular. Pero además, ha sumado a sectores que bajo ninguna razón quieren “que vuelva la megacorrupción” de la mano del PT (Lula fue sentenciado a 12 años de prisión y luego obtuvo una anulación de sus condenas que le permitieron presentarse como candidato).
Sin embargo, hay una parte de la población de este segmento social que, a diferencia de la presidencia de Lula, ve con “buenos ojos” la gestión de Bolsonaro, pero tampoco lo votó por sus “formas”. Todo indica que allí apuntará sus “dardos” el mandatario en las próximas cuatro semanas.
Para sumar un último “condimento” que permita proyectar un eventual revés en los resultados de la segunda vuelta, en el ballotage del 2018 -cuando finalmente ganó Bolsonaro- votó menos gente que en la primera vuelta, lo cual -de repetirse ese escenario- deja aún más abierta la incógnita de lo que podría pasar en esta ocasión.
Lo cierto es que el triunfo del domingo de Lula lo ha dejado con un sabor amargo, porque es consciente de que, para su rival, este resultado representa una victoria moral y esperanzadora. De hecho, el líder conservador ha caracterizado esta elección como una auténtica batalla entre “el bien y el mal”. Por ende, jugará todas sus cartas hasta el último minuto. ¿Bolsonaro podrá lograr la hazaña? El 30 de octubre lo sabremos.
Fuente MDZ