Por Dr. Jorge Corrado* -Especial Total News-TNA-
“No juegues con la seguridad. Es la cosa más peligrosa en el mundo ”Hugh Walpole
En estas últimas semanas se han producido hechos dramáticos en el campo de la seguridad estratégica y de la seguridad pública, tanto en el ámbito nacional cuanto en el internacional.
La escalada de la inseguridad interna es incontenible y el Estado juega su rol cada vez más alejado de la realidad circunstancial, refugiándose en forma suicida en concepciones ideológicas cuyas consecuencias agravan el baño de sangre, dolor y angustia en que vive la población. Una vez más nos apercibimos de cuan lejos está nuestra “corporación dirigencial” para asumir la realidad mundial y regional, en la que Argentina está inmersa.
El conflicto contemporáneo no es comprendido por nuestra actual dirigencia, ocupada en asuntos crematísticos, ideológicos o electorales. La seguridad, como “bien público”, es hoy un bien mostrenco. No solo está ausente la idoneidad estratégica, también lo está la “voluntad política” para enfrentar la realidad. Ello aumenta progresivamente la desconfianza del “soberano” y la falta de representatividad de los funcionarios.
Ninguno de ellos puede explicar razonablemente el “porqué” de la sangre que corre en nuestras calles, el dolor de ver a diario a nuestros hermanos muertos a mansalva y sin piedad. Han muerto decenas de agentes policiales en lo que va del año, cifra record y que denota un estadio de guerra civil. Y miles de civiles en ocasión de robo o secuestro. Pero, ¿quién puede calcular con exactitud la cifra de muertos civiles, en ocasión de robo u otros delitos violentos?. La cifra real de secuestros, tomas de rehenes, zonas liberadas al narcotráfico, asaltos a mano armada, robo de ganado en el interior del país, piratas del asfalto, tráfico de personas y un sinnúmero de hechos delictivos, sólo demuestran a las claras un hecho central: la carencia de Estado y por ende de las Instituciones Necesarias.
Desde hace mas de 20 años nuestro Instituto ha expuesto, en cuanto ámbito académico le ha tocado participar, el riesgo que corría Latinoamérica ante el avance de la amenaza del Crimen Organizado Transnacional. Ha alertado sobre su modo de acción y sus consecuencias para el desarrollo de la Región. Su amenaza vehemente a todas las estructuras de los Estados, para feudalizarlos, como objetivo central de la maniobra.
Al mismo tiempo, con insistencia y autoridad académica, hemos expresado la perversidad arcaica y disfuncional de nuestro sistema de Seguridad y de Defensa, para afrontar los nuevos riesgos estratégicos. Hoy vemos que un número considerable de legisladores, se aperciben que nuestro sistema de Seguridad no existe y que debe ser reformulado ante las nuevas formas de agresión.
Un viejo proverbio oriental puede explicarnos tanta irrazonabilidad:
“Si miras que el viento ya no mueve tu barco, es tiempo de que ajustes las velas”.
Pero, ¿estamos en tiempo para ajustar nuestras velas?. La situación es crítica. Tenemos contaminadas gran parte de las estructuras de los poderes del Estado. Hay un generalizado clamor por el relevo y el cambio. Las Fuerzas de Seguridad están afectadas, manoseadas, sin Dirección Política. El Estado sin planeamiento estratégico. Las Fuerzas Armadas sin misiones y consecuentemente sin el despliegue, el equipamiento y el adiestramiento mínimos. Zonas territoriales con altísima densidad de población, totalmente inaccesibles al Estado, atestada de drogas y con gran cantidad de armas de todo tipo. Un poder judicial obsoleto, sin recursos y disfuncional. Un sistema carcelario desbordado y anarquizado. Altísimos niveles de desocupación, pobreza, hambre y condiciones miserables de vida, rozando con lo infrahumano. Desnutrición y mortalidad infantil.
Esto es lo que percibimos a diario y es lo que somatizan nuestros espíritus. ¿Qué hay detrás de todo esto?. ¿Qué es lo da origen a tanta perversidad? Y la pregunta del millón: ¿Podremos estar peor?. Para cambiar, ¿Será necesaria más sangre? ¿Terminaremos en una guerra civil franca y abierta?, o ¿Habrá capacidad de reacción ante tanta estupidez, egoísmo e ignorancia?
Los escenarios posibles y alternativos que se nos presentan no son muchos:
- La revolución autodestructiva, montada sobre sofismas y utopías ideológicas. Es la regresión que nos lleva a la disgregación.
- La restauración de la cultura originaria, de la ética de nuestra identidad; el rápido ingreso a la etapa de la civilización del conocimiento y la rehabilitación institucional Es la recuperación de la identidad, el progreso y la inserción internacional; y
- La intervención externa, inducida por un incidente, provocado o no provocado, o bien la reacción por impotencia, como detonante de una escalada sangrienta. La guerra civil de la “tercera especie”.
La reconstrucción urgente de un mínimo “Estado Necesario” se torna imprescindible para contener al Crimen Organizado en nuestra Sudamérica.
La confluencia de la agresión estratégica y el delito común será la nota distintiva del agravamiento del conflicto regional.
Si nuestros dirigentes no advierten la realidad estratégica que nos abarca, estarán justificando las sospechas de ignorancia o complicidad que los inmovilizan.
El drama de la guerra civil enlutará a nuestras comunidades. Sólo pedimos, en estas horas críticas, un mínimo de claridad conceptual y de patriotismo, dejando de lado las críticas estériles y el cuestionamiento sin propuestas. Recordemos una sentencia de un gran filósofo chino:
“No maldigas a la oscuridad, sólo prende una vela”.
Las Américas, como el resto del planeta, reciben y perciben el efecto de la globalización impulsada por la revolución de las comunicaciones y el transporte y contemporáneamente el proceso de reafirmación de los particularismos nacionales, de las identidades, frente a una cultura universal que llega por las redes de comunicación social, del tipo CNN.
Hay menos tensión ínter-estatal, pero aumentó el conflicto intra-estatal y actores privados presionan al Estado Nacional o bien lo agreden, feudalizándolo.
El Crimen Organizado Transnacional es uno de ellos. Y dentro de éste el Narcotráfico Internacional. Estas organizaciones criminales tienen, en algunos casos, una conducción de altísimo nivel técnico y jurisdicción internacional, dividiendo sus actividades según las conveniencias que le presentan los espacios geográficos. Hasta el momento, esta es una ventaja fundamental de los carteles, frente a la fragmentación política de los Estados.
Los Estados actúan individualmente o con leves coordinaciones, frente a un enemigo privado transnacional, con comando unificado. Los Estados tienen problemas diferenciados y reacciones distintas e individuales, ante un enemigo monolítico, sin códigos y normalmente máspoderoso; que tiene la iniciativa, impone la división del trabajo y explota las crisis de la transición de era, de la moral pública y de la debilidad estructural de nuestros estados.
En el Continente Americano:
Bolivia y Perú son productores del insumo básico, la hoja de coca. Si eliminan las plantaciones, como lo exige EE.UU., lanzan a los brazos de la guerrilla a los desocupados y agravan su situación.
Colombia es espacio de destilación de la pasta básica y base de los principales carteles que apoyan a las guerrillas. El Gobierno, bajo sospecha, no controla gran parte de su territorio.
México es el principal país puente, con relación a EE.UU. Los países puente se hacen consumidores, lavadores y organizan carteles. Estos ocupan progresivamente al Estado.
EE.UU. es el principal consumidor y el tamaño de su economía facilita el lavado de dinero, que en mayor o menor medida se realiza en todos los demás estados.
Brasil, hoy nuestro principal aliado, tiene una situación particular. Limita con los principales países productores y destiladores, a través de fronteras selváticas y montañosas que dificultan enormemente el contralor del tráfico. Su numerosa población y la existencia de antiguas organizaciones criminales, han llevado a algunos analistas a señalarlo como la futura “potencia narco” de la Región.
Una respuesta continental unificada, a ésta situación estratégica de muy difícil resolución, a pesar de las continuas reuniones internacionales que provoca, no se ha logrado y sus consecuencias están a la vista en toda América.
Quienes se oponen a la consideración estratégica de éste conflicto, que afecta al Estado y a la sociedad como un todo, demuestran un alto grado de confusión o despiertan diversos grados de sospecha.
A veces, extrañamente se presenta a ésta agresión como un mero problema social, de drogadicción; otras considerándolo como un hecho policial o de seguridad pública y entre militares, es común observar una visión exclusivamente táctica, traducida en esta expresión: “nos quieren reducir a Guardias Nacionales“. Se imaginan con perros, controlando valijas en las aduanas y esa es la razón de su equívoca actitud.
La respuesta a este inédito ataque y ocupación del Estado (a sus instituciones), a través de la capacidad de compra de voluntades de las poderosas organizaciones criminales, debe ser necesariamente innovadora y requiere de las de las Fuerzas de Seguridad sus mejores hombres para la tarea de planificación estratégica combinada y conjunta; en la conducción y perfeccionamiento del sistema de comando y control, en el alto mando; en la operación de la radarización aérea, naval y terrestre de la Región; en el cruzamiento de los controles en todos los niveles y áreas intervinientes y en la supervisión de la cooperación internacional e interinstitucional.
La ejecución táctica será desempeñada por las organizaciones que ya están desplegadas en las fronteras o en los lugares precisos.
Las FF.AA. deberán aportar el cerebro y el sistema nervioso central de la nueva estructura conjunta y combinada y las Policías y Aduanas el sistema de procedimientos tácticos sobre el terreno.
EE.UU. lo viene haciendo desde 1988.
Actualmente, de acuerdo a las leyes vigentes, los argentinos estamos haciendo exactamente lo contrario, invirtiendo las jerarquías institucionales, como ya fue dicho. Además, “pedimos peras al olmo”.
La expansión del narcotráfico revela no solo el deterioro generalizado de los Estados y de la autoridad gubernamental, como manifiesta tendencia finisecular, sino que el ritmo de su avance lo ubica como la amenaza estratégica principal para la Región.
A pesar de ello, este fenómeno mundial que afecta particularmente a las Américas, “permanecerá invisible, en gran medida, en tanto el Poder Político no tenga la voluntad para reconocer la relación entre producción, tráfico, consumo, lavado de dinero y fuerzas sistémicas mundiales más amplias…”.
La “Seguridad Nacional”, que conceptualmente ya se trataba en la Universidad de Yale en 1790, que el Secretario de Marina Forestal empleó en el Congreso de los EE.UU. en 1945 y que se difundió desde 1947, a través del Acta Nacional de Seguridad al ámbito de la comunidad académica internacional, en Iberoamérica es una expresión contaminada por su vecindad fonética con la “doctrina de la seguridad nacional”, creación falaz, pero muy eficaz en relación con sus fines, del teólogo Comblin.
Debido a éste condicionamiento ideológico, en la legislación argentina de los años ‘80 se utiliza la palabra “seguridad” sin consideración de su contenido universal y sin adjetivación alguna. Se la define, por ley, como una situación “de hecho”, sin distinción entre seguridad estratégica o seguridad pública.
Las confusiones conceptuales legislativas trajeron consecuencias gravísimas en la institucionalidad de la Seguridad y Defensa Nacionales y en la disfunción del Estado Nacional argentino. Dada la caracterización de los conflictos que enfrenta Iberoamérica, es indispensable abarcar con urgencia el concepto que la ciencia le otorga a la “seguridad nacional”, sin determinantes ideológicos. Concientes de estas falacias, es frecuente repetir en discursos parlamentarios aquello de que “las cuestiones de seguridad, constituyen políticas de Estado”, pero en los hechos el Estado no está cumpliendo con sus roles centrales, en la mayor parte de la Región. La Seguridad y la Defensa carecen de Institucionalidad.
Ante la ambigüedad y diversidad conceptual que hemos recogido en nuestro Instituto acerca de la “seguridad nacional”, deseamos retener este concepto brindado por la “Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales” (1968): “La habilidad de una Nación para proteger sus valores internos de las amenazas externas”. Su amplitud permite abarcar la naturaleza de la crisis cultural-política que arrasa con los valores de nuestra cultura hispano-criolla, conmoviendo las soberanías y corrompiendo a las sociedades y a las instituciones. La “protección” de esos “valores internos”, en mi país no existe y las “amenazas externas” han dejado de ser potenciales. Son hechos presentes en los frentes internos.
Amerita un párrafo específico la ligazón que la “política nacional de seguridad” debe tener actualmente con la “política de defensa nacional” .La naturaleza de la presente agresión estratégica, en todos los frentes de la actividad pública, obliga a interrelacionar las políticas, las estrategias y los planes de la seguridad nacional y de la defensa nacional. Para ello hemos trabajado infructuosa y arduamente en los últimos diez años, proponiendo reformas estructurales, a fin de lograr el “Estado Necesario” en el pórtico del siglo XXI.
Los procesos de integración regionales, las fuertes tendencias al continentalismo y la caracterización internacionalizada del agresor común, exigen la urgente revisión del Sistema de Seguridad Interamericano y en particular del Iberoamericano, absolutamente inoperantes o inexistentes. Hemos propuesto en ámbitos políticos y académicos la necesidad de acordar en la Región la Seguridad Colectiva y la Defensa Común, en oportunidad.. Sin embargo, por las razones ya expuestas, estos temas no ingresan en las agendas de los dirigentes políticos.
Estamos presenciando una evolución acelerada de la civilización y ello tiene repercusiones significativas sobre las identidades debilitadas y las instituciones malversadas, con dirigencias transculturizadas que se resisten a los cambios cualitativos de la civilización.
Los conflictos que se derivan de las “transiciones aceleradas de la vida social”, toman encaminamientos distintos, según el estadio cultural de las comunidades:
- Aquellas que tienden a la libertad, se vuelcan a la seguridad cuando perciben incertidumbre;
- Las que tienden a la seguridad, se vuelcan a la libertad cuando la seguridad trae una dependencia insoportable y
- Las anárquicas, que pierden la libertad y la seguridad, en una constante escalada de conflictos
En éste último debemos detenernos los iberoamericanos, para encontrar la salida del laberinto conflictivo.
Esta es la vía para lograr la Paz, la Seguridad y la Defensa, como soporte del desarrollo social, político y económico. Hasta el momento, estamos orientados hacia las urgencias, sobre las consecuencias dramáticas de la crisis. Hay quienes quieren resolverla desde la economía y las finanzas y otros, los nuevos revolucionarios, por las armas, ignorando a las circunstancias internacionales de la posguerra fría y a la naturaleza de la guerra mundial en acto.
No habrá salida de él si no se ataca la raíz de la crisis: si no recuperamos la ética, la identidad y la institucionalidad.
*El Dr. Jorge Corrado es Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires. Profesor Titular de Estrategia y Geopolítica Universidad Católica de La Plata