Por Dr Pedro Dagnino*
En principio, vamos a encuadrar que la pandemia, es una situación disruptiva, que nos saca de lo cotidiano. Ahora, puede que una parte de la población ya se encuentra en una situación disruptiva (violencia de género, pobreza extrema o víctimas de delincuencia, migración traumática), y otra parte de la población estaba sin exposición mas allá del estrés diario por sus trabajos, estudios o relaciones interpersonales. -Especial Total News-
Con lo cual la pandemia no afecta a todos por igual, en algunos no vino mas que a sumarse a sus vidas conflictivas, y en otros los ha llevado a conocer abruptamente que es vivir en conflicto.
Y lo interesante de esto, es notar que la respuesta individual se despega de la colectiva, con lo cual ha sido difícil pronosticar como podría reaccionar cada uno ante la situación. Y hemos visto que personas que estaban tratándose por su diagnóstico de estrés postraumático (veteranos de guerras, víctimas de violencia, duelos patológicos) han reaccionado de una forma muy satisfactoria, primeramente observando el fenómeno con anticipación, atentos a las recomendaciones gubernamentales y haciendo caso a todas las medidas preventivas, sin alteraciones de sus estados de ánimo y hasta mas relajados por considerarse ya acostumbrados a situaciones de riesgo.
Otros en cambio, sin antecedentes de trauma, se han paralizado y respondido des-adaptativamente a la situación, generándose en ellos somatizaciones (pánico, ansiedad, fobias) y poniendo en riesgo sus sistemas defensivos psico-sociales, donde han abandonado sus tareas y trabajos.
Con todo esto podemos hablar del trauma de pandemia como algo que depende de cada psiquismo y en el momento histórico personal mas que una reacción generalizada. Lo importante para aportar es que debemos nombrar cuales son los semáforos rojos para detectar, si tanto nosotros como personas cercanas están sufriendo el estrés de pandemia o van a quedar con estrés postraumático luego del cese de la pandemia.
Los síntomas que aparecen, son principalmente gracias a nuestra amígdala cerebral, que pertenece a nuestro cerebro mas primitivo, que es una especie de botón de emergencia de nuestro cerebro. Si nos acecha un peligro inminente, este núcleo activa una señal que reenvía inmediatamente al resto del cuerpo.
La amígdala analiza el ambiente de forma continua en busca de estímulos que predigan el peligro. La amígdala, empieza a estar desarrollada en los mamíferos hace unos 220 millones de años. “Es la estructura más crítica de las implicadas en las emociones”, y, entre ellas, “activa los miedos más primitivos, pero siempre de forma muy interactiva con el resto del cerebro”.
La amígdala siempre actúa de forma muy interactiva con el resto del cerebro, porque el miedo no se localiza en un lugar físico sino que procede de una reacción de nuestro sistema neuronal “en conjunto”. Y los síntomas mas clásicos para detectar o inferir que podemos tener problemas son: transpiración de manos, ansiedad inexplicable, estados de hipervigilancia, inseguridad exagerada, ira, irritabilidad, enojo ante exposición a ruidos, evitar conglomerados de personas, insomnio, despertares nocturnos, pesadillas y flashbacks durante el sueño.
Quienes sufren estrés postraumático muchas veces recurren al alcohol y sustancias, para ¨aplacar los terrores¨, pero la realidad que nuestros sistemas de salud deberían realizar encuestas para hacer prevención a gran escala, el estrés postraumático no es una situación de salud sencilla.
Muchas veces las personas concurren a consulta por patologías como hipertensión arterial o diabetes, y de base era un trastorno de estrés postraumático que no fue atendido a tiempo y significó una mala calidad de vida en la persona.
*El Dr Pedro Dagnino es medico Psiquiatra
MN 138.908
MP: 234.303