
Cierto, hay 60 años de avances técnicos, y Spielberg tiene mano, genialidad, y supo armar y conducir un equipo de maestros en cada departamento y un elenco de figuras dignas de consagración, como la muñequita Rachel Zegler. Entre todos forman un espectáculo admirable, de marcado despliegue, casi sin desmayos. A destacar especialmente, la adaptación de Tony Kushner, que reubica escenas y canciones, equilibra mejor los momentos y los diálogos de cada grupo participante y deja de lado, lo más posible, los resabios del origen teatral de la obra. Asimismo, sin ostentaciones pone más a la vista lo que la versión anterior apenas sugería (por ejemplo. el personaje de Anybodys) y sin alterar mayormente el texto original crea un nuevo personaje: en vez del viejo almacenero judío que intenta aportar algo de lucidez a los jóvenes belicosos, aquí aparece su viuda puertorriqueña que intenta lo mismo con igual poca suerte. Y es ella, en un momento hermoso y melancólico, quien canta “En algún lugar”. Lo canta con la ilusión cansada de los años, pero aún firme. La intérprete, vale la pena recordarlo, se llama Rita Moreno, fue la
sensual Anita en la versión de 1961, quien además de actriz es productora ejecutiva de este film, y cumple 90 años pasao mañana. Bueno, Spielberg cumple 75 el 18.
Un detalle interesante: el West Side al que se alude, ya no existe. Allí ahora se levanta el paquetísimo Lincoln Center, y es en ese lugar donde se hizo la première del nuevo film. Lo que todavía existe es el racismo, la xenofobia y demás. Y el amor y las canciones, por suerte.
“Amor sin barreras” (“West Side Story”, EE.UU.); Dir.: S. Spielberg. Int.: R. Zegler, A. Elgort, D. Alvarez, R. Moreno.