No se esperan sorpresas en el congreso de Sortu de este sábado en Bilbao. Solo se ha presentado la candidatura apadrinada por Arnaldo Otegi, por lo que Arkaitz Rodríguez revalidará su puesto como secretario general de la formación independentista. Por delante tendrá el reto de liderar un partido que aspira a ser alternativa de Gobierno en la comunidad autónoma, pero donde aún existe un importante sector crítico al que le cuesta renegar del terrorismo y que pide una mayor movilización en las calles. La independencia y la vuelta a casa de los presos seguirán siendo, como hasta ahora, las líneas fundamentales de su estrategia. En un comunicado, la formación independentista explicaba su intención de reafirmarse en su «compromiso de acometer el proceso de liberación» de los presos con el proceso de la independencia como «eje central». Los nombres definitivos que integrarán el Consejo Nacional se darán a conocer este sábado. Se da por hecho la incorporación de Nuria Altzugarai y Oihana San Vicente como número dos y tres, respectivamente, y se ha confirmado la salida del histórico de Herri Batasuna Rufi Etxebarria. Aunque la dirección de Sortu no renunciará a incorporar entre sus dirigentes a antiguos etarras. A partir de hoy, David Pla, que fue el último jefe de ETA y quien leyó el comunicado del cese de la violencia en 2011, será el responsable del Marco de Orientación Estratégica. Con este movimiento, el equipo de Arkaitz Rodríguez, la corriente apoyada por Arnaldo Otegi, pretende tener un gesto con los militantes más críticos. Porque su ponencia política, la denominada Herrigaia (lo que preocupa al pueblo en euskera) ha sido la mayoritaria, pero cuenta con la oposición del 22% de la militancia. Se trata de un sector crítico liderado por veteranos de Batasuna como Elena Beloki, exdirigente de ETA, o Carmelo Landa, condenado en la causa contra las herriko tabernas. En su ponencia, Lurrari lotuz (unido a la tierra), se mostraron críticos con el pragmatismo de la izquierda abertzale que, en los últimos meses, les ha llevado a pactar presupuestos en todas las instituciones o a hacer reconocimientos expresos del daño causado. Consideran, por ejemplo, que apoyar los Presupuestos Generales también implica apoyar indirectamente a la Casa Real o el AVE vasco, dos de los caballos de batalla históricos de la izquierda abertzale. Se niegan a admitir, además, que el terrorismo etarra fue injustificable y abogan por una postura más combativa en las calles. De hecho, en los últimos meses, han puesto en una posición incómoda a la dirección del partido con pintadas a favor de los presos de ETA o convocando ongi etorris cuando el EPPK, el autodenominado colectivo de presos, había pedido terminar con ellos, como el que realizaron a Iñaki Etxeberria en Pamplona en vísperas de Navidad. Y precisamente para tratar de contentarles, Sortu ha hecho varios gestos en las últimas semanas. El último, apoyar expresamente al exdirigente de ETA, Mikel Antza, en el juicio por su presunta implicación en el asesinato de Gregorio Ordóñez. En Sortu descartan que el sector crítico pueda protagonizar una escisión. Creen que la lucha de los disidentes se limitará a pintadas o a concentraciones a favor de los presos. Actos, en cualquier caso, difíciles de gestionar para la nueva cúpula del partido que llega a la dirección convencida de que ha sido el pragmatismo de los últimos meses lo que les ha consolidado como segunda fuerza política en el País Vasco. Sortu es, además, el partido mayoritario de la coalición EH Bildu; la marca electoral de la izquierda abertzale. Es probable que tener un sector disidente que prácticamente representa un cuarto de la militancia termine por ralentizar el proceso de reconocimiento de las víctimas y del daño causado que habían tratado de escenificar tímidamente en los últimos meses. Y en consecuencia, sus opciones de presentarse como alternativa de Gobierno tendrán que esperar, al menos, hasta después de las elecciones autonómicas previstas en 2023.
Fuente ABC