Hace setenta y dos horas que comenzó el tiempo de Cuaresma. Desde el miércoles de ceniza, 2 de marzo, hasta el Jueves Santo, 14 de abril, cuarenta días de preparación para los misterios de la Muerte y Resurrección de Cristo. Estos días y siendo otras bien distintas a las actuales circunstancias bélicas, habrían sido adecuados para preguntarnos en voz alta por las razones para que una celebración de tanta importancia para la comunidad cristiana sea ninguneada por las autoridades civiles al igual que por la mayor parte de los medios de comunicación que se alinean con las tesis de la izquierda y el sanchismo rampante, pero también por cada vez un mayor número de cristianos que se desentienden del sentidos y las obligaciones, ritos y liturgia que impone el tiempo penitencial. No nos quejemos, por tanto, de la manifiesta indiferencia que los gobernantes españoles se gastan hacia la Cuaresma, a la que desdeñan muy deliberadamente, si los cristianos somos los primeros en participar o propiciar esa ignorancia. Si cuando llega el mes de diciembre los mandamases de nuestro país prefieren felicitar de modo muy genérico “las fiestas” para no tener que mencionar siquiera la Navidad, nada debe extrañarnos que menosprecien tan deliberadamente como lo hacen el inicio de la Cuaresma. Eso sí, esas autoridades son las mismas que se apresuran a felicitar a los musulmanes cuando llegue el tiempo de su Ramadán. Pero en este momento, por culpa de un mandatario ególatra, delirante y del todo trastornado que ha hecho del Kremlin un frenopático, hay que aparcar críticas y reproches a nuestros gobernantes para mejor dedicar nuestro tiempo, neuronas, recursos y ganas a tratar de paliar los devastadores efectos provocados por el vesánico ataque que el ejército ruso ha lanzado contra Ucrania por orden de un Vladimir Putin que se ha permitido desafiar a la comunidad internacional y especialmente a la europea, después de haber negado de modo reiterado, muy al estilo del mentiroso modo presidencial que por aquí conocemos, que tuviese la intención de lanzar al ataque las tropas y vehículos acantonados desde hacia semanas al otro lado de la frontera de Ucrania. Si “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir en la otra parte del mundo”, como afirma un proverbio chino, cuanto mas nos habrá de resultar ensordecedor la sucesión de detonaciones de toda clase de proyectiles y misiles con que las tropas rusas tratan de doblegar la capacidad de sacrificio y resistencia que nos están demostrando de modo admirable los ucranianos, con su presidente Zelenski al frente, tratando de defender la integridad y soberanía de su país. No es una brisa la que nos llega del Este provocada remotamente por el inocente aleteo de una mariposa, sino el devastador turbión apocalíptico que es capaz de provocar la prepotencia de un oligarca con ínfulas de zar y con desprecio a toda norma de respeto y convivencia entre naciones, que ante las sanciones económicas que se le han impuesto agita la amenaza de una tercera guerra mundial con uso del armamento nuclear. Ante el cataclismo mundial que acabaría produciéndose en el caso de que la insania del presidente ruso fuese a mas, reconcomido y furioso por las sanciones económicas ya adoptadas, y la abrumadora votación de la Asamblea General de la ONU condenando por 140 votos a favor y solo cinco en contra, ¿quién negará que un satanás, personificación de todo mal y ruindad, que en los peores momentos del pasado siglo ya se vio que eran Josif Stalin y Adolf Hitler, no se ha reencarnado ahora en Vladimir Putin?
Fuente ABC