
esto es amor, quien lo probó lo sabe.”
De la línea final del último terceto del soneto de Lope de Vega, “Esto es amor”, proviene el título del espectáculo de poemas y canciones que Mariano Moro, actor, cantante y escritor marplatense (que divide su residencia con Buenos Aires) acaba de estrenar en El Ópalo (Junín 380), acompañado al piano por Francisco Huaricapcha, los sábados a las 20.
“Yo me formé como actor, y siempre tuve una relación especial con la poesía. Al punto de que, al principio, empecé a hacer teatro en verso”, dice a este diario. “Después dejé de actuar y sólo escribía y dirigía las obras. Mi pasión fue la literatura siempre, y en especial la poesía, que para mí es la forma más pura de lo literario y la raíz de todas las artes”
En “Esto es amor”. Moro recita y canta obras de autores tan distintos como Francisco de Quevedo, Luis Rosales, Pedro Salinas, Charles Aznavour, Gerardo Diego, Joan Manuel Serrat, Sor Juana, romances anónimos castellanos, Ornella Vanoni y Luis Cernuda, por mencionar sólo unos pocos. Dialogamos con él.
Periodista: ¿Cómo fue la génesis de este espectáculo?
Mariano Moro: Hubo un antecedente surgido de dos circunstancias críticas, malas, que terminaron por impulsarme a crearlo: la muerte de mi madre, y la pandemia. De modo que, encerrado y triste, empecé a “bajar” lo intelectual de la poesía a mi cuerpo. Cuando mi madre estaba muriendo me fui a Mar del Plata a acompañarla, pasé con ella sus últimos días, y entonces preparé mi primer espectáculo que se llamó “Lengua romance”: allí me di cuenta de que, casi sin proponérmelo, había elegido poemas y canciones que en casi todos los casos tenían que ver con la muerte, que es uno de los grandes temas de la poesía.
P.: Desde Jorge Manrique para acá…
M.M.: Justamente, recitaba las Coplas de Manrique, pero había como una insistencia en cosas de Borges, donde hablaba de la muerte, la Elegía de Miguel Hernández, también la muerte. Y no había sido mi intención inicial. Esa fue mi primera experiencia. Sólo lo hice en Mar del Plata, donde también interpreté este verano el Romancero Gitano de García Lorca, íntegro… La muerte allí también es una cosa muy fuerte. De manera que, entonces, durante todo el año pasado estuve preparando este espectáculo cuyo tema excluyente es el amor. Quise que la primera vez que hiciera un recital de esta naturaleza en Buenos Aires fuera sobre el amor.
P.: ¿Y con qué criterio de selección, me imagino que ha de haber sido arduo dejar algunas cosas fuera, llegaste al repertorio final?
M. M.: Sí, claro. Fue difícil. Es una mezcla. Hay canciones que me acompañaron siempre, hasta en la ducha, y poemas que memoricé desde pequeño, pero otros no. Son piezas nuevas, resultado de que leo mucho y poesía cada vez más, y siempre con el radar de mi percepción orientado hacia los temas del amor.
P.: Pero además, en “Esto es amor”, hay una compensación, un balance musical entre una pieza y otra; un poema fuerte seguido por un adagio, por ejemplo.
M.M.: Yo te agradezco mucho ese concepto, porque además fue una de las cosas que busqué. Pero no hay reglas. Es una intución de artista, no hay una guía a seguir. A mí me atrae el repertorio español, el clásico y el contemporáneo, pero en el armado me fui dando cuenta de que hacía falta cortar en algún momento con esa línea, ir hacia otra, y luego volver. O cómo incorporar lo argentino, que es tan importante. Pues bien, una vez que tuve todo el repertorio lo fui organizando y aquí está, “Esto es amor”.
P.: Los poetas de hoy son en su mayoría, digámoslo sin ambages, partidarios de la poesía libre, sin rima, cerebral. Tu camino va por otro lado, ¿Cómo es tu relación con esa poesía?
M.M.: No soy contrario a ella, también la leo. Y subrayo esto: la leo. No son poemas que yo pueda decir en un auditorio a gente que sólo la escuchará esa vez y no puede releer.
P.: Hubo poetas, históricos ya, que ni siquiera pensaron en el recitado. Apollinaire obligaba a “leer” sus Caligramas como si fueran dibujos. Los versos formaban esquemas especiales.
M.M..: Exacto. Hay poesía que sólo puede leerse sobre el papel, y hacer esas operaciones intelectuales. Nada se inventó hoy. Pero eso no es sustentable en un espectáculo. Con la música culta moderna ocurre lo mismo. Yo puedo escucharla, pero en algún momento el cuerpo te pide Mozart. Yo lo disfruto, el público lo disfruta, aunque eso no sea de ninguna manera un manifiesto contra la poesía contemporánea. Yo siento a la poesía que fue compuesta para que me digan, y decirla. Ya sea de los griegos, del romancero español, del siglo XIX o de los modernos.
P.: Me pareció también representativo, sobre todo para valorar lo musical, que cantes canciones en francés, en italiano, o que recites un soneto de Shakespeare en inglés, arriesgándote a que parte del auditorio no lo entienda.
M.M.: Yo tengo un amor profundo, casi religioso, por nuestro idioma, pero cuando vas a otras lenguas advertís aun más esa dimensión musical que tiene el habla, que el oyente de su lengua nativa a veces ni tiene en cuenta. Por eso, después de cantar o recitar un poema en otro idioma, me encanta regresar al español porque siento que pongo más de manifiesto lo musical de nuestra lengua.