El aeropuerto con aviones más cercano a mi pueblo es el de Barajas, para ir al hospital hay que recorrer cuarenta kilómetros de carretera convencional hasta Palencia y escuchar ópera en directo es imposible. En Castilla y León sólo hay nueve universidades, un millón de centros de interpretación sin personal que los abra y gente mayor que no sabe muy bien lo que es la identidad de género e, incluso, si ellos tienen de eso porque el párroco no ha tenido tiempo de explicárselo aunque todos barrunten que algo tiene que ver con lo que le pasaba a la tía Victoriana. Aquí los abuelos no pueden ser TikTokers porque internet no llega y para bailar como Chanel en Eurovisión no basta con el cuartucho que el ayuntamiento ha habilitado para los bailes de salón. Está claro que la despoblación tiene que ver con lo anterior o, al menos, así lo han decidido por nosotros desde lugares insospechados. Si un día alguien preguntara por el lugar en el que ocurren las cosas responderíamos que en Bruselas, Washington o Estocolmo porque es el pueblo de Greta Thunberg. En Tierra de Campos, el Bierzo o Torozos nunca pasa nada. La posmodernidad nos ha robado la agenda y, lo que es peor, se la ha pasado a los gobiernos que han encontrado en ella soluciones imposibles que justifican su incapacidad y, además, les hace políticamente correctos porque, no nos engañemos, ser políticamente correcto es mucho más fácil que ser responsable. Los hospitales están igual de lejos que antes, los niños se van a estudiar fuera como antes iban al seminario y la Scala de Milán siempre estuvo en Milán. Nos distraen con fuegos de artificio que no son más que eso, artificios. Nos prometen cosas imposibles y se olvidan de la dignidad. Somos gentes mayores que van a misa siendo creyentes o no, que se mueren porque hay que morirse, que crían vacas y cerdos porque hay que comer. Como fruta exótica tenemos las uvas y por superalimento el azúcar. No sé cuántas cosas necesitamos de verdad pero de lo que estoy seguro es que podemos necesitar cosas distintas a las que necesitan en otros lugares comenzando por reconocer nuestra dignidad, valorar eso que no sólo hay en Castilla sino en tantos rincones del mundo y que, por desgracia, nadie parece necesitar porque Elon Musk no lo ha tuiteado ni el movimiento ‘woke’ ha hecho bandera de ello.
Fuente ABC