Irigo, prolífico autor y director, tiene varias obras en cartel: reestrenó “Máquina Hamlet” en La Plaza junto con los Macocos, a quienes dirige; en mayo lanzó “Torna amore”, con Mayra Homar y Martia Ballesteros; en junio, en el Astral, presentó como autor y director la cuarta temporada de “La granja de Zenón” y en julio estrena “Aquellas mujeres”. En septiembre lo hará con el musical “Regreso en Patagonia”, con Fer Dente y Franco Masini en el Met Sura. Dialogamos con él:
Periodista: ¿Cómo fue esta inspiración en “Mujercitas” para la obra?
Sebastián Irigo: Surgió de las actrices y el disparador en el libro, pero no había nada. Nunca trabajé sobre materiales preexistentes, siempre todo fue fruto de la imaginación. Tengo muchas mujeres en mi vida, hermanas, amigas, y escribir sobre estas cuatro hermanas me interesó primero desde el vínculo. Hay algo heredado, no elegido, inevitable, muchas veces grandioso y muchas insoportable como es la hermandad. Se trata de aquellas mujeres que fueron mujer-citas. Un libro de hace un siglo y medio que se mantiene vigente. Se agotó en 2021 con una nueva edición con prólogo de Patty Smith, ¿por qué subsiste? Es un gran culebrón pero aparece la identificación a través de los siglos con los estereotipos de estas mujeres. Quise hablar de lo que las atraviesa hace siglos, por eso llamé a Tere Donato para abordar la maternidad pero no como observador, sino meterme en algo a lo que se exponen las mujeres con el deseo de ser madres o no, en esta sociedad. Personajes que habían quedado perpetuos en ese libro y ver qué les pasó cuando crecieron. Ahí empieza la obra. Cómo estarían en este siglo, en este país y quiénes serían.
P: ¿Quiénes son?
S.I.: Uno de los personajes dice ´Cuando veo esta que soy me parece que soy otra, alguien que no tiene nada que ver con lo que soñaba para mi´. Es quien se quedó en el pueblo, con una frustración enorme porque soñaba con ser actriz y se quedó viuda y cuidando a su madre. Luego está la más chica, Annie, que se casó con el vecino rico y se fue a Europa pero la persiguió toda la vida la sombra de la hermana exitosa, que son los mismos miedos e inseguridades de cuando eran chicas. La exitosa es Majo, que en la novela sería Joe, y que se casa con un tipo, no tiene hijos, y a los 50 años vuelve a su primer amor que es una mujer con la que compartió departamento. En la obra hay algo de lo que decía Lebón, estoy parado en el medio de la vida y qué pasa al mirar para atrás y ver que pasaron los años. Hay tres hermanas, la cuarta está muerta, que todavía libran una de sus mayores batallas, enfrentar esas inseguridades que las acompañan desde siempre. La noche en que sucede la obra es ponerle el espejo a estos personajes y a la platea.
P.: ¿Qué da y qué saca cada circuito teatral en el que trabaja?
S.I.: En el comercial, el único límite es el tiempo. Trabajo de la misma manera en cualquiera pensando para quién trabajo. Si el rango etario es de 1 a 5 mi misión es conservar la ilusión de la platea infantil. En el independiente hay más espacio para el juego, búsqueda, experimentación y en el comercial un poco menos. Tener tiempo permite el espacio para buscar, probar, tomar decisiones, que se trata de eso. Intentar enaltecer las obras hasta que uno queda orgulloso. Me pasaba con la dramaturgia, que uno sigue la intuición desde el corazón y toma decisiones sin certezas, que llegarán cuando la obra se complete. Con los Macocos trabajo ese humor y dinámica Monthy Python que me apasiona, con un running gag que se prueba y se pule cuando se abre el telón y la gente ríe en el momento que sospechabas. La anticipación es el papel del dramaturgo y del director, es un papel de paciencia y decisión. Está en el imaginario de cada uno. Mi primera obra en el Callejón fue ´Lo único que hice fue jugar´ y era una metáfora autobiográfica sobre el origen del artista y del oficio. El mismo que hice de chico cuando creaba mundos donde no había nada.