El Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene su discurso de siempre, pero la gravedad va aumentando a medida que avanza la guerra en Ucrania y la correspondiente espiral inflacionista. Lo que hace solo tres meses era “debilitamiento significativo de la actividad” ahora es “riesgo real” de recesión, en palabras de la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva. La crisis energética que azota Europa ya amenaza el crecimiento global y ha convertido las previsiones económicas, como la presentada este martes, en una constante revisión a la baja. España, que depende menos que sus vecinos del suministro ruso pero es sensible como pocos a los precios de la energía, no escapa a la quema.
Nuestro país crecerá el año que viene un 1,2%, ocho décimas menos de lo proyectado en julio y apenas la tercera parte de lo que la institución, con sede en Washington, calculaba en abril. La ralentización de la economía nacional en medio de la complicadísima coyuntura europea es un hecho que todos, hasta el Gobierno, asumen para el año que viene. Sin embargo, las previsiones del FMI vuelven a dejar en evidencia el cuadro macro del Ejecutivo, que acompaña los presupuestos para 2023 y estima un aumento del PIB del 2,1%. Antes ya lo hicieron el Banco de España (1,4%), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (1,5%) y numerosos institutos privados. El último de ellos, BBVA Research (1%), incluso vaticinaba una recesión moderada para los próximos dos trimestres.
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Como el Banco de España, el FMI no ofrece proyecciones trimestrales, pero sus conclusiones refuerzan el ‘consenso’ de las últimas semanas. La primera mitad de 2022 ha sido muy buena, mejor de lo esperado, lo que explica que todos los organismos estén revisando al alza las previsiones para este año: en este caso, pasan del 4% que se esperaba en julio al 4,3% por “la recuperación de los servicios relacionados con el turismo y la producción industrial”, destaca el informe. Sin embargo, todos los fantasmas han reaparecido tras el verano: “El crecimiento se va a ralentizar bruscamente“. Todo apunta a un último trimestre muy malo y un primer trimestre del año que viene todavía peor. A partir de ahí, el llamado ‘efecto carry over’ hará el resto: la inercia negativa arrastrará a un crecimiento muy modesto durante el conjunto de 2023.
España sufre uno de los mayores recortes de crecimiento de la zona euro, solo por detrás de Italia y Alemania, que entrarán en recesión el año que viene, al dejarse dos y tres décimas, respectivamente. Es la primera vez en la crisis actual que el organismo prevé una caída del PIB en dos de las tres grandes economías de la zona euro, las más afectadas por la guerra; la otra, Francia, aguanta mejor y crecerá un 0,7%.
Nuestro país seguirá encabezando el crecimiento de la eurozona —que se situará en una media del 0,5%—, algo lógico si se tiene en cuenta que está más lejos de recuperar los niveles previos a la pandemia, pero se ve arrastrado por el mal comportamiento de algunos de sus principales socios comerciales y emisores turísticos. De hecho, el Reino Unido se acerca a la temida estanflación, al crecer un exiguo 0,3%. El Ministerio de Economía saca una lectura positiva: “A pesar del contexto internacional, el FMI confirma la fuerte recuperación de la economía española”.
Pero nada garantiza que siga siendo así. El FMI advierte de que los riesgos a la baja “siguen siendo elevados”, lo que abre la puerta a nuevos recortes en las previsiones durante los próximos meses. En el horizonte, los nubarrones que han marcado este 2022: la crisis energética, la inflación, las subidas de los tipos de interés y la ralentización de la economía china, golpeada por la política de ‘covid 0’ y cada vez más expuesta a una crisis inmobiliaria. El gigante asiático crecerá un 4,4% el año que viene, frente al 1% de Estados Unidos y el 2,7% de la media mundial, que sufre un recorte de dos décimas. Un dato da cuenta de la gravedad de la situación: un tercio de la economía mundial entrará en recesión el año que viene, en parte debido al impacto de la fortaleza del dólar en las economías emergentes.
El organismo advierte de los peligros de una política monetaria descoordinada entre los diferentes países, una vez que Estados Unidos se ha adelantado con subidas de tipos más agresivas, y considera que debe mantener un equilibrio para evitar las consecuencias de ser demasiado restrictiva o demasiado expansiva. Sin embargo, recuerda que el mayor riesgo para la economía mundial sigue siendo la inflación, y anima a los bancos centrales a no sucumbir a las presiones que sufrirán en los próximos meses, cuando el encarecimiento del precio del dinero empiece a ahogar el crecimiento económico: “Deben mantenerse firmes”.
Gracias a las subidas de tipos de interés, el informe prevé que la inflación alcance su pico a finales de año, “pero seguirá elevada durante más tiempo de lo que se esperaba”, matiza el informe. Europa es el epicentro del problema. De hecho, el FMI no descarta restricciones de gas y advierte de que el invierno de 2023 será incluso peor que el de este año. “La crisis energética, especialmente en Europa, no es un ‘shock’ transitorio“. De momento, calcula que España cerrará este año con una inflación del 8,8%, mientras que el año que viene se moderará hasta el 4,9%. La media de la eurozona se situará en el 5,7%, con Alemania 1,5 puntos por encima.
Como lleva haciendo durante los últimos meses, el Fondo Monetario Internacional alerta del riesgo de que las políticas fiscales para paliar los efectos de la inflación acaben ayudando a cronificarla, y reclama que sean “transitorias” y se centren en apoyar a los más débiles. De momento, los gobiernos de los principales países han ignorado estas recomendaciones. España, en este caso, tampoco es una excepción.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene su discurso de siempre, pero la gravedad va aumentando a medida que avanza la guerra en Ucrania y la correspondiente espiral inflacionista. Lo que hace solo tres meses era “debilitamiento significativo de la actividad” ahora es “riesgo real” de recesión, en palabras de la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva. La crisis energética que azota Europa ya amenaza el crecimiento global y ha convertido las previsiones económicas, como la presentada este martes, en una constante revisión a la baja. España, que depende menos que sus vecinos del suministro ruso pero es sensible como pocos a los precios de la energía, no escapa a la quema.
Fuente El Confidencial