Por Carlos Malamud
La coyuntura internacional es compleja e incierta, comenzando por las repercusiones de la invasión de Ucrania, incluyendo el riesgo de conflicto nuclear. La última apuesta rusa fue convocar referendos para anexarse las regiones ucranianas de Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, amenazando nuevamente con utilizar armas atómicas. A esto se agrega el sabotaje de los gasoductos Nord Stream I y Nord Stream II, que pese a no estar operativos conducen a un probable escenario de guerra energética con la Unión Europea (UE). Putin busca restringir el abastecimiento de hidrocarburos a una Europa sumamente dependiente de la producción rusa. La llegada del general Invierno puede agravar las cosas.
En las últimas semanas los precios del gas, tras su primera escalada, habían comenzado a moderarse, pero nuevamente han repuntado por el temor de que se interrumpan los intercambios o de nuevos sabotajes, físicos o ciberataques contra la red energética europea. Como en en Europa los gasoductos, los oleoductos e inclusive las conexiones eléctricas, forman una red profundamente interconectada, un golpe en un sector puede provocar un colapso total. Esto preocupa a los gobiernos, a los servicios de inteligencia y también a la ciudadanía.
Otro tema importante es el triunfo de Giorgia Meloni en Italia. El resultado inquieta por razones obvias a Bruselas, pero sería bueno introducir algunas notas de moderación. La primera, que fuera del euro y de la UE hace mucho frío. Un país en una situación económica delicada, como Italia, al borde de la recesión, no puede provocar demasiados aspavientos contra la Unión. Como consecuencia de la pandemia, la reacción de la UE fue aportar un fondo de ayuda considerable, que ha permitido mostrar el peso de Bruselas ante los estados miembro. A esto se agrega la guerra en Ucrania que, a diferencia de otras crisis donde la UE respondió de forma espasmódica o lenta, en este caso, lo hizo con diligencia y efectividad. La idea del presidente Mattarella, del primer ministro en funciones Draghi y de la propia Meloni, es una transición rápida. Se calcula que en torno al 25 de octubre se podría formar gobierno. Una de sus primeras tareas será presentar el borrador del presupuesto a la UE, manteniéndolo dentro de la ortodoxia. En ese sentido, Antonio Tajani, ex presidente del Parlamento Europeo, garantía de credibilidad y mensaje a los mercados, suena como nuevo ministro de Exteriores.
La guerra de Ucrania rompió el eje populista en Europa, especialmente Polonia y Hungría. Mientras Orbán sigue fiel a Putin y a Rusia, Polonia tomó una posición claramente contraria. También Meloni, a diferencia de Salvini y Berlusconi, sus otros socios de coalición, se mostró más proactiva contra Rusia.
Saliendo de Europa, no es descartable un retorno de Trump a la Casa Blanca. En las próximas elecciones de medio término se juega el control de las doscámaras. Si hace tres meses las perspectivas eran catastróficas para los demócratas, hoy, un cierto repunte en la popularidad de Biden ha cambiado algunas expectativas. El resultado será importante para Trump, que tiene que decidir si opta por la reelección, con sus implicaciones para la política internacional.
América Latina es una región fragmentada y heterogénea que intenta adaptarse a trompicones a la coyuntura internacional. Su carácter fragmentario, unido a tendencias presentes desde hace tiempo, le impiden hablar con una sola voz. Esto conduce a la irrelevancia internacional y al fracaso de los procesos de integración regional ensayados, lo cual no es solo un problema para la región, sino también para sus potenciales interlocutores.
La integración se considera más una cuestión política o ideológica que un proceso para conciliar intereses nacionales, a veces contradictorios, pero que pueden solucionarse. La idea es que, si hablamos el mismo idioma, si somos del mismo club, si todos somos de izquierda o de derecha, la integración podrá avanzar, si no, no. Y esto ha llevado a la situación actual.
La guerra de Ucrania supone grandes desafíos y grandes oportunidades para América Latina. Entre los desafíos está el posicionamiento político. Si Nicaragua, Venezuela y Cuba son firmes aliados de Rusia, hay otros con una actitud más distante. Pero, ningún país latinoamericano, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones, más allá de la retórica y de que en los organismos internacionales condenen la invasión o bien se abstengan en las votaciones, se ha sumado a las sanciones contra Rusia.
Desde el punto de vista de las oportunidades está el alza de las materias primas. Esto ha ocurrido en otros momentos, como durante el súper ciclo de lascommodities, cuando los precios, a consecuencia de la demanda china, no cesaban de subir. Sin embargo, en esta coyuntura, la cuestión es si los países latinoamericanos estarán a la altura para aprovechar las oportunidades.
Otro elemento para tener presente es la reconfiguración de las cadenas globales de producción y abastecimiento, la reorientación de las inversiones, la salida de capitales de China, y su recolocación en otros emplazamientos. Aquí también, los problemas políticos e ideológicos pueden convertirse en una barrera importante. Un caso importante es México. Por su proximidad a EEUU es un destino idóneo para recolocar inversiones. Sin embargo, la política del presidente López Obrador en áreas como la energética, su rechazo a las energías renovables, su apoyo a los hidrocarburos e inclusive ciertos devaneos con Moscú hacen recelar a muchas empresas europeas y estadounidenses.
Otra cuestión importante es la presencia de China y Rusia. Si bien Rusia tiene un papel secundario, China se ha vuelto un socio decisivo en los últimos 15 a 20 años. No sólo en términos comerciales, sino también desde el punto de vista de la inversión directa. Ahora bien, la guerra está reconfigurando la relación entre ambos. En la última cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, donde coincidieron Xi Jinping y Putin, hubo una cierta toma de distancia de China respecto a Rusia. Al mismo tiempo se ve un aumento de la dependencia rusa respecto a China. Si Rusia se convierte en un satélite de Pekín, sus exportaciones, por una cuestión geográfica, se concentrarán en China, desplazando, en muchos casos, el potencial de América Latina.
Finalmente, se dice que en América Latina hay un giro a la izquierda, una nueva marea rosa, con la presencia de Boric en Chile, Petro en Colombia o Xiomara Castro en Honduras. En realidad, más que ante un giro a la izquierda estamos frente a un voto castigo a los oficialismos. De las 14 últimas elecciones presidenciales en América Latina, sólo en Nicaragua triunfó el oficialismo. Y si allí ganó, no fue precisamente por sus prácticas democráticas. La idea del giro a la izquierda se sustenta también en el calendario. Entre 2021 y 2024, todos los países latinoamericanos, con la excepción de Cuba y Bolivia (que votará en 2025), pasarán o han pasado por elecciones presidenciales. Se dio la circunstancia de que en muchos gobernaba la derecha y el reemplazo natural ha propiciado el surgimiento de gobiernos “progresistas”. El año que viene hay elecciones en Argentina y si todo ocurre como parece, no es descartable una derrota peronista.
En Brasil, el resultado de la segunda vuelta presidencial puede ser bastante ajustado y podría ganar cualquiera de los dos candidatos. Entre otras cosas porque su índice de rechazo es altísimo. El riesgo es, en el caso de un triunfo de Lula, si Bolsonaro aceptará el resultado o repetirá el espectáculo del 6 de enero en Washington. Las condiciones para un no reconocimiento de los resultados están dadas. Gane Lula o Bolsonaro, y si ambos respetan el resultado, Brasil seguirá siendo Brasil. Los fundamentos de su economía y la solidez de sus instituciones permitirán mantener el rumbo. De hecho, más allá de los intentos de Bolsonaro de cambiar en profundidad algunas cuestiones esenciales, sus resultados han sido escasos y sus promesas de grandes reformas y privatizaciones tampoco se cumplieron aunque Brasil ya es un país diferente.
Carlos Malamud es catedrático emérito de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (España) e Investigador principal del Real Instituto Elcano. Académico correspondiente de la Academia de la Historia de Argentina. Su último libro es: “El sueño de Bolívar y la manipulación bolivariana. Integración regional y falsificación de la historia en América Latina” (Alianza Editorial, 2021).