Fue, es y seguirá siendo deficitario y, por lo tanto, no es un país merecedor de acceso a ninguna clase de crédito. Hasta no modificar estas condiciones, solo queda el financiamiento mediante impuestos, crédito del sector privado y emisión inflacionaria lo que garantiza la persistencia de la decadencia en todo sentido.
Muchos países tienen déficit fiscal -es decir, gastan más de lo que recaudan-, pero a pocos les representa un problema tan grande como a Argentina. La mayoría de los países que tienen cuentas en rojo, incluso algunos con niveles de déficit mucho más altos que el argentino, simplemente emiten deuda y así financian el mayor gasto. En su gran mayoría los déficits de los otros países se deben a inversiones productivas que aumentan el nivel de actividad.
Pero el caso de Argentina es muy diferente.
Se llevan 60 años gastando de más en gastos corrientes, no productivos, que no generan riqueza al país, fueron gastos populistas y políticos. Desde 1900 a hoy, solo en 10 años el Estado logró generar más ingresos que egresos, tanto que el déficit se ha convertido en el principal problema macroeconómico.
No es posible resolverlo emitiendo más deuda, como hacen los demás países, porque ya se tomó tanto dinero, tantas veces -es el país más endeudado de la región-, que cayó en sucesivas crisis de deuda, entrando en «default» (o cesación de pagos) ocho veces.
De allí la total imposibilidad de obtener o siquiera renovar los préstamos internacionales pagando los intereses y algo de capital, como la totalidad de los países excepto Venezuela, y se recurre a los dos únicos recursos disponibles que son tomar fondos prestados del sector privado y emitir moneda, porque ya no se puede incrementar los impuestos.
Las consecuencias de financiarse tomando fondos del sector privado
El 8 de junio de 2022, se inició una corrida contra la deuda en pesos (es decir contra los fondos prestados del sector privado). Los inversores locales se retrajeron y no renovaron gran parte de los préstamos al gobierno. A partir de ese momento la gran preocupación de los bancos, Fondos de Inversión, compañías de seguro y fondos del exterior, en general de todos los agentes económicos, era si el Gobierno podría llegar a fin del año 2022 sin una crisis grave.
Hubo, forzadamente, que reorganizar el ministerio de economía y apareció un pragmatismo heterodoxo que le permitió al oficialismo cerrar el año 2022 sin esa potencial crisis, pero terminando el año con una situación macroeconómica, como mínimo, precaria.
Muy precaria, porque además de la financiación tomada al sector privado, hubo que emitir grandes cantidades de moneda: la emisión – sorprendentemente – superó los niveles récord de hace dos años, en plena pandemia de coronavirus con las desproporcionadas restricciones a la actividad económica que se impusieron.
Ese fenomenal monto de dinero creado, combinado con la caída de la demanda de dinero (nadie quiere conservar pesos) provocó un exceso de $6,2 billones en la economía, o el equivalente a 7,6% del PBI.
La emisión bruta de 7,6% del PBI, se explica por: 1,5% de compras de divisas al sector privado (dólar “soja” es la principal explicación); otro 2% por rescate de deuda en pesos y 4.2% por operaciones con el Tesoro.
Ante ese aluvión de pesos, el BCRA hizo una gran esterilización, es decir, retiró casi el 60% de los pesos en circulación, lo cual a su vez implicó más emisión en concepto de pago de intereses de aquellos instrumentos con los cuales absorbe el excedente de pesos.
Hubo otra emisión: la “emisión silenciosa” de pesos para quitarle presión al tipo de cambio y al mismo tiempo bajar la inflación. Se trata de un mecanismo ingenioso por el cual el Banco Central se compromete a comprarle al sector privado todos los bonos en pesos que hagan falta (los bonos representan la deuda en pesos del gobierno con el sector privado) para evitar una baja de las cotizaciones y una suba de las tasas de interés.
Consecuencias de la esterilización
Al emitir moneda, cualquiera que sea la forma, los pesos se usan para pagar gastos del gobierno a empresas y a la población. Los fondos terminan en gran medida en los bancos. Si se los deja libres, los bancos podrían prestarlos y repetir el ciclo generando un efecto multiplicador explosivamente inflacionario.
Por eso hay que esterilizarlos, tomándole a los bancos esos fondos y pagando una tasa de interés, mediante Letras de Liquidez y otros instrumentos. Tiene un alto costo, y genera otro déficit adicional aun mayor que el déficit primario, estimable en 5 % del PBI.
Toda la expansión de la base monetaria (emisión) durante el año 2022 es el exceso de pesos con el que se cargará la economía durante este año, ya que la incertidumbre electoral genera un proceso de dolarización que provocarán varios meses consecutivos de caída de demanda de pesos.
Consecuentemente, se llega a un exceso de pesos aproximado de 7,6% del PBI, lo que impedirá bajar la inflación.
Desde que asumieron hasta la primera semana de enero de 2023, las novedades introducidas por el equipo económico: dólar soja, renovación de deuda en pesos usando entes públicos, etc, resultaron útiles para superar los múltiples problemas inmediatos que se presentaban, pero las acciones – creativas – no tenían por objeto resolver ninguno de los problemas de la economía, sino solamente evitar males mayores.
El Gobierno intentó ganar tiempo y lo consiguió, no obstante, la situación macro sigue siendo en extremo frágil.
La duda de si habrá una grave crisis o no, sigue vigente.
La macroeconomía terminó 2023 con profundos desequilibrios porque los precios relativos seguirán desordenados a causa de la alta inflación visible, la inflación oculta, la de arrastre, y la contenida a fuerza de acuerdos, al margen de los problemas que generan el enorme stock de pesos, el costo de esterilizarlos y las muy bajas reservas líquidas.
Este desalentador panorama se ve agravado por acciones políticas muy opinables como la disputa entre el Poder Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia y la variedad de acciones que tratan de fortalecer posiciones políticas sin considerar el impacto sobre la economía y, aún peor sobre la calidad de las instituciones.
En estas condiciones no se puede saber si se podrá evitar una crisis antes del recambio presidencial. Cualquier cisne negro o Acto inesperado de Dios podría generar que el presidente no termine su mandato, dada su fragilidad ejecutiva y personal.
El gobierno tiene que evitar tres cosas: una maxi devaluación, una nueva pérdida de crédito en pesos y una inflación superior a 130-140% en 2023
Los principales problemas en el horizonte son la sequía y el riesgo que generará la transición entre el gobierno actual y el próximo, porque la deuda en pesos en el mercado local es cada vez más difícil de renovar, y eso, aunque poco reconocido, es peligroso.
La deuda en pesos
La deuda en Pesos nunca se normalizó desde la crisis del 8 de junio de 2022, porque ningún agente económico quiso ni querrá comprar bonos u otro instrumento que venza con un nuevo gobierno. Es muy poco lo que puede hacer el equipo económico más allá de un tremendo y electoralmente imposible ajuste fiscal para financiarse hasta 2024.
Al terminar el año 2022 hubo señales confusas: una buena licitación donde no se retrajo el sector privado, pero aparecieron problemas en el mercado de cambios. El gobierno debió intervenir para evitar desbordes. Esto es un indicio de la inestabilidad y fragilidad de los mercados, donde cualquier ruido se amplifica y tiene derivaciones exageradas.
El gobierno estima que el IPC en diciembre (será superior a 5%) sería igual al de noviembre y para que en enero fuera menor a 5% redujo la suba del costo de transporte, demoró el 50% del aumento de combustibles anunciado, para llegar a una inflación con algunas milésimas por debajo del 5% en enero.
El gran problema de este año son las elecciones presidenciales y el resultado que impactará en las mayorías legislativas. Este gobierno tiene la necesidad de evitar debilitarse en extremo como fuerza política y para ello debe traspasar la mayor cantidad de problemas al que le siga.
Con eso tendría alguna chance de supervivencia. La oposición espera que sea esta administración la que se vea obligada por la fuerza de las circunstancias a resolver los problemas, porque consideran con razón que no se puede mantener el actual stock de pesos y morigerar el cepo al mismo tiempo. Claramente, ya no hay más creatividad posible. Sin un imposible acuerdo político el panorama es muy oscuro para la deuda en 2023.
La única salida entonces parecería ser imprimir el 100% de las necesidades del fisco del año.
La trampa del tipo de cambio
A los sobresaltos en el mercado de deuda en pesos, se le opusieron saltos de 7.6% del paralelo llegando a subir 13.1% en diciembre. Si bien es un mercado extremadamente pequeño y volátil aumentó mucho más que todos los otros tipos de cambio, que fueron contenidos por el BCRA. En diciembre el aumento promedio de los tipos de cambio financieros fue de 4.6% y el oficial 5.9%
Si la sequía hace que la liquidación de divisas del campo sea inferior en U$S 10.000 millones respecto a 2022 solamente quedan dos alternativas: una devaluación discreta de no menos de 20/25%, algo a lo que se resiste el Gobierno o endurecer in extremis el cepo.
Siempre queda la opción de inventar variantes del dólar soja a otros exportadores, o imponer el dólar Qatar a más importadores porque hoy solo las importaciones de lujo, (4% del total) pagan ese dólar, el doble del oficial. Ambas acciones tienen daños colaterales graves: más tipos de cambio especiales implica más emisión, y un tipo de cambio más alto expandido implica mayor inflación, al fin y al cabo, es incrementar la devaluación y el pass through a los precios.
Hay que tener presente la sequía, y que quedaron, por el cepo, muchos importadores con deudas comerciales en 2022, por montos que pueden ser superiores a U$S 8.000 millones, que de un modo u otro se deben pagar.
Eso es otra historia, deuda postergada no visible que se suma a las muchas otras deudas.
Lo más probable para 2023 será el menor de los males: un combo de cepo extremo con fuerte aumento del tipo de cambio Contado con Liquidación, sin un salto devaluatorio discreto. Y ¨después de mí, el diluvio¨.
Si todo continúa de la misma forma, habrá que imprimir $ 7 billones en 2023 equivalente al 135% de la base monetaria. Por supuesto que se puede esterilizar gran parte, pero entonces la crisis se traslada al exceso de emisión de Letras de Liquidez porque hoy el stock ya es casi el 370% de la base monetaria. Si eso ocurre, y tiene una gran probabilidad de ocurrir, podríamos en la ¨crisis tan temida¨ de financiación.
El equipo económico podría seguir haciendo (o haciendo creer que hace) malabares como obtener un préstamo de Banco Central de Brasil, algo irreal en estos momentos disparatados en nuestro socio, pero igual necesitará una buena lluvia y una mínima cooperación de la oposición, que no tiene ningún interés en siquiera mencionar que cumplirá con los contratos en pesos.
Es poco comprensible que, necesitando tanto de la oposición para poder gobernar sin seguir dañando severamente la macroeconomía, la actual administración actúe en forma agresiva, persecutoria, como en una anticipada, dispersa e inútil campaña eleccionaria. Por todo esto, si la macroeconomía actual logra mantenerse sin empeorar aun más, será con un inevitable tipo de cambio CCL muy alto y sus consecuencias.
Que se puede esperar en 2023 en cuanto a crecimiento, inflación y consumo
Si bien se puede pronosticar un crecimiento del PBI para 2023 de 0.8%, con una inflación 96%, ese nivel de precios y la falta de dólares limitarán la recuperación de las ventas en consumo masivo, autos, motos y electrónicos. Habrá una fuerte caída de los ingresos familiares.
En el primer semestre de 2022 hubo un crecimiento del volumen de ventas y en el segundo semestre un freno muy fuerte, por la volatilidad del dólar, el aumento de la inflación, el encarecimiento del crédito y la caída de los ingresos de las personas.
El año 2023, en ese sentido, será como el segundo semestre de 2022 porque la caída del poder adquisitivo en muchas familias pondrá límites al incremento de la propensión a consumir.
La mayoría de los sectores registró subas en 2022. Consumo masivo (2%), electrodomésticos (15%), inmuebles en CABA (14%), farmacias (5,5%), insumos para la construcción (6%), autos (6,8%), motos (7%), shoppings (40%), hoteles y restoranes (40%) y turistas al exterior (303%). El único rubro que bajó es la ropa (-10%), mientras que el consumo de carne vacuna se mantuvo estancado.
No obstante, habría que compararlos con los años previos. En 2022 se efectuaron 33.000 escrituras en la Capital, que contrastan con las 64.000 de 2017. Lo mismo ocurre con los autos (407.500 en 2022 y casi 900.000 en 2017) y los turistas que viajaron al exterior (2,1 millones contra 3,7 millones). Hay sectores, como los shoppings, cines y la actividad turística, que más que crecer, rebotaron.
El consumo masivo seguirá en caída. En enero 2022, la venta de alimentos, bebidas, tocador y limpieza aumentó en el primer semestre de 2022+ 4,4%. Julio bajó a 2%, agosto 1,1%, setiembre cayó 0,8% y octubre, otro 4,5%. El consumo masivo lleva 10 años en estancamiento y caída. En 2023 no habrá grandes subas, ni tampoco grandes caídas, salvo que ocurra una devaluación discreta.
Las perspectivas del consumo para 2023 son muy malas, por la alta inflación, la suba de tasas y la caída de los ingresos de la población. Medido en dólares, el salario formal cayó 65% desde 2017. Hace 5 años era US$1.702. Hoy no llega a US$500.
La relación precios y salarios en algunos productos básicos: con un salario formal promedio, en noviembre de 2021 se podían comprar 500 kilos de pan francés. En 2022, solamente 455 kilos. Harina (1694 contra 1319), fideos secos (1307, 1007), pollo (462, 435), leche (1124, 883), cebolla (1742, 567) y papa (1881, 898).
El mercado inmobiliario registró en 2022 un repunte tras un período de parálisis. Sin embargo, desde la perspectiva histórica, no fue un buen año. La cantidad de escrituras todavía está por debajo de 2019, que fue el peor de la historia causa del cepo y la crisis y se mantendrá así por largo tiempo.
Los bienes durables (autos, electrodomésticos y motos) muestran cierta mejora a pesar de un contexto de dificultades para importar y el encarecimiento de la financiación para el consumo. En 2022 se vendieron 407.532 vehículos cero kilómetros, + 6,8% con respecto al año anterior.
El mercado de las motocicletas registró un repunte en las ventas, aunque afronta las mismas dificultades que el resto de los bienes durables: inflación y falta de dólares. El año pasado se patentaron 411.000 unidades, + 7,1% con respecto a 2021 (383.767 unidades).
La industria tecnológica tendrá un 2023 con tremendas dificultades. Las empresas del sector prevén caídas de ventas entre 10 y 15% en unidades para este año.
Fuente Dinamica Economica