Por Nicolás J. Portino González.
En una muestra alarmante de incompetencia y desinterés, Argentina ha permitido que sus Fuerzas Armadas caigan en un estado deplorable durante las últimas cuatro décadas. La única política de estado nacional una vez recuperada la democracia, ha sido clara y directa: “Desfinanciar, desmembrar y desprestigiar a las Fuerzas Armadas. Destruir los sistemas de Defensa, Seguridad e Inteligencia Nacional y el sembrado cultural del odio al uniforme”. ¿El resultado? Un país vulnerable, inseguro y sometido al narcotráfico y al terrorismo. Foto: El Presidente toma Juramento como ministro de defensa a Jorge Taiana- Ex terrorista Montonero responsable del atentado del 4 de julio de 1975, cuando una bomba explotó en un baño en el Bar Ibérico
Es verdaderamente indignante observar cómo, desde 1983 hasta hoy, no se ha hecho más que seguir el camino señalado por esta política absurda. Y si hay alguna duda al respecto, los números hablan por sí solos. Mientras otros países de la región invierten entre un 1,6% y un 2,4% de su PBI en Defensa -algunos incluso mucho más- Argentina escupe en el rostro de su seguridad nacional al destinar únicamente un paupérrimo 0,56% en el año 2023. ¿Qué tipo de mensaje se envía con estas cifras vergonzosas?
Observamos con indiferencia cómo el narcoterrorismo se arraiga en nuestro suelo. Ya no somos un simple país de tránsito, nos hemos convertido en un centro de producción de drogas.
¿Y mientras tanto, qué hacen nuestras Fuerzas Armadas? Están tan debilitadas y desmanteladas que ni alzar la voz pueden, y mucho menos actuar en defensa de nuestra soberanía.
Es una burla descomunal que durante 40 años -10 Presidentes- se haya insistido en que no existían “hipótesis de conflicto”. ¿Acaso la entrada e infiltración del narcotráfico en nuestro territorio no era / es una amenaza? ¿Qué hay de las organizaciones criminales que operan en la triple frontera y ahora se aventuran en nuestra hidrovía? Milicias Iraníes en la frontera con Bolivia. Miembro de las FARC aparecido y fallecido recientemente en confuso episodio en el microcentro de la ciudad autónoma de Buenos Aires. El PCC, Comando Vermelho, ISIS y Hezbollah instalados cual propia tierra en la triple frontera y los falsos médicos Cubanos, infiltrados durante la pandemia, en connivencia con las autoridades de la Agencia Federal de Inteligencia. Cabe mencionar también el avión Iraní con “Docentes de vuelo” y las 14 mujeres rusas embarazadas en un mismo avión junto a un personaje buscado por interpol y elementos de “Sendero Luminoso” instalados hace exactos 20 años en la Villa 1-11-14 del bajo Flores: todos estos nombres oscuros y siniestros están dejando su huella en nuestra nación, y ¿qué hemos hecho para detenerlos? NA-DA.
Esta política ciega y autodestructiva ha debilitado nuestras Fuerzas de Seguridad de manera abrumadora. El terrorismo y el crimen organizado han encontrado un terreno fértil para prosperar, mientras nuestros gobernantes miran hacia otro lado o, peor aún, les brindan protección y legitimidad. ¿Cómo es posible que antiguos terroristas como ex miembros del ERP y Montoneros sean ahora parte de los gobiernos? ¿Cómo pueden ser considerados referentes y líderes de instituciones como el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Seguridad? Esto es una afrenta a la seguridad nacional y una traición a nuestra propia integridad, que tendrá obligatoriamente que revisarse en el futuro próximo.
La degradación de nuestras capacidades de inteligencia y seguridad es otro resultado directo de esta política desastrosa. El sistema de inteligencia nacional ha sido sistemáticamente intrusado, desmantelado y corrompido desde adentro, debido al reemplazo de elementos altamente formados y de élite, por militantes de cuanto gobierno ha sucedido en estos 40 años, dejando a Argentina en un estado de vulnerabilidad e inutilidad alarmante. La situación actual es la culminación de este desastre: el narcoterrorismo campa a sus anchas, la inseguridad es palpable y la normalización parece una quimera distante. Argentina se encuentra en una encrucijada peligrosa. Es hora de reclamar nuestra seguridad jurídica, de abandonar de una vez por todas las políticas abolicionistas y garantistas que solo han alimentado el caos. Necesitamos con urgencia restaurar nuestros sistemas de inteligencia, seguridad y defensa. El tiempo de la negligencia y el desinterés ha pasado, no sin tener que juzgar a quienes han impuesto semejante sistema, que atentó -vistos los resultados- contra los intereses de nuestra sociedad-nación. Nuestro país merece un futuro seguro y sólido, y no es demasiado tarde para dar un giro radical y enfrentar los desafíos que nos acechan