La OCDE es pesimista. El crecimiento global agonizará durante las próximas décadas como consecuencia de la caída de la población activa en los países desarrollados por el envejecimiento y la desaceleración de la productividad en los países emergentes a medida que convergen hacia los niveles de vida occidentales. El avance del PIB en los países de la OCDE y el G20 (que engloba a los países desarrollados y las grandes economías emergentes), que creció por encima del 3,5% al inicio del siglo, ha frenado al 2,8% en la actualidad y seguirá ralentizándose hasta llegar al 1,7% hacia 2060, según el escenario central a largo plazo que ha publicado este jueves. Este escenario se elabora a partir de un comportamiento inercial tanto de la productividad como del capital humano, pero no incorpora elementos inesperados que puedan cambiar la tendencia de productividad, como, por ejemplo, la incorporación de la inteligencia artificial (IA).
España es uno de los países que sale peor parado en las proyecciones de la OCDE. Dos son los motivos: la súbita pérdida de población activa que sufrirá en los próximos años cuando se jubile la numerosa generación del baby boom y la escasa inversión privada y pública que es ya endémica.
Solo cuatro países experimentarán un crecimiento del PIB per cápita inferior al de España de los 46 analizados, Estados Unidos, Noruega, Suiza y Luxemburgo. Se trata de países que se sitúan en la vanguardia de la economía y cuyos mercados laborales se encuentran en pleno empleo, lo que dificulta su crecimiento. Pero esta no es la situación de España, que todavía tiene mucho margen de mejora. La OCDE es pesimista y no cree que el país vaya a cambiar su inercia de las últimas décadas, lo que provocará que se sitúe a la cola en crecimiento del PIB per cápita.
El resultado es que la OCDE estima que España perderá 10 puestos en el ranking mundial de países por PIB per cápita, con datos ajustados por paridad de poder adquisitivo (PPA) para que sean comparables. Actualmente, España ocupa la posición 23 del ranking, en la mitad justo de los países analizados, entre Eslovaquia y República Checa. Sin embargo, en el año 2060 caerá hasta la posición 33, tras ser adelantada por República Checa, Lituania, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Hungría, Estonia, Turquía, Letonia y Grecia. Se quedará a la altura de Rumanía.
Las causas
El envejecimiento es una de las claves del estancamiento del PIB per cápita de España. Una advertencia recurrente a la que, sin embargo, desde el Gobierno se hace oídos sordos priorizando la revalorización de las pensiones a la sostenibilidad del sistema. España tuvo un baby boom muy acotado en el tiempo: desde finales de los 50 hasta finales de los 70. Dos décadas después, los nacimientos se habían desplomado a la mitad.
El gran dividendo demográfico que cobró España gracias a la incorporación de millones de personas al mercado laboral a partir de los setenta se está convirtiendo ahora en una carga. Además, la esperanza de vida de España es una de las más altas del mundo, lo deteriora más la ratio de dependencia (personas que no están en edad de trabajar y que viven del resto).
La OCDE estima que España será el tercer país de los 46 analizados que más población en edad de trabajar perderá hasta el año 2060, nada menos que el 13%. Solo Grecia y Corea del Sur están en una situación peor, según los cálculos del organismo.
El otro factor que lastrará el crecimiento de España, como se ha señalado, es la baja inversión. El sector público ha renunciado desde la crisis financiera a invertir para destinar esos recursos al gasto corriente, sobre todo al pago de pensiones. Tampoco el sector privado invierte, sino que prefiere acumular excedentes de financiación para reducir su deuda y acumular caja y activos financieros. Incluso prefieren, en muchas ocasiones, invertir en el extranjero.
La OCDE estima que el crecimiento del capital, tanto físico como intangible, por trabajador crecerá apenas un 13% en las próximas cuatro décadas. Un avance mínimo que sitúa a España en el tercer peor puesto de los 46 países analizados, solo mejor que Irlanda y Dinamarca. Una vez más, los niveles de crecimiento son similares a los de las economías situadas a la vanguardia, aunque la española no lo sea, lo que significa que apenas logrará convergencia. El mayor déficit de España es el de la inversión en capital intangible, que representa la economía del futuro y es donde existe verdadero margen para conseguir ganancias de productividad.
Sin inversión y con una población activa en declive, España tiene muy complicado lograr tasas de crecimiento robustas durante décadas. El país tiene que cambiar su inercia si no quiere vivir un largo estancamiento. La OCDE estima que el principal apoyo al crecimiento de España vendrá del lado de la caída de la tasa de paro, una situación comprensible si se tiene en cuenta la pérdida de población activa que va a sufrir por las jubilaciones.
La tasa de empleo de España aumentará algo más de un 12% hasta 2060, según los cálculos de la OCDE, dos puntos más que la media de la eurozona. Esto coloca a España como el decimosegundo mejor país de los 46 analizados, situado entre Indonesia y Hungría. La reducción de la tasa de paro será una buena noticia, pero no es consuelo, porque se producirá como consecuencia de la caída de la población activa.
La subida de impuestos que viene
España tiene, además, otro hándicap de cara a las próximas décadas: subir los impuestos. La OCDE ha realizado un cálculo de cuánto tiene que aumentar la presión fiscal de los países para poder financiar el déficit actual y el gasto público futuro, y así evitar que la deuda siga aumentando. España está entre los 20 países que tendrá que lograr un mayor incremento de la recaudación (en concreto, en la posición 15).
En concreto, tendrá que elevar los ingresos públicos en unos siete puntos del PIB. El principal gasto que tendrán que soportar las AAPP a largo plazo es el de la Sanidad por el envejecimiento, que requerirá casi dos puntos de PIB. Otros dos puntos serán consecuencia de la normalización de los tipos de interés, que serán superiores al crecimiento del PIB. En una economía tan endeudada como la española y con previsiones de crecimiento nada optimistas, la carga de intereses a futuro puede ser un problema. Por último, el incremento del gasto en pensiones requerirá 1,5 puntos adicionales de recaudación y otros 1,5 se necesitarán para corregir el déficit actual.
Esta subida de impuestos no conseguiría evitar el crecimiento de la deuda, pero sí estabilizarla en porcentaje del PIB. O, lo que es lo mismo, que crezca al mismo ritmo que el PIB. Si las reglas fiscales exigen reducir la ratio, la subida de impuestos o el recorte del gasto tendrá que ser más ambicioso.
España se queda con uno de los escenarios más negativos de todos los 46 países analizados por la OCDE. Si se cumplen las previsiones del organismo, la convergencia hacia las economías líderes se verá completamente bloqueada y, además, será sobrepasada por otros países que tradicionalmente se han encontrado por detrás, como son Portugal o Grecia.
La OCDE es pesimista. El crecimiento global agonizará durante las próximas décadas como consecuencia de la caída de la población activa en los países desarrollados por el envejecimiento y la desaceleración de la productividad en los países emergentes a medida que convergen hacia los niveles de vida occidentales. El avance del PIB en los países de la OCDE y el G20 (que engloba a los países desarrollados y las grandes economías emergentes), que creció por encima del 3,5% al inicio del siglo, ha frenado al 2,8% en la actualidad y seguirá ralentizándose hasta llegar al 1,7% hacia 2060, según el escenario central a largo plazo que ha publicado este jueves. Este escenario se elabora a partir de un comportamiento inercial tanto de la productividad como del capital humano, pero no incorpora elementos inesperados que puedan cambiar la tendencia de productividad, como, por ejemplo, la incorporación de la inteligencia artificial (IA).
Fuente El Confidencial