Por Angelo Panebianco
Fue creada para defender un orden internacional con ciertas características. Hoy es un escenario en el que los contestatarios de ese orden encuentran visibilidad, hacen alianzas, captan consensos
Si una institución que fue creada para servir a un fin determinado se pone al servicio de un fin opuesto al original, se puede hablar de “heterogénesis de fines”. ¿Podría haber ocurrido esto con las Naciones Unidas? Se creó con el fin de mantener un orden internacional con determinadas características. Hoy, es un escenario donde los desafiantes de ese orden encuentran visibilidad, forjan alianzas, captan consensos. No parece un accidente, desde luego, sino más bien un símbolo de esa heterogénesis de fines que Irán presida hoy el Foro de Derechos Humanos de la ONU.
En el origen de las Naciones Unidas, nacidas en 1945, está el proyecto de un nuevo orden internacional concebido por el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt. El modelo es laSociedad de Naciones nacida al término de la Primera Guerra Mundial bajo el impulso del Presidente Woodrow Wilson. La idea, que procede de la tradición liberal, es que para pacificar el mundo, un sistema de seguridad colectiva debe sustituir al antiguo equilibrio de poder. La Sociedad de Naciones, por diversas razones, fracasó, no logró el objetivo. Las Naciones Unidas fueron el segundo intento de lograr el mismo resultado. Pero también fueron, en las intenciones estadounidenses, un pilar del orden internacional que se estaba instaurando tras la derrota del nazismo. Un orden que, en las intenciones, debía sostenerse sobre dos pilares, uno material (el poder estadounidense) y otro cultural (la tradición liberal-democrática occidental).
En el caso de las Naciones Unidas, sin embargo, las principales limitaciones del proyecto se hicieron patentes en cuanto terminó la colaboración entre los vencedores del conflicto mundial y estalló la Guerra Fría. Un sistema de seguridad colectiva confiado al gobierno de las grandes potencias (como deberían haber sido los miembros permanentes del Consejo de Seguridad) sólo puede funcionar bajo dos condiciones: la primera es que existan valores compartidos entre las grandes potencias en cuestión; la segunda es que no se produzcan cambios drásticos en la distribución del poder, de manera que quien hoy es una gran potencia mañana deje de serlo.
La Guerra Fría paralizó el sistema de seguridad colectiva (la intervención en Corea en 1950 fue posible gracias a la ausencia temporal del representante soviético en el Consejo de Seguridad). Además, pronto se hizo evidente que algunos de los miembros permanentes con derecho de veto, a saber, Gran Bretaña y Francia, ya no eran grandes potencias. La ausencia de valores compartidos y los cambios en el reparto de poder imposibilitaron el funcionamiento del sistema de seguridad colectiva. La ONU se plegó a la lógica de la competencia bipolar entre las dos superpotencias nucleares.
Tras el final de la Guerra Fría, en el llamado periodo “unipolar” en el que Estados Unidos era ya la única gran potencia que quedaba, la ONU pareció recuperar la capacidad de contribuir a la seguridad colectiva. Para la ONU fue una especie de edad de oro. Algunos incluso la imaginaron como el embrión de un futuro gobierno mundial. En la década de 1990, las misiones de mantenimiento e imposición de la paz se multiplicaron bajo la bandera de la ONU. La ONU registró, junto a algunos éxitos, también algunos amargos fracasos. El más grave: no detener las masacres de Ruanda (1994).
En el siglo XXI, la ONU ha entrado en una nueva fase. Refleja, una vez más, los cambios en el equilibrio de poder: el declive relativo del poder estadounidense, el ascenso de China, la reanudación de la antigua hostilidad rusa hacia Occidente, la búsqueda de autonomía por parte de diversas potencias regionales. Hoy, las Naciones Unidas son el más visible de los escenarios institucionales en los que se manifiesta el conflicto entre los partidarios occidentales (que están a la defensiva) del orden internacional liderado por Estados Unidos nacido tras la Segunda Guerra Mundial y las potencias que quieren imponer un orden alternativo.Tienen razón quienes recuerdan que en el asunto de la ONU hay claros y oscuros. La ONU, también a través de sus agencias especializadas, ha desempeñado tareas importantes y valiosas en muchas situaciones. Sus numerosas iniciativas de desarrollo han registrado fracasos, pero también éxitos. Las misiones de mantenimiento de la paz, cuando y si han sido posibles, han ayudado a menudo a contener brotes de violencia. Además, tras la descolonización, al obtener un escaño en la Asamblea de la ONU, muchos Estados nuevos y originalmente frágiles encontraron apoyo y legitimidad. En resumen, es erróneo pensar que el balance es sólo negativo.
Pero también se equivoca quien no ve la transformación de una institución, nacida de las entrañas de la tradición liberal occidental, en otra cosa. He citado el caso de Irán al frente del Foro de Derechos Humanos. ¿Qué significa esto? Significa que la idea de los derechos humanos, una idea occidental (su origen es el derecho natural cristiano) ha sido totalmente trastocada, significa que quienes colocan a Irán en ese lugar están utilizando las ideas occidentales vaciándolas de su significado original, las están utilizando para defender formas de organizar el poder y prácticas políticas que, desde el punto de vista occidental, son, de los derechos humanos, la negación. La misma transformación, en un sentido antioccidental, la atestigua también la singular posición de paria-estado a la que la ONU ha relegado (a decir verdad, desde hace mucho tiempo) -y es el único caso- a uno de sus Estados miembros, a saber, Israel. Sin repasar la larga historia de la conflictiva relación entre Israel y la ONU, baste comparar el activismo del actual secretario general, António Guterres, en defensa de Gaza con su silencio e inercia en el asunto ucraniano.
Las Naciones Unidas no son, por supuesto, ni lo serán nunca, el embrión de ningún gobierno mundial. Son una tribuna y un escenario. Dado que en ella prevalecen los ánimos y la retórica antioccidentales, los occidentales deberían coordinarse mejor para contrarrestarlos. Por lo demás, la ONU sirve para medir el equilibrio de poder, para mostrar a la opinión pública mundial quién es aliado de quién, de vez en cuando, es capaz de obtener el mayor consenso entre los numerosos Estados del mundo. Sirve para hacer visibles los cambios en el equilibrio de poder. En este sentido, cumple una función útil. Pero no pretendas que sea algo más.