El contexto inflacionario que vive la Argentina hace años, que se aceleró en los últimos meses tras la devaluación de diciembre y la desregulación en algunos sectores, tiene un efecto inmediato sobre el bolsillo de los argentinos. En un escenario de cambios económicos y un plan de avanzar hacia el superávit fiscal, el alza del costo de vida empuja hacia arriba las exigencias de las familias para mantener su nivel de vida. En la ciudad de Buenos Aires, que registró una inflación del 21,7% en enero, hacen falta $888.116 para ser considerados de clase media.
Es el dato que surge del informe mensual de líneas de pobreza y canastas de consumo de la Dirección General de Estadística y Censos de la ciudad, y corresponde a un grupo familiar de cuatro integrantes (dos mayores y dos menores). El número marca un incremento del 19,2% con respecto al dato de diciembre (la canasta estimada era de $745.270). En otras palabras, en enero fueron necesarios $142.846 más que en diciembre para que ese mismo grupo familiar siga siendo considerado de clase media.
El informe, sin embargo, realiza sus estimaciones para familias propietarias de su vivienda. Es decir, no contempla en sus cifras el costo del alquiler de una propiedad. En la Ciudad de Buenos Aires, según los últimos números de la plataforma de avisos online Zonaprop, el valor promedio mensual de un departamento de tres ambientes ascendió a $558.710 en enero.
De esta manera, aquellas familias que sean inquilinas en Capital (se estima que más de un tercio de sus habitantes lo son), el ingreso mínimo para ser considerado estadísticamente de clase media es de $1.444.826.
El incremento en el costo de vida se aceleró en las últimas semanas, según lo muestran las estadísticas oficiales. Más allá del dato de inflación (21,7%), hubo ajustes por encima del promedio en categorías sensibles como alimentos, transporte (naftas y colectivos), salud (planes de medicina prepaga) y recreación, que afectaron a los ingresos de la población.
El informe estadístico oficial estimó el valor de la canasta alimentaria y la canasta básica total, que utilizan para determinar los umbrales estadísticos de indigencia y pobreza en la ciudad. La primera, que toma en cuenta el valor de una canasta de alimentos básicos, se determinó en $367.823 para ese hogar de cuatro integrantes (dos adultos y dos menores). De esta manera, el grupo familiar que no alcanzó en enero un ingreso mínimo de esa cifra fue considerada indigente.
Hace un año, en enero de 2023, el valor estimado de esa misma canasta era de $95.635, lo cual muestra un encarecimiento del 284,6% (es decir, casi se cuadruplicó). En términos absolutos, hacen falta $272.188 más que hace un año para superar la barrera de la indigencia.
Si se coteja frente a diciembre, la suba de la barrera de la indigencia fue del 20,7%, lo cual implica que una familia necesitó en enero $63.159 más que en diciembre para no ser indigente.
En tanto, la canasta básica total, que además de alimentos considera otros elementos esenciales como ropa, educación o recreación, se definió en $590.041 en diciembre. En consecuencia, fueron considerados pobres aquellos grupos familiares que no tuvieron un ingreso mensual de por lo menos ese valor en enero.
El informe oficial del ente estadístico porteño estimó además que con un ingreso de hasta $710.493, ese hogar integra el sector de “no pobres vulnerables”, mientras que quienes reunieron entre esa cifra y $888.116 integraron el “sector medio frágil”.
En la cima de la pirámide se encuentran los definidos como “sectores acomodados”. De acuerdo con las estadísticas oficiales, son las familias que en enero tuvieron un ingreso familiar total de al menos $2,8 millones.
Fuente La Nacion