Por Irene Hartman
Ni el laboratorio que tiene la mayoría del mercado, ni el Gobierno, explican cómo resolver la falta de repelente.
Mientras la gente lo padece, al no tener manera de protegerse de los mosquitos, el tema es eje de chicanas políticas
El Gobierno abrió la importación de alimentos de la canasta básica porque confía en que con más competidores los precios bajarán. La decisión es discutible, pero se basó en una mirada pragmática sobre los efectos de ensanchar el mercado y, como dijo el Gobierno, de hacer que los precios sean “más competitivos”. Sin embargo, el mayor brote epidémico de dengue y la desesperante escasez de repelente de mosquitos, en un contexto que de competitivo no tiene nada porque o no hay producto o su precio es abusivo, no parecen despertar ni el mismo interés ni la misma celeridad.
Baste de ejemplo que este martes, el Ministerio de Salud de la Nación difundió un comunicado titulado “Sobre la situación epidemiológica del dengue y las medidas de prevención” en el que el término repelente no figura ni una sola vez.
Una de las voces que viene denunciando esta situación es el senador del radicalismo Martín Lousteau, en duras acusaciones contra el Gobierno de Javier Milei, que no tardaron en ser respondidas por distintos actores de la escena política. Una de ellas, quien conduce la Cámara de Diputados, Martín Menem.
La respuesta de Menem simboliza bien las sensaciones de estos días de parte de muchos periodistas que vienen cubriendo las políticas de salud del ya no tan flamante pero sí bastante desconocido ministro Mario Russo.
Y es que, por más que las consultas periodísticas son enviadas a las empresas fabricantes de repelente y a las autoridades nacionales y provinciales, las respuestas que llegan son pobres, de esas que recortan variables sin dar realmente con el meollo de la cuestión. Veamos algunas.El bien más preciado e imposible de conseguir por estos días en los comercios. Foto: Fernando de la Orden
1. Ante la consulta por la posibilidad de importar producto de otros países, fuentes del Gobierno comunicaron algunos conceptos que no dejan de ser generalidades: que estamos transitando un pico de dengue y que como la demanda se incrementa en este momento del año, surgen los cuellos de botella.
Lejos de hablar de repelente, plantean la necesidad de enfocar los cuidados en la eliminación de los criaderos, aspecto que por supuesto tiene una importancia mayúscula, pero no resuelve “la cotidiana”.
2. La empresa SC Johnson, que produce la marca Off, reenvía una y otra vez versiones similares del mismo “statement” corporativo, hace meses.
Para decirlo sin eufemismos, explican de un modo proactivo que hacen lo que pueden, pero no dan abasto. Es una respuesta en piloto automático, al margen de que la pregunta concreta haya sido si, por ejemplo, no hay alguna posibilidad de que importen el producto desde algún otro país.
3. Con distintos grados de delicadeza, en el entorno de las jurisdicciones metropolitanas se le echa la culpa a Nación, que no importa repelente de otros países. También se habla de la opción de abrir la importaciones de este rubro, como se hizo con los alimentos de la canasta básica.
4. Hay voces del mundillo farmacéutico que hablan de los problemas para importar el componente “mágico” de algunos repelentes llamado DEET, que parece que falta en todas partes, pero no es fácil encontrar una voz solvente que de verdad sepa algo de esta cuestión.El repelente es un insumo clave para protegerse de los mosquitos y sin embargo no está disponible. Foto: Shutterstock.
Sí es claro que por más que provincias como Buenos Aires, Santa Fe y Formosa tienen laboratorios nacionales de repelente, la cosa no tracciona. O no logran escalar la producción o hay obstáculos bien a la Argentina, como una gran falta de envases.
El sentimiento que se deriva de todas estas conversaciones es que nadie parece estar a la altura de las circunstancias.
Esa altura es la del vuelo del mosquito Aedes aegypti. Y, en cambio, hay quienes apuntan de lleno a la bajeza comunicacional.
Dengue sin repelente, en un comunicado del Ministerio de Salud
“Martincho”, arranca, irónico, el mensaje de Martín Menem dirigido a Martín Lousteau, en la ex red Twitter.
Quien es abogado, montó una empresa de suplementos dietarios y arrancó su vida política hace muy poco, en 2021, continúa su no tan elaborado mensaje así (las mayúsculas están en el original):
“Como ECONOMISTA ya te hemos padecido cuando fuiste parte del KIRCHNERISMO. (La 125 y demás..). Ahora como ‘sanitarista’ claramente observamos el grado de improvisación que manejás en materia desconocida para vos. Asesorate mejor y consultá cómo funciona el dengue”.
A pesar de todo, parece importante el final de ese posteo. ¿Tienen idea las autoridades de cómo funciona el dengue? O mejor, ¿tienen algún plan sobre cómo frenarlo?
En otro ejemplo de vuelo comunicacional mediano, el mensaje del Ministerio de Salud que no habla de repelente señala (sin ninguna originalidad) que “hoy estamos sufriendo las consecuencias de la falta de prevención que hubo el año pasado, donde no se hizo el trabajo correspondiente. Lo mismo ocurrió por parte del ejecutivo nacional, que no compró los larvicidas para las provincias desde el año 2022”.
Y, en alusión a la información sobre la vacuna contra el dengue, líneas abajo dedican un infaltable párrafo a criticar la labor periodística: “Desde el Gobierno Nacional no se avalará que la política o los medios de comunicación sumen miedo y confusión”.
Cerrando esta larga tanda de feriados, este martes hay adultos que verdaderamente tienen esos sentimientos. No tanto por lo que digan los medios sino de cara a ese “culito” de repelente que se ríe de ellos mismos desde el aparador.
Algunos barajan mandar a los chicos sin repelente a la escuela. O ellos mismos salir al trabajo sin cobertura en la piel. Todos con mangas largas y holgadas, haga frío o haga calor, una barrera mecánica paliativa, pero completamente imperfecta.
Afortunadamente, el comunicado de Salud ofrece un pasaje más que vale la pena citar.
Utiliza un tipo de pronombre que en gramática se llama “nosotros inclusivo”. Su sentido es ancho y, en este caso, valioso. Al que enuncia le permite interpelar a los demás, al mismo tiempo que a sí mismo.
El imperativo no podría ser más adecuado: “No podemos repetir los errores del pasado”.
Fuente Clarin