Por Enrique Guillermo Avogadro
“Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”.
Lucio Anneo Séneca
Estoy jubilado y, como tal, pertenezco al sector más perjudicado por el inevitable ajuste de las catastróficas cuentas públicas que Javier Milei recibió como herencia del kirchnerismo; los veinte años de populismo ladrón y suicida, que toleramos sin chistar, no podían ser, ni lo fueron, gratuitos. Sin embargo, sigo apoyando firmemente al Gobierno pues tengo la convicción de que, con su sorprendente velocidad en la gestión económica, está llevando al país al buen camino y la certeza de que, si no se produce un improbable estallido social antes de junio, el rumbo será mantenido esta vez por mucho más de un período presidencial.
Como dijo Claudio Zuchovicki, en su imperdible disertación en el Rotary Club , como muchísimos ciudadanos creo que esta vez saldrá bien y llegaremos a buen puerto.
Las razones son varias. Hizo dos preguntas a los comensales. La primera, quién era el jefe del oficialismo; la obvia y unánime respuesta fue Milei; en cambio, cuando intentó que sus oyentes identificaran al jefe de la oposición, las respuestas fueron casi infinitas.
El proyecto moralizador del Gobierno y el descubrimiento diario de kioscos de corrupción y nichos de latrocinio en los tres niveles de la administración pública están generando en la sociedad, harta de “ñoquis” y absurdos privilegios y canonjías, un tan generalizado repudio que hasta los despidos y cese de contratos son aplaudidos masivamente, como prueba la falta de acompañamiento a las diferentes medidas que ha tomado ATE para protestar. La -hace años- temible CGT sintió tanto el fracaso del paro general que realizó contra el Presidente a sólo 50 días de su asunción, que no consigue unificar un criterio para implementar un plan de lucha. Y los gerentes de la pobreza, por su parte, han perdido totalmente la capacidad de movilización al impedirse su intermediación entre el Estado y los comedores populares y y los beneficiarios de los planes sociales..
El león libertario vive hoy en un mundo raro: el peronismo, al cual la sociedad le adjudica la responsabilidad por los padecimientos actuales por su voracidad saqueadora y sus políticas empobrecederas, está tratando, con enorme dificultad, de reconfigurarse después de las peores derrotas electorales de su historia a las cuales lo condujo Cristina Fernández y la prueba es que, en muchas provincias del Noroeste que le eran tradicionalmente adictas y en las cuales ni siquiera La Liberad Avanza tuvo candidatos, hoy Milei concita una mayor aprobación que los gobernadores electos en octubre; por su parte, el radicalismo vive una crisis tal que, mientras el recién elegido Presidente del partido, Martín Lousteau, votaba en el debate de la “ley ómnibus” en contra del Gobierno, casi todos los senadores de su bloque lo hicieran a favor.
Por supuesto, aplaudo fervorosamente cuanto se está haciendo en las áreas de seguridad y defensa y, en especial, el fin del falso relato sobre lo ocurrido en los trágicos 70’s; espero, sí, que esta correcta orientación oficial tenga su correlato en la actitud de los fiscales y del propio Gobierno en relación a los presos políticos, militares, policías, sacerdotes y civiles, encarcelados para servir al kirchnerismo al blindarlo con el favor de una izquierda que, como decía el fundador de la banda delictiva, “te da fueros”.
Pero nada de todo lo positivo que veo y apoyo en la gestión de Milei me permite obviar algunos “detalles” graves, que pueden resultar enormemente gravosas, tanto para el erario público cuanto para la poderosa imagen “anticasta” y anticorrupción que irradia el Presidente; estos temas no llegan habitualmente al conocimiento del gran público, mucho más preocupado por los problemas que afectan a la realidad cotidiana, pero sí inquietan, y mucho, a los más informados y, entre ellos, a los inversores, propios y ajenos, que necesitamos con absoluta desesperación para sacar a la Argentina del pozo de inmundicia y decadencia en que se encuentra. Las voces de alerta o de franca crítica que surgen todos los días de las asociaciones empresarias, políticas y profesionales son claros avisos en tal sentido.
Me refiero, una vez más, a hechos inexplicados, tales como la designación de Mariano Cúneo Libarona como Ministro de Justicia, a la nominación del Juez Ariel Lijo para integrar la Corte, al nombramiento de Andrés de la Cruz como Sub-Procurador del Tesoro, y a la anunciada elección de Santiago Viola como representante de la Cámara de Diputados en la Auditoría General. Dado que Carlos Pagni inventarió con coraje y tan prolijamente las pavorosas manchas que cubren el pasado reciente de todos estos tigres y las naturales susceptibilidades que sus nombres despiertan en su absolutamente imperdible nota del jueves en La Nación , puedo abstenerme de repetirlas aquí.
Circulan infinidad de versiones acerca de las razones que llevaron al Presidente a cometer estos claros dislates, e incluyen desde un pacto de impunidad con Cristina Fernández y sus cómplices a cambio de un dudoso apoyo a sus transformadoras propuestas legislativas, a la necesidad de contar con una Corte Suprema adicta para evitar un freno judicial a las medidas del Ejecutivo nacional, y hasta a un acuerdo secreto con el Sergio Massa que, para dividir a la oposición, habría habilitado y financiado la campaña electoral del líder libertario y llenado sus listas con candidatos que le son fieles. Está en Milei dar las explicaciones del caso pero, si estuviera habilitado, sin duda le recomendaría que lo hiciera muy rápido, antes de que se produzcan los efectos negativos que he descripto.