Por Diego Barceló Larran
Javier Milei es el presidente argentino que más ha viajado al exterior, al menos en los seis primeros meses de mandato. Su viaje a Italia es el octavo, al que le seguirán los ya programados a España, Alemania y República Checa. Muchos se preguntan si eso es adecuado, dados los múltiples problemas que hay en el país.
Creo que estos viajes son un elemento central y que van en el interés de los argentinos de bien.
Siendo Argentina un país que ha defraudado tantas veces la palabra empeñada, con tantas idas y vueltas, y crisis recurrentes, no es suficiente en nuestro caso que un embajador, por ejemplo, explique los cambios que se están realizando. Es necesario que lo explique el líder del proyecto para que no queden dudas acerca de qué quiere hacer el gobierno.
Además, las reuniones con Elon Musk (Tesla), Sundar Pichai (CEO de Google), Tim Cook (CEO de Apple) o Mark Zuckerberg (CEO de Meta), que por sí mismas son un logro que ningún otro presidente antes consiguió, son el inicio de un proceso que puede desembocar en inversiones y empleos en nuestro país.
Tampoco hay que subestimar la importancia de la difusión de las ideas de la libertad. Cuanto más se sepa en el mundo que cosas que normalmente se consideran “imposibles”, están siendo puestas en práctica por el gobierno de Milei (por ejemplo, cerrar la agencia oficial de noticias o ajustar el gasto público de manera súbita y profunda), más gente podrá apoyar candidatos con propuestas similares. A su vez, eso ayuda a correr el eje de la discusión pública, realimentando la posibilidad de reformas liberalizadoras.
Siendo todas estas razones que justifican los viajes de Milei, ninguna de ellas es, para mí, la más importante.
Nuestra democracia es aún joven y frágil. No hace falta retroceder hasta los saqueos a los supermercados en 1989 y 2001, o los cinco presidentes en once días en la crisis de 2001-2002. Todos vimos el video en que un encumbrado kirchnerista decía que el recién inaugurado gobierno de Milei era como “Semana Santa, porque no sabemos si cae en marzo o en abril”. No era un caso aislado: pocos días atrás, el economista Ricardo Arriazu dijo que un intendente del conurbano le había dicho, también a los pocos días de asumir el nuevo gobierno, que “mi información me dice que los saqueos a los supermercados empiezan en febrero”.
Así, los viajes internacionales de Milei también apuntan a crear una red de poderes (políticos, empresariales y mediáticos) que estén interesados en que su gobierno tenga continuidad. En otras palabras, a falta de apoyo parlamentario y de gobernadores, sumar a la continuidad del apoyo popular (por ahora, el único sostén real del presidente) un apoyo sólido del exterior. Esto último solo se puede conseguir viajando, y mucho.
Como expliqué en un artículo anterior en La Prensa (1), aun imaginando el peor escenario, el gobierno de Milei será el de mayor éxito en décadas. Como es evidente, para que eso sea así, hay una condición necesaria: su mandato tiene que durar los cuatro años previstos. Lejos de ir en contra de los intereses de los argentinos de bien, los viajes internacionales de Milei también sirven para apuntalar la propia estabilidad de su gobierno, condición sine qua non para el fin de la inflación y del déficit fiscal.
Más aún: cuanto más viaje, mejor.