Por Mariano Boettner
El Gobierno priorizó la baja de la inflación a costa de una menor acumulación de reservas y asegurarle al mercado que podrá pagar su deuda más allá de si logra regresar al mercado de capitales o acordar con el FMI
El episodio de pánico global en los mercados que se hizo carne en las principales plazas financieras del mundo el último lunes le sirvió al Gobierno para envalentonarse y defender su plan económico, que cumple ocho meses de vigencia tras el cambio de mandato en diciembre pasado. El impacto menos pronunciado que en otros mercados que tuvo lugar sobre los activos argentinos fue adjudicado, por el equipo económico, a la marcha de su programa y también al haber sostenido el cepo cambiario, a contramano de la opinión de algunos economistas.
Incluso el Poder Ejecutivo llegó hasta relativizar la relevancia de la suba del riesgo país que mostraron las pantallas aquel lunes, y que al principio del plan económico asomaba como una de las variables principales a monitorear para medir la rapidez con la que el Gobierno podía retornar a los mercados internacionales de crédito. El mantra oficial ahora es que ese sobrecosto que debe pagar la Argentina por emitir, eventualmente, deuda en el exterior, dejó de ser importante porque dejó de ser una meta.
Es esa una de las características que algunos analistas marcan como particular para esta etapa de programa económico: la deuda no buscará ser rolleada (renovada con emisión de nuevos bonos) por las altísimas tasas que debería convalidar el Tesoro, sino que buscará dar señales de que tiene el Ministerio de Economía de dónde sacar los dólares para pagar. El repo que negocia con bancos internacionales apunta precisamente a eso.
Más allá de eso, el control de la brecha cambiaria y de los dólares financieros, y seguir empujando hacia abajo a los índices de inflación asoman con claridad para algunos informes que circularon por el mercado en los últimos días como los objetivos que priorizará el Gobierno nacional.
“El objetivo privilegiado de la nueva fase continuar· siendo el de lograr que la inflación converja a la pauta de devaluación del 2 por ciento. Para dar aún más consistencia al objetivo de desinflación, se complementó el ancla fiscal ya vigente con una meta de ‘emisión cero’”, planteó Abeceb.
“Un segundo objetivo es revertir el proceso de ensanchamiento de la brecha, algo que ya está ocurriendo. Además de restringir la liquidez ‘cerrando las canillas’ de emisión monetaria, el gobierno va a intervenir aumentando la oferta de dólares en el MEP y el CCL. Probablemente las tasas dejen de ser negativas”, especuló esa consultora, fundada por Dante Sica.
Por último, consideró que un tercer objetivo sería, a manera conjetural, el de preparar el camino para “una unificación del mercado de cambios (¿en el último trimestre?)”. “Hubo flexibilizaciones en los pagos de importaciones y en ciertas compras de dólares para ahorro, al tiempo que se prometió eliminar el impuesto PAIS, aún cuando todas estas medidas implican agregar presión sobre las reservas. En segundo lugar, Caputo anticipó una convergencia completa en septiembre al pronosticar una tasa de inflación de entre uno y cero y el presidente puso esta cifra como condición para eliminar el cepo”, razonó Abeceb.
Por su parte, Camilo Tiscornia, economista y director de C&T Asesores Económicos, aseguró que “el mensaje del Gobierno es bastante claro en un aspecto que es el control fiscal y la lucha contra la inflación, es clarísimo y es indudable. También la voluntad de eliminar el cepo que es el tema más controvertido junto al atraso cambiario”.
“Lo que está menos claro escuándo liberaría el cepo, cuál es la evolución de la política cambiaria actual, si va a un tipo de cambio flotante, flotación sucia, un crawling peg distinto, no está definido y el país paga un costo de incertidumbre sobre eso. Pero las correcciones sobre lo que dejó el Gobierno anteriores es muy importante y es fundamental”, apuntó.
“Probablemente internamente tengan más cosas definidas de las que transparentan. Uno sabe que hay enormes beneficios en cuanto a credibilidad cuando un Gobierno manifiesta compromiso con ciertas reglas. El Gobierno debe pensar que esas ganancias potenciales en credibilidad para luchar contra la inflación pueden verse opacadas si se compromete a algo que no puede cumplir. Y ven que no tienen fortaleza suficiente en la economía para hacer promesas creíbles en esas dimensiones, sobre toda la cambiaria. Sí lo puede hacer en lo fiscal y lo pudo cumplir”, concluyó Tiscornia.
Un informe de la Fundación Mediterránea, del economista Jorge Vasconcelos, también abordó la cuestión sobre las dudas y certezas del plan económico. “Las variables financieras y cambiarias reflejan incertidumbre acerca de cuál habrá ser el punto de llegada de la actual transición, si dolarización, competencia de monedas o un régimen convencional, de metas de inflación y flotación cambiaria. El punto es que esta indefinición inevitablemente está afectando la toma de decisiones de mediano y largo plazo de las empresas”, detalló.
Caputo y Bausili, en una reunión reciente con operadores del mercado financiero
En ese sentido, apuntó que el flanco más débil de reservas por la intervención sobre los dólares financieros obligó al equipo económico a buscar alternativas como “el uso del oro de las reservas como colateral, el acceso directo e indirecto a reservas brutas incrementadas por el blanqueo de capitales, la eventual emisión de bonos con garantía del Banco Mundial, al estilo de Ghana, entre otras”. “Las credenciales logradas por el resultado fiscal del primer semestre le otorgan al gobierno cierto margen en este flanco, siendo que, de todos modos, no parecen haber madurado condiciones para un nuevo acuerdo con el FMI”, concluyeron.
Por su parte, 1816 dijo en un informe reciente que el margen que se dio el Banco Central para emitir pesos -lo que marca que el plan de “emisión cero” tiene en realidad espacio para la expansión de la base monetaria- da a entender “que no hubo aún una definición total de las autoridades acerca de cuál es el régimen monetario futuro”.
“Las variables financieras y cambiarias reflejan incertidumbre acerca de cuál habrá ser el punto de llegada de la actual transición, si dolarización, competencia de monedas o un régimen convencional, de metas de inflación y flotación cambiaria” (Vasconcelos)
“Esto se podría interpretar como una señal de que el Gobierno mantiene sus opciones abiertas, no descarta un nuevo programa con el FMI y sabe que para conseguirlo deberá encontrar un equilibrio entre lo que siempre planteó Milei (dolarización) y lo que deben exigir los técnicos del staff del Fondo”, agregaron desde 1816.
“En definitiva, si el mercado tenía dudas sobre la política monetaria de 2025, estas no fueron respondidas con el nuevo marco del BCRA: las anclas del programa de Milei siguen siendo entonces el superávit fiscal y la imagen pública del Presidente. Acaso esa indefinición es la que evita que el riesgo país se acerque a 1.000 puntos, a pesar de que en junio el Gobierno logró la notable marca de seis meses de superávit financiero consecutivos”, continuaron.
“Nuestro escenario base es que la unificación será en 2024 (porque, si se hace con un salto del FX, que es el escenario más probable en nuestra opinión, es muy riesgoso hacerlo en un año electoral) y pensamos que la dolarización sigue siendo el fin ulterior de la política económica (aunque no sea una meta inmediata), pero reconocemos tener poca convicción con ambas respuestas”, concluyeron.
Fuente Infobae