Por Ignacio Zuleta
La decisión de la expresidenta es clave para que el radical quede al frente de la Bicameral de Inteligencia.
Entre otras cosas, revisaría el DNU de Milei que le dio $ 100.000 millones a la nueva SIDE.
Lousteau: resuelve hoy Cristina
El trajín de otra semana caliente probará si la conducta de los protagonistas está dictada por el sentido de la oportunidad o por su capacidad estratégica. La diferencia puede no importar en el orden de las personas. Pero es decisivo en cuanto el interés público.
Si Martín Lousteau es elegido el martes presidente de la comisión de vigilancia de los espías, habrá ganado el sentido de la oportunidad por sobre la falta de estrategia oficial. Este lunes se reunirán discretamente los seis integrantes del peronismo de esa Bicameral para resolver qué harán.
“Si podemos meter ahí a Lousteau de presidente –me admitió este domingo uno de sus integrantes– va a ser él”. Ese sexteto está integrado por Wado de Pedro, Oscar Parrilli, Leopoldo Moreau, Germán Martínez, Paula Penacca y Florencia López. Todos militan en el cristinismo extremo, lo que hace suponer que Cristina de Kirchner tendrá la última palabra.
Si el elegido es Lousteau, será la segunda vez en su vida que ella se inclina por su ex ministro. La bicameral de inteligencia habrá quedado en manos del peronismo y del presidente de la UCR, dos partidos de la oposición -un desafío a la capacidad desregulatoria de Sturzenegger-.
Se demostrará, del lado del oficialismo, la falta de estrategia para no quedar expuestos en la vulnerabilidad de estar en manos de sus adversarios. Quienes votaron al Gobierno, lo primero que esperarían de sus representantes es que tengan sentido del propio interés y lo defiendan. Después de todo, es el de sus votantes.
La noticia ganó circulación desde mitad de semana bajo la forma perversa del “trascendido” -palabra que conviene erradicar del léxico del periodismo, como también “versión”, “rumor” y los variados sinónimos que intoxican la comunicación-. La admitió Martín Menem en un diálogo con Oscar Agost Carreño en la mañana del jueves, en un parte de sesión de diputados, que relató Clarín.
Oscar Agost Carreño: Dejanos hacer política. ¿O sólo ustedes pueden hacerlo?
Martín Menem: ¿De qué me hablás?
Agost Carreño: Por ejemplo, lo de Lousteau en la Bicameral de Inteligencia…
Menem: Bué… Hay cosas en las que no tengo nada que ver.
Más allá de la calificación que merezca esa especie, es legítimo especular que el peronismo tiene 6 miembros en la Bicameral de Inteligencia que nunca votarían a los candidatos del Gobierno. Son el entrerriano Edgardo Kueider (se apartó de la oposición de Unión por la Patria y votó la Ley Bases) y el misionero Enrique Goerling (un macrista).
Si se suman los 6 votos opositores a 2 del radicalismo (como el del propio Lousteau y de Mariela Coletta) la oposición tiene los 8 para imponer a Lousteau, por sobre los 14 totales que la integran. ¿Por qué irían contra su propia estrategia de opositores?
Lousteau sostiene que al Gobierno se le sacan más cosas atacándolo que alineándose. “Te van a putear en público, pero por debajo, te van a dar lo que querés”, se le ha escuchado en el bloque del Senado –o alguien creyó escucharlo–”.
El factor radical en el espionaje
La oferta explicativa del fin de semana apostó que si esto ocurre es con la venia de Olivos. Es explicable porque los opinadores del oficialismo creen que todo lo que pasa entre el cielo y la tierra ocurre porque lo mandan la Dra. Karina y el Dr. Caputo.
La noticia tiene más sentido si termina ocurriendo como un pacto entre el peronismo K del Senado y el sector Lousteau del radicalismo. En todo caso es consecuencia de factores racionales: primero, que el Gobierno ha reconocido uno de los pilares de la vida pública del último medio siglo, que es el rol del radicalismo en el funcionamiento de los servicios de inteligencia, con todos los gobiernos.
El ubicuo infante Caputo puso por escrito que la reforma de los servicios, incluyendo el DNU de los $ 100.000, fue obra e inspiración del secretario estratégico José Luis Vila, un histórico del radicalismo de la rama que hoy representan Lousteau-Yacobitti, etc. Vila llegó al Gobierno por la relación con Guillermo Francos en tiempos sciolistas.
Milei eligió entre los 3 radicalismos
Segundo factor: el Gobierno ha decidido que entre los tres radicalismos que hay, elige acercarse al loustosismo porteño. Después de todo, este sector cogobierna en la CABA con el PRO, el partido que el mileísmo está adobando para comérselo, con Macri o sin Macri. Sin él, mejor, porque es duro y tiene espinas.
Si el Gobierno estuviera detrás de esto, que hasta ahora es una patraña informativa, estaría desairando al radicalismo del interior (que hoy apoya a Mario Negri para integrar la Auditoría General de la Nación) y al de los gobernadores.
Lousteau dejó afuera en la comisión de inteligencia a Mariana Juri, la referente del mendocino Alfredo Cornejo. No faltó quien explicase la ausencia de Victoria Villarruel en un acto sanmartiniano en Mendoza por el enojo de Cornejo porque la vicepresidenta masajeó a favor de la designación de Lousteau en la bicameral inteligente: ella expresa aquí su disidencia de fondo con el Ejecutivo de Milei. Ojo que con esto pierde también Patricia Bullrich, mentora de la frustrada (hasta ahora) candidatura de Goerling, y aliada territorial de Cornejo.
El proyecto porteño contra los Macri
El periodismo de luna y misterio que trafica señales del Gobierno ha apostado a que se trata de un pacto Gobierno-Lousteau, pero esa presunción es tan sólida como la que indica que se trata de un pacto Lousteau-Unión por Todos. Todo se demostrará el martes, que será para Lousteau una jornada de vida o muerte.
Los comunicadores oficialistas no creen que el Gobierno se equivoque y que, en todo caso, nadie “la sabe ver”; tanto que hasta hay un programa de TV que adoptó ese lema. Son de “luna y misterio” por sus ladridos de perros a la luna (y los sapos redoblando en la laguna, diría Manzi) desde el prime time de la TV cable.
De ocurrir esto el martes, Lousteau se anotará un tanto en su carrera, aprovechando el sentido de la oportunidad, que habrá triunfado sobre la falta de estrategia del oficialismo. Si es así, el Gobierno aparecerá eligiendo entre un Emilio Monzó, del bloque Encuentro Federal, y Lousteau.
Este pega fuerte y se lleva lo que busca, que es afirmar su poder individual. Es un senador que tiene que renovar su banca el año que viene y empuja para sostenerse en la pequeña tarima de poder que tiene. Con esta designación demuestra que tiene olfato de poder. Con poco, recibe mucho. Y se pone en una posición expectante para el año que viene.
Lousteau trabaja objetivamente para un sector del peronismo porteño que sueña con una alianza entre la UCR de Lousteau y el peronismo que se sindica en otro radical revenido, Leandro Santoro, para armar un tinglado que desplace definitivamente a los Macri del poder porteño. Así las dos fuerzas, el radicalismo porteño y el peronismo, cumplirán su objetivo que barrer de estas pampas lo que fueron Cambiemos y el PRO, que los sacaron del poder durante una década.
Cualquier cosa que venga será mejor que esto de que un partido vecinal que les haya quitado el voto en las grandes ciudades de la Argentina en cualquier elección.
“Nos tratás como enemigos” (Macri a Milei)
La inquietud del PRO sobre su destino en las fauces del león fue el centro de la charla de Mauricio Macri con Javier Milei en Olivos, de la cual algo se va sabiendo en este mundo de pinochos informativos –tienen la nariz tan grande que tienen que entrar por turno para no herirse–.
Milei le expuso su proyecto de ir juntos a las elecciones del año que viene. Mauricio respondió que eso depende de cómo trate el gobierno al PRO. “Si no nos tratás como socios sí, no adversarios…”.
Se refirió en concreto a las demandas de los gobernadores del PRO que el Gobierno desatiende. Comenzando por los dineros que le deben a Jorge Macri en la CABA. En esto el Gobierno trata a la CABA como a una provincia enemiga y perpetúa los recortes que le hiciera el Gobierno anterior. Para el peronismo estos respondían al intento de destruir el Fortín CABA en donde resisten el PRO y lo que queda de Cambiemos. Milei prorroga lo mismo y los macristas no terminan de saber si el objetivo no es el mismo.
Milei insiste en que Macri sea senador el año que viene. “No podemos hablar de candidaturas para dentro de un año”, responde Mauricio, que seguramente imagina 6 años como senador como una condena en Alcatraz.
Las demandas de Mauricio
La queja de Macri se extendió a ciertas preferencias del oficialismo dentro del radicalismo. “Tratás por igual a los radicales que te ayudan como a los que se te oponen”, dijo en densa y solapada mención de Rodrigo de Loredo y en detracción de Lousteau, que ese lunes ya figuraba en la comisión de inteligencia.
Macri se dice encantado por el trato en Olivos: “Entre nosotros las cosas están cada vez mejor”, festeja. Las cortesías sirven más por lo que impiden que por lo que permiten. Por ejemplo, amortiguan los cuestionamientos agrios. Macri insiste en que Lousteau volteó el DNU 70 con su voto y que puso en peligro la sanción de la Ley Bases en el Senado. Critica, sin nombrarlo, la propuesta de Ariel Lijo para la Corte.
Macri busca más que amigos nuevos, no crearse nuevos enemigos. ¿Para qué querría ganarse la antipatía de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti en la Corte, si Lijo -como afirman los mirones- es una invención de Ricardo Lorenzetti? Tampoco pregunta Macri por qué Milei no da una prueba de amor y saca del Gabinete a Patricia Bullrich. Con eso bastaría para que Mauricio aceptara lo que dice repudiar, que es una candidatura al Senado.
Lijo, otra víctima de Alberto
Y no sea que Lijo se convierta en otra víctima del caso Alberto, que generosamente aporta a las campañas de quienes creen que las denuncias contra él van a destruir al peronismo. Esa fuerza ya pasó por Perón, Isabel, Cámpora, Lúder, Menem, Kirchner, Boudou, Felisa Micheli, Cobos, De Vido, los Cuadernos, los bolsos de López y los de Antonini, la inflación de Massa, Cristina y ahora Alberto. Y sacó 44% de los votos hace ocho meses.
Difícil que ese electorado se quiebre cuando resistió los fracasos de sus dirigentes. No hay error más grande que hacer lecturas peronistas del no peronismo, y hacer lecturas no peronistas del peronismo. Lijo es un tema de miércoles para todos esta semana. Ese día rinde examen en la audiencia ante la comisión del Senado que examina sus pergaminos. El mismo día, sus críticos han montado allí una algarada para criticarlo.
Es un tema que navega sin luces y entre la niebla. En la reunión del bloque de los dos peronismos del Senado se preguntaron los presentes. “¿Alguien del Gobierno vino a pedir el voto para Lijo?”. Silencio. “Los que han aparecido acá pidiendo el voto en nombre de los candidatos han sido otros”. “¿Quiénes?”. “Uno que vino es Trotta”. “¿Trotta, Nicolás, el que fue ministro de Alberto?”.
Marejada de inquietud. La crisis por el caso Alberto agregó, con la mención de Trotta, otro elemento de combate. Lijo fue propuesto por Alberto y uno de sus ministros, como Trotta, pide el voto para él. Este es un politólogo de larga relación con el expresidente. Milita en el peronismo-Francella como rector de la Universidad de los Encargados de Edificios de Víctor Santa María.
Fue visitante frecuente del área presidencial y de Olivos. No sea que ahora lo citen, con tantas causas que hay abiertas. Los mirones suponen que Lijo tiene votos en el peronismo, pero también los tiene en la oposición. Lousteau da señales del “sí”, otros lo rechazan. Hay un final tan incierto como lo es su discutida fisonomía.
Un baquiano de estos trajines definió el perfil del magistrado, que tiñe el debate sobre su postulación. “En la Justicia hay dos tipos de jueces. Hay jueces con los que se puede hablar. Y hay otros con los que no se puede hablar. Con Lijo se puede hablar.”
Fuente Clarin