El proyecto secreto del exjefe de Google: drones de 500$ para destruir tanques de 5 millones
Lo ha mantenido en secreto… hasta donde ha podido. Tras una red opaca de empresas, Eric Schmidt está desarrollando drones militares ‘low cost’. ¿La motivación? ‘Follow the money’
Por C. Otto
“Ahora soy un traficante de armas con licencia”. Esta es la frase con la que el ex-CEO de Google, Eric Schmidt, reconoce la ‘nueva vida’ en la que está inmerso. La pronunció en abril en un encuentro con estudiantes de la Universidad de Stanford, la cuna de Silicon Valley, pero en realidad había quedado en petit comité, casi en secreto, hasta que hace poco más de una semana la universidad publicó el vídeo de su intervención y lo hizo disponible para todo el mundo.
El vídeo fue muy polémico, pero no por esa frase, precisamente. En su discurso, Schmidt aseguró que Google estaba perdiendo la batalla de la inteligencia artificial contra ChatGPT porque “en las startups la gente trabaja como un demonio”, mientras que “Google decidió que el equilibrio entre la vida laboral y personal y el hecho de irse a casa temprano y trabajar desde casa era más importante que ganar”. El directivo se quedó a gusto: “Lo siento si soy muy directo, pero si dejáis la universidad y fundáis una empresa, no dejéis que la gente trabaje desde casa y vaya solo un día a la semana a la oficina si queréis competir contra startups”, aconsejó a los estudiantes.
Apenas dos días después, se retractó de sus palabras y pidió a Stanford que borrase el vídeo. La universidad accedió, así que el vídeo, que ahora se difunde pirateado, va circulando por diversos canales mientras Stanford consigue ir borrando todas las copias a base de reclamaciones de copyright. La mejor forma de acceder al contenido ahora mismo es acudir a los youtubers que lo han comentado.
Pero no olvidemos lo más polémico de todo: ¿qué es eso de que ahora Eric Schmidt es “un traficante de armas con licencia”?
Drones de 500$ para ganar la guerra de Ucrania
“Ver a los rusos usar tanques para destruir edificios con ancianitas y niños me volvió loco”, aseguró Schmidt en Stanford, así que se alió con Sebastian Thrun, experto en IA y fundador de Udacity, para desarrollar drones militares. Ambos tenían dos objetivos en mente: “Usar la IA de forma poderosa para estas guerras, que son esencialmente robóticas”, y “reducir el coste de los drones”.
El ex-CEO de Google no quiso dar demasiados detalles de su estrategia, que hasta ahora era prácticamente desconocida, pero dejó una pista esencial: que Ucrania deje de defenderse y pase, directamente, a atacar. “He aprendido mucho sobre la guerra. Una de esas cosas es que quien ataca siempre tiene ventaja, porque puede abrumar los sistemas defensivos. Como estrategia de defensa nacional, es mejor tener una ofensiva muy fuerte que puedas usar si es necesario. Los sistemas que estamos construyendo harán eso. Ahora soy un traficante de armas con licencia, un científico informático, un hombre de negocios”.
“Ahora soy un traficante de armas, un científico informático, un hombre de negocios”
Lo cierto es que, en realidad, el proyecto secreto de Schmidt no era tan secreto como a él le habría gustado. En enero de este año, Forbes informó de que había creado la empresa White Stork para fabricar drones capaces de localizar objetivos en pleno frente de batalla y disparar artillería militar. Para ello, estaba haciendo algunos ensayos en dos localizaciones. Por un lado, en Menlo Park, una de las ciudades más ricas del entorno de Silicon Valley, donde Schmidt tiene las oficinas de su empresa familiar. Las pruebas no fueron excesivamente disimuladas, ya que sus propios vecinos pudieron ver aquellos drones. Por otro lado, en Kiev, de la mano del propio Ministerio de Defensa de Ucrania.
La apuesta de esta empresa es tal que tiró de chequera para contratar a varios de los mayores expertos en IA de Apple, SpaceX, Google o diversas agencias del gobierno federal, que ahora trabajan para White Stork. Además, el propio Schmidt ha organizado en los últimos años varios hackatones de inteligencia artificial, donde también ha reclutado a nuevos empleados.
El cliente objetivo más inmediato del ex-CEO de Google sería el Gobierno de Ucrania, a quien le habría vendido sus drones para que el ejército pase de una estrategia reactiva (esperar a que Rusia ataque para defenderse) a una proactiva (ser Ucrania quien ataque desde el principio). Curiosamente, además, Schmidt publicó en abril de este año un artículo en el que pidió al Gobierno de Estados Unidos que aprobase el paquete de ayudas de 61.000 millones de dólares para Ucrania. En ese artículo, no aclaro de forma directa sus intereses en dicho conflicto.
Schmidt pidió al Gobierno de Estados Unidos que aprobase el paquete de ayudas de 61.000 millones de dólares para Ucrania
Además, la constitución formal de White Stork resulta lo suficientemente compleja como para que no fuera fácil vincularla a Schmidt. Como relata Forbes, sus operaciones se tejen a través de “una constelación de empresas asociadas”. Algunas de ellas son Merops (fundada por Vander Lind y un exingeniero de SpaceX), Aurelian Industries, Swift Beat y Volya Robotics. Para su trabajo en el entorno europeo, fundó White Stork en Estonia. Y para que la identificación sea aún más complicada, el nombre es idéntico al de una ONG que entrega ayuda humanitaria en Ucrania.
El idilio de Silicon Valley con la tecnología militar
Sería injusto decir que la implicación de Eric Schmidt en la tecnología militar es sorpresiva o, ni mucho menos, un caso aislado. Y es que, en los últimos años, han sido muchos los grandes gurús de Silicon Valley que, con el mejor bagaje tecnológico del mundo, han decidido llevar sus conocimientos a la industria militar.
Un ejemplo claro es el de Palmer Luckey, fundador de Oculus, que fundó la empresa Anduril Industries, centrada en el desarrollo de tecnología militar. Uno de sus primeros inventos fue NerveGear, unas gafas de realidad virtual que pueden matar a su propio usuario. Además, firmó con el Pentágono el contrato de desarrollo militar que había rechazado Google y este año ha anunciado la fabricación de un visor de realidad virtual con fines exclusivamente bélicos.
Otro ejemplo es el de Alex Karp, cofundador de Palantir y, a la postre, el ‘villano perfecto’ de Silicon Valley, que lleva años trabajando en esta industria y ya ha facturado más de 1.200 millones de dólares solo al gobierno estadounidense. Su tecnología fue clave para capturar a Osama Bin Laden, ha ayudado expresamente a Israel y emplea la IA y el big data con fines de guerra y vigilancia.
Incluso el Ejecutivo español, de hecho, ha recurrido a la compañía de Karp: en octubre de 2023, el Ministerio de Defensa le adjudicó un contrato de 16,5 millones de euros para que las Fuerzas Armadas usen Gotham, un software de inteligencia militar que se ha convertido en el mayor invento de espionaje del mundo.
El negocio milmillonario de los drones militares
El motivo del idilio de estos gurús tecnológicos con el armamento es más que evidente: en un escenario en que las guerras tienen menos soldados que nunca, la batalla se libra a base de algoritmos. La tecnología militar, que realmente ha estado presente en todos los conflictos desde hace mucho tiempo, es cada vez más importante y amenaza con ser prácticamente la única arma.
Y aunque sus costes están bajando, en realidad sigue siendo un negocio milmillonario, especialmente en el caso de los drones. En 2015, un informe de World Unmanned Aerial Vehicle Systems ya vaticinaba que, en la siguiente década, la producción de drones militares iba a duplicarse a nivel mundial, pasando de las 2.283 unidades de 2015 a las 5.403 de 2023.
Y si nos fijamos por regiones, de hecho, podemos ver que Estados Unidos, incluso al margen del resto de su continente, lidera muy por encima del resto el ránking de valor económico de la industria de drones militares, por delante hasta de Asia-Pacífico.
De modo que, como podemos ver, la pasión de Eric Schmidt y otros grandes gurús de Silicon Valley por la tecnología militar tiene unas motivaciones claras. Porque tecnología se puede hacer en muchos sectores, pero el militar seguramente sea el más rentable de todos. Otra cosa es que, a la hora de hacer dinero con la guerra, algunos intenten disimular más que otros su implicación en este negocio.