Andrés “Pillín” Bracamonte, el histórico jefe de la barra de Rosario Central, fue asesinado a balazos en un ajuste de cuentas tras el partido contra San Lorenzo. Este hecho resalta la creciente vinculación entre el narcotráfico y las barras bravas del fútbol argentino, una relación que ha ido en aumento en los últimos años y que parece no tener freno.
Bracamonte, de 52 años, fue atacado cuando circulaba en moto junto a su número dos, Daniel “Rana” Atardo, quien también fue gravemente herido y falleció. Ambos fueron atacados a solo cuatro cuadras del estadio Gigante de Arroyito, en un momento en que muchos aficionados salían del partido. El ataque se llevó a cabo desde otra moto que escapó rápidamente, lo que indica una planificación y ejecución profesional del crimen.
La relación de Bracamonte con el narcotráfico no es nueva. Se le atribuía cercanía con el cartel criminal de Los Monos, conocido por su influencia en el tráfico de drogas en la región. Esta conexión ha permitido que las barras bravas se conviertan en actores clave en el negocio del narcotráfico, utilizando su poder e influencia para extorsionar y controlar territorios. Además, Bracamonte tenía un largo historial delictivo y había sido víctima de múltiples atentados, lo que refleja la violencia inherente a este entorno.
La justicia había investigado sus actividades, incluyendo acusaciones de asociación ilícita y lavado de activos, que revelaban un entramado de corrupción que permea el fútbol argentino. Bracamonte y sus socios habían obtenido ingresos millonarios a través de negocios ilegales, como la extorsión a empresas a cambio de certificados de libre deuda sindical.
Este asesinato no solo es un reflejo de la lucha interna por el poder dentro de las barras bravas, sino también de la creciente influencia del narcotráfico en el deporte. Las barras han comenzado a involucrarse más en actividades criminales, utilizando su poder para controlar no solo el fútbol, sino también el tráfico de drogas y otros delitos relacionados. Este fenómeno ha generado preocupación entre las autoridades, que enfrentan un desafío significativo para frenar la violencia y la corrupción que amenazan tanto al deporte como a la sociedad en general. Ahora falta que se aboquen a terminarlo.
La situación es alarmante, ya que el narcotráfico se ha infiltrado en diversos aspectos de la vida cotidiana, y las barras bravas se han convertido en una extensión de estas redes criminales. La falta de control y la impunidad que han disfrutado estos grupos han permitido que continúen operando con libertad, aumentando la violencia y el desorden en el entorno del fútbol argentino.