Por Nicolás J Portino González
La reciente toma de poder en Siria por parte de un régimen salafista-yihadista marca un sombrío capítulo en la historia contemporánea del país. Paradójicamente, lo que ya era una de las peores crisis de gobierno y humanitarias bajo el régimen autoritario de Bashar al-Assad ha dado paso a un escenario aún más preocupante, donde el extremismo y la fragmentación territorial parecen ser los nuevos protagonistas.
Como reza el dicho, Siria ha pasado “de Guatemala a Guatepeor”: de un régimen conocido por sus violaciones sistemáticas a los derechos humanos y la brutalidad hacia su población, a un nuevo orden liderado por una ideología que representa lo más radical y peligroso del islam sunita desde la perspectiva occidental. Este análisis explora el contexto, las implicaciones y los posibles desenlaces de esta compleja transición.
Del autoritarismo al extremismo
El régimen de Bashar al-Assad, que dominó gran parte de Siria durante más de una década de guerra civil, ha sido internacionalmente condenado por el uso indiscriminado de armas químicas, bombardeos contra civiles y represión sistemática de la oposición. Sin embargo, la caída parcial de este régimen en ciertas regiones no ha traído la esperanza de un cambio democrático, sino que ha abierto la puerta a un nuevo poder aún más perturbador: el de los grupos salafistas-yihadistas.
Este cambio no representa una mejora, sino una mutación del conflicto hacia un modelo aún más radical, en el que las leyes y principios de convivencia son reemplazados por una visión extrema de la sharía. Los nuevos líderes en estas áreas no solo rechazan los derechos humanos universales, sino que también buscan expandir su ideología de manera violenta, tanto dentro como fuera de Siria.
La fragmentación territorial: un país sin control central
La toma de poder de estos grupos salafistas-yihadistas se produce en un contexto de profunda fragmentación territorial. El control del país está dividido entre múltiples actores con agendas contradictorias:
1. Regiones bajo control salafista-yihadista: Este nuevo régimen, aunque limitado territorialmente, actúa como un imán para militantes radicales y podría convertirse en un santuario para el terrorismo global.
2. Territorios kurdos: Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) mantienen un control significativo en el noreste, aunque enfrentan constantes presiones de Turquía y una limitada capacidad de maniobra sin apoyo externo.
3. Avance del ISIS: Aunque reducido a una insurgencia, el Estado Islámico sigue activo en áreas rurales, aprovechando el caos para expandir su influencia.
4. El régimen de Assad: Aún controla áreas estratégicas con el respaldo de Rusia e Irán, pero su alcance es cada vez más limitado debido a problemas económicos y militares.
Implicaciones para Siria y el mundo
El cambio de poder hacia el extremismo yihadista plantea graves desafíos, no solo para Siria, sino para la región y la comunidad internacional:
1. Aumento del extremismo transnacional: Al igual que ocurrió con el auge del Estado Islámico en 2014, la consolidación de un régimen salafista-yihadista en Siria podría convertirse en un punto de partida para ataques en todo el mundo.
2. Desestabilización regional: Los países vecinos, como Turquía, Irak y Jordania, enfrentan un futuro incierto, con el riesgo de que la violencia se extienda más allá de las fronteras sirias.
3. Impacto en la población civil: Para los sirios que ya sufrían bajo el régimen de Assad, el nuevo liderazgo no representa ninguna mejora. Por el contrario, introduce un sistema aún más restrictivo, especialmente para mujeres y minorías religiosas.
4. Choques internos: La coexistencia de múltiples actores armados, incluyendo el nuevo régimen salafista, el ISIS y otros grupos opositores, probablemente aumentará los enfrentamientos violentos.
De “lo peor” a “lo imposible”
El paso de un régimen autoritario a uno salafista-yihadista en Siria es un recordatorio de cómo el vacío de poder y la falta de una solución política inclusiva pueden llevar a escenarios cada vez más sombríos. Mientras Assad representaba una dictadura con métodos brutales y un enfoque centrado en la represión del disenso, el nuevo liderazgo salafista lleva esta dinámica a un extremo ideológico, poniendo en jaque no solo la soberanía de Siria, sino la seguridad global.
Para la comunidad internacional, este desarrollo exige una acción urgente y coordinada:
1. Prevención de la expansión del salafismo-yihadista: Es esencial trabajar con actores locales y regionales para contener la influencia de estos grupos y evitar que se conviertan en una amenaza transnacional.
2. Refuerzo de las fuerzas moderadas: Apoyar a actores como las SDF y otras facciones moderadas, sin exacerbar tensiones con aliados regionales como Turquía.
3. Esfuerzos diplomáticos renovados: Involucrar a todas las partes en una solución política, aunque esto sea complejo debido a la polarización y los intereses en conflicto.
4. Asistencia humanitaria: Garantizar la protección y el apoyo a los civiles atrapados entre el autoritarismo del régimen de Assad y el extremismo del nuevo liderazgo.
En conclusión. Siria ha pasado de ser un ejemplo del autoritarismo más brutal a convertirse en un laboratorio del extremismo yihadista, una transición que deja pocas esperanzas para el futuro inmediato. La situación exige no solo atención, sino acción decidida y estratégica por parte de la comunidad internacional, antes de que las consecuencias de este “Guatepeor” se extiendan mucho más allá de las fronteras sirias.