Por Lior Lucas
El conflicto en Siria ha sido profundamente influenciado por intereses económicos, particularmente en el sector energético. Catar, junto con Turquía, ha buscado establecer un gasoducto que conecte sus vastos recursos energéticos con Europa, buscando reducir la dependencia del gas ruso. Este proyecto representa una oportunidad para reconfigurar las dinámicas geopolíticas en la región y debilitar el monopolio energético de Rusia en Europa.
La defensa del régimen de Bashar al-Asad por parte de Rusia ha sido, en gran parte, una estrategia para proteger su control sobre los mercados energéticos europeos, evitando que una nueva vía alternativa, como el gasoducto Catar-Turquía, rompa su influencia. La construcción de este gasoducto también plantea preguntas sobre la reconstrucción y estabilización de Siria, ya que el país aún enfrenta desafíos políticos y sociales complejos.
La estabilidad futura de Siria, tras años de guerra y desplazamientos masivos, es incierta, lo que pone en duda cómo los sirios se beneficiarán efectivamente de los recursos energéticos de su país. Sin embargo, la posibilidad de convertir a Siria en un centro energético podría ser un factor clave en su desarrollo post-conflicto, siempre y cuando la estabilidad política y social se restablezca adecuadamente.
El proyecto del gasoducto Qatar-Turquía, iniciado en 2009 con una propuesta de $10 mil millones y una longitud de 1,500 kilómetros, tiene como objetivo principal conectar las vastas reservas de gas del campo South Pars/North Dome en Qatar con Europa a través de Siria y Turquía. Esta iniciativa ha enfrentado varios obstáculos políticos y geopolíticos, destacando la influencia de Rusia sobre Siria para mantener su monopolio en las rutas de suministro energético hacia Europa.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de Energía, Qatar posee alrededor de 896 billones de pies cúbicos (25.4 billones de metros cúbicos) de reservas de gas natural, que representan el 14% de las reservas mundiales. A pesar de esta riqueza, la falta de infraestructura de tuberías directas hacia Europa ha obligado a Qatar a depender del transporte marítimo de GNL, un proceso mucho más costoso. Esto subraya la necesidad urgente de diversificar las rutas energéticas.
El proyecto Qatar-Turquía no solo enfrenta la oposición rusa, sino también desafíos internos en Siria. La guerra civil iniciada en 2011 ha destruido gran parte de la infraestructura energética del país, dejando poco margen para asegurar el flujo seguro del gas a través de su territorio. Además, la propuesta turca de establecer una ruta segura a través de Siria ha sido respaldada recientemente por el Ministro de Energía turco, Alparslan Bayraktar, quien subrayó la importancia de estabilidad en la región.
En términos prácticos, la construcción de este gasoducto permitiría a Europa diversificar su suministro energético, reduciendo su dependencia del gas ruso. En 2023, la participación de gasoductos rusos en las importaciones europeas cayó a aproximadamente 8%, frente al 40% en 2021, según datos del Consejo Europeo. Por otro lado, Qatar contribuye solo con un 5% de las importaciones europeas de gas, aunque sus reservas son inmensas.
El costo asociado con el GNL también plantea desafíos económicos significativos, ya que incluye los gastos de licuefacción, transporte y regasificación. Esto hace que los gasoductos como el Qatar-Turquía sean más eficientes y menos vulnerables a interrupciones geopolíticas y fluctuaciones de demanda global.
En conclusión, el gasoducto Qatar-Turquía es una iniciativa estratégica crucial para Europa, ya que representa una alternativa viable para reducir la influencia rusa en el suministro energético. Sin embargo, la viabilidad del proyecto depende tanto de la estabilidad interna en Siria como de la cooperación internacional en su implementación.
*Lior Lucas es director del Moked Bitajon