Por Adalberto Agozino
Marruecos ha vuelto a posicionarse como un actor clave en el tablero de la seguridad mundial. La figura central de esta proyección internacional es Abdellatif Hammouchi, el discreto pero influyente director general de la Seguridad Nacional y de la Vigilancia del Territorio del Reino, quien participó activamente en la 13ª Reunión Internacional de Altos Representantes para Asuntos de Seguridad celebrada en Moscú.
En un escenario internacional marcado por tensiones geopolíticas, amenazas cibernéticas y la persistencia del terrorismo transnacional, la cita, organizada por el Consejo de Seguridad ruso y presidida por Serguéi Shoigú, reunió a delegaciones de más de cien países, incluidos miembros del FSB ruso, el FBI estadounidense y agencias de inteligencia de África, Asia, Europa y América Latina. En este contexto, Hammouchi no fue un invitado más: fue protagonista.
Desde el atril principal, el alto funcionario marroquí instó a construir una “infraestructura común e indivisible de seguridad global”, basada en la cooperación horizontal, la confianza mutua y el intercambio rápido y seguro de información. “No puede haber seguridad verdadera si no es compartida”, sentenció ante una audiencia atenta.
De bastión regional a referente global
El ascenso de Marruecos como potencia en materia de seguridad no es casual ni repentino. Detrás de este salto estratégico se encuentra la reforma profunda del aparato de inteligencia y seguridad nacional impulsada por el Rey Mohammed VI desde hace más de una década. Bajo su liderazgo, el país ha pasado de ser un punto vulnerable de tránsito para redes criminales a convertirse en un nodo central en la contención del crimen transfronterizo.
En dicho esquema de seguridad, Abdellatif Hammouchi constituye una pieza clave. Nacido en 1966 en Beni Ftah y formado en Derecho en la Universidad de Fez, ingresó en el servicio secreto marroquí en los años noventa. Su perfil técnico, reservado y eficaz lo llevó rápidamente a posiciones de mando. En 2005 fue designado jefe de la DGST, y en 2015, el rey Mohamed VI le confió también la DGSN, convirtiéndolo en el primer marroquí al frente de ambos aparatos estratégicos.
Desde entonces, ha modernizado la Policía, creado un laboratorio de criminalística de referencia en Casablanca, fundado un instituto de formación policial internacional en Ifrán y profesionalizado un sistema de seguridad que ya coopera de igual a igual con agencias como el FBI, Europol, la CIA y la inteligencia alemana.
Una diplomacia de seguridad al servicio de la estabilidad
En Moscú, Hammouchi no sólo ofreció discursos. También mantuvo reuniones bilaterales con el FSB ruso y otros servicios homólogos para estrechar la cooperación en ciberseguridad, antiterrorismo y lucha contra el crimen organizado. Marruecos ha demostrado que la diplomacia no se ejerce únicamente desde los ministerios de exteriores: hoy la seguridad es también una herramienta de política internacional.
Los resultados están a la vista. Marruecos fue elegido para acoger la 93ª Asamblea General de INTERPOL, se ha integrado a redes africanas de ciberseguridad y ha firmado memorandos clave con países como España, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar o Sri Lanka. Además, su colaboración en la Copa Mundial de 2022 en Doha y en los Juegos Olímpicos de París 2024 fue decisiva para el éxito de los dispositivos de seguridad.
Un modelo de seguridad con rostro humano
A diferencia de muchos sistemas de inteligencia cerrados y opacos, Hammouchi ha promovido una cultura de seguridad próxima a la ciudadanía. Ha abierto las puertas de la policía al talento femenino, fomentado la inclusión y liderado campañas de desradicalización juvenil. En paralelo, ha reforzado la vigilancia de las fronteras y anticipado amenazas emergentes, como los ataques cibernéticos, con una estrategia nacional hasta 2030.
Este equilibrio entre firmeza operativa y respeto a los derechos humanos le ha valido múltiples condecoraciones internacionales, entre ellas, la Medalla de Honor de la Policía Nacional de Francia y la Medalla Príncipe Nayef de Seguridad Árabe.
El Sur toma la palabra
La presencia de Hammouchi en Moscú simboliza más que la excelencia técnica de un servicio de inteligencia: representa la afirmación del Sur global como interlocutor estratégico en un mundo cada vez más multipolar. En un momento en que las viejas arquitecturas de seguridad muestran signos de fatiga, la propuesta marroquí de una cooperación equitativa y horizontal suena no sólo razonable, sino necesaria.
“Ya no somos un país de tránsito para los estafadores. Somos un nodo de seguridad que los enfrenta”, dijo Hammouchi. Con él, Marruecos no solo protege sus fronteras: contribuye activamente a la construcción de un orden internacional más seguro y justo.
En los pasillos del foro de Moscú, muchos vieron en Hammouchi no solo a un director de inteligencia, sino a una figura de Estado con visión estratégica. Marruecos, bajo las expresas directivas de Su Majesta, Mohammed VI, ha dejado de ser un actor periférico de la seguridad global para convertirse en una bisagra entre continentes y un socio confiable en tiempos inciertos. Una posición que, en el nuevo mundo que se dibuja, no es menor.