Ciudad de Buenos Aires, 22 de junio de 2025 – Total News Agency-TNA–Cristina Fernández de Kirchner atraviesa los primeros días de su condena de seis años por fraude al Estado desde su departamento en San José 1111, bajo prisión domiciliaria, con un ánimo que dista del que muestra públicamente. Detrás de las apariciones desde el balcón en las que saluda y sonríe a sus seguidores, predomina un clima de furia contenida, según describen fuentes cercanas. La ex mandataria dirige sus reproches hacia la Justicia, los medios de comunicación y particularmente contra el ex presidente Mauricio Macri, a quien señala como “mafioso”.
Dentro del núcleo íntimo de su residencia, la expresidenta alterna momentos de quebranto —como relató el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien planea visitarla en julio— con otros de análisis político agudo. En privado se interroga sobre la efectividad de su defensa legal, conducida por Carlos Beraldi, y la táctica judicial que adoptaron sus operadores más cercanos. En especial, cuestiona si su enfrentamiento directo con la Corte Suprema y el impulso de su juicio político no resultaron contraproducentes.
Las críticas internas no se hacen esperar. Figuras como Juan Martín Mena, Eduardo “Wado” De Pedro y Gerónimo Ustarroz son señalados por su falta de resultados. Ustarroz, definido como “bilardista” por su afán de obtener victorias a cualquier costo, es particularmente apuntado por los detractores. A Máximo Kirchner, en tanto, se le atribuye un manejo restrictivo del círculo que rodea a su madre, con decisiones consideradas erráticas y alejadas de una estrategia eficaz.
La gestión de la prisión domiciliaria, otorgada por el Tribunal Oral Federal 2, también generó controversias. Las concentraciones de militantes en las inmediaciones del edificio provocaron el malestar de los vecinos y la intervención directa del abogado Beraldi, quien debió interceder para evitar sanciones por violación de las condiciones del beneficio. Cristina pidió públicamente a través de la red social X que las manifestaciones se trasladen a otros puntos de la ciudad, aunque en su entorno se vivieron momentos de descoordinación y tensiones con la militancia.
Pese a las incomodidades, la ex presidenta evalúa permanecer en la Ciudad para sostener su centralidad política, al menos hasta después de las elecciones legislativas del 7 de septiembre y las nacionales del 26 de octubre. Se especula, sin embargo, con un eventual traslado a El Calafate, su residencia más íntima, como parte de una narrativa épica que refuerce su figura dentro del movimiento peronista.
Mientras tanto, en el espacio justicialista crece la inquietud ante un posible aislamiento de la dirigente. La escasa convocatoria al acto en Parque Lezama, la distancia de la CGT y el silencio de varios gobernadores evidencian el desgaste del liderazgo de Cristina. Una parte de la militancia apuesta por la radicalización, incluso con acciones directas, mientras que otro sector comienza a discutir la necesidad de una renovación que pueda enfrentar a Javier Milei con mayores chances.
En ese contexto, Axel Kicillof adopta un perfil autónomo. Aunque participó de la marcha a Plaza de Mayo, su presencia no fue celebrada como en otras épocas. En su entorno aseguran que no cederá en la conformación de las listas provinciales ni aceptará subordinar su campaña al pedido de liberación de la ex mandataria. “Si intentan forzarlo, armará sus propias listas”, advierten desde La Plata.
Desde la Casa Rosada, el oficialismo libertario eligió el silencio estratégico. Las definiciones electorales quedarán postergadas hasta que el kirchnerismo muestre sus cartas. Aun con chispazos, el entendimiento con el PRO sigue firme, y se proyectan acuerdos conjuntos en Provincia y Ciudad, lo que agrega presión al ya tenso tablero político nacional.