Por Daniel Romero
Buenos Aires, 25 de julio de 2025 – Total News Agency-TNA- La decisión del presidente francés Emmanuel Macron de reconocer formalmente al Estado Palestino en septiembre próximo no solo marca un giro audaz en la diplomacia europea: también expone una peligrosa combinación de cálculo político e ingenuidad histórica. Anunciarlo con la sangre aun fresca después de la masacre perpetrada por Hamas en suelo israelí es, como mínimo, una torpeza simbólica. Como máximo, es una validación diplomática a quienes aún hoy celebran el terror como método de acción política. ¿El petróleo irani tiene que ver?
Macron insiste en que se trata de un paso hacia la paz, hacia una solución de dos Estados y hacia el alivio humanitario. Pero ¿qué paz puede construirse cuando se premia a una organización responsable de asesinar a civiles inocentes, incluidos niños y bebés? El mensaje hacia Israel, hacia Occidente y hacia los propios terroristas es claro: la violencia tiene recompensa si se ejerce con la fuerza suficiente para incomodar a las potencias.
La historia, sin embargo, ya nos dio una advertencia amarga. En 1978, Francia brindó hospitalidad a un clérigo iraní en el exilio: Ruhollah Khomeini. Desde su cómoda mansión en Neauphle-le-Château, lanzó la revolución islamista que transformaría a Irán en un régimen teocrático autoritario y enemigo declarado de Occidente. Khomeini no solo agradeció la hospitalidad francesa con palabras; lo hizo también exportando su ideología radical y sembrando una semilla que terminó por germinar en atentados y conflictos que aún persisten.

Ruhollah Khomeini llega a Irán en la linea aérea francesa.
¿Macron ignora ese capítulo de su propia historia o, simplemente, decidió repetirlo con otros actores?

Los defensores de la causa palestina argumentan que el pueblo de Gaza sufre una hambruna inédita. Y es cierto: miles de civiles padecen la tragedia de un conflicto interminable. Pero cargar la responsabilidad exclusivamente sobre Israel omite un dato esencial: Hamas bloquea, retiene y desvía ayuda humanitaria. ¿Cuántos camiones con alimentos han quedado varados no por las autoridades israelíes, sino por la lógica mafiosa del grupo terrorista que gobierna la Franja?

Los gestos políticos tienen consecuencias. Reconocer un Estado controlado de facto por una organización como Hamas —sin exigir elecciones libres, sin garantías institucionales, sin compromisos reales de desarme ni de coexistencia, sin rendición incondicional— no construye paz: la compromete.
Macron busca quizás una foto histórica o un legado progresista, pero corre el riesgo de legitimar el camino de la violencia como vía de negociación. Si la comunidad internacional sigue este ejemplo, el mensaje que se propagará será tan cínico como peligroso: basta un ataque masivo para sentarse a la mesa con los jefes de Estado.
Y entonces, cuando el próximo Khomeini —o su versión 2.0— emerja desde otro rincón del mundo, quizás también encuentre refugio en París. Argentina sufrió dos atentados con la firma iraní, no podemos guardar silencio ante la posición de Macron.