Beirut, 5 de agosto de 2025 – Total News Agency-TNA – El gobierno libanés ha encargado a las Fuerzas Armadas la elaboración de un plan para consolidar el control de todas las armas bajo la autoridad estatal antes de finales de 2025, en un esfuerzo por recuperar el monopolio del uso de la fuerza en el país. La decisión, anunciada tras una extensa reunión de gabinete, desató una firme reacción de Hezbolá, que rechazó cualquier intento de desarme unilateral y advirtió sobre una respuesta militar si Israel reanuda hostilidades a gran escala. En medio de crecientes presiones internacionales, lideradas por Estados Unidos, y las persistentes violaciones al alto el fuego de noviembre de 2024, Líbano enfrenta el desafío de implementar esta medida sin desencadenar una crisis interna.
Hezbolá se opone al desarme y condiciona el diálogo
En un discurso televisado, el secretario general de Hezbolá, Naim Qassem, afirmó que la organización no aceptará un calendario de desarme impuesto por actores externos, subrayando que cualquier discusión sobre sus armas debe enmarcarse en un diálogo nacional y estar condicionada al retiro total de las fuerzas israelíes del sur de Líbano y al cese de los ataques aéreos. “No permitiremos que nadie nos quite las armas mientras Israel continúe su agresión”, declaró Qassem, advirtiendo que una escalada militar podría “colapsar la estabilidad en una hora”. Según fuentes cercanas al grupo, Hezbolá está dispuesto a negociar una estrategia de defensa nacional, pero solo si Israel cumple con su retirada de cinco puntos estratégicos ocupados en el sur, como lo estipula el acuerdo de alto el fuego mediado por Estados Unidos.
Presión internacional y un delicado equilibrio interno
La decisión del gobierno libanés, liderado por el primer ministro Nawaf Salam, responde a una propuesta estadounidense presentada por el enviado especial Thomas Barrack en junio de 2025. Dicha propuesta vincula el desarme de Hezbolá con el retiro de tropas israelíes y el cese de los ataques, además de condicionar la asistencia financiera internacional para la reconstrucción de Líbano, gravemente afectado por una crisis económica y los daños causados por el conflicto de 2024, estimados en 8.500 millones de dólares según el Banco Mundial. Barrack, tras reunirse con el presidente Joseph Aoun el 7 de julio, expresó satisfacción con la respuesta libanesa, aunque los detalles de esta no han sido revelados públicamente.
Sin embargo, la implementación de este plan enfrenta obstáculos significativos. La reunión de gabinete, que duró seis horas, no logró un consenso debido a la oposición de ministros chiitas, quienes reflejan la postura de Hezbolá y su aliado, el Movimiento Amal. Analistas advierten que forzar el desarme podría exacerbar las tensiones sectarias, recordando el breve conflicto civil de 2008 desencadenado por disputas similares sobre el arsenal del grupo. “Surrendering Hezbollah’s weapons cannot be achieved through force, given the popular backing the group enjoys,” señaló el analista Qassim Qassir, cercano a Hezbolá, en declaraciones a Middle East Eye.
Avances del ejército y violaciones al alto el fuego
El ejército libanés, bajo la dirección del presidente Aoun, ha avanzado en la desmantelación de la infraestructura militar de Hezbolá al sur del río Litani, con un 90% de los sitios controlados por el grupo ya bajo autoridad estatal, según funcionarios libaneses citados por The Wall Street Journal. Este progreso, apoyado por inteligencia israelí compartida a través de Estados Unidos, incluye la cesión de aproximadamente 190 de los 265 puestos militares identificados en la región. No obstante, la presencia de tropas israelíes en cinco puntos estratégicos y los continuos ataques aéreos, como los reportados el 7 de julio que dejaron nueve heridos, complican el proceso y refuerzan el argumento de Hezbolá de que sus armas son necesarias para la defensa nacional.
Un contexto regional en transformación
El debilitamiento de Hezbolá, tras la pérdida de su líder Hassan Nasrallah y miles de combatientes en el conflicto de 2024, junto con la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria, ha alterado el equilibrio de poder en la región, reduciendo la influencia de Irán, principal patrocinador del grupo. A pesar de esto, Hezbolá mantiene una significativa base de apoyo entre la comunidad chiita y opera una extensa red de servicios sociales, incluyendo hospitales, escuelas y programas de asistencia, lo que refuerza su rol como un “estado dentro del estado”. La presión internacional, liderada por Estados Unidos, Qatar e Israel, insiste en que el desarme es un requisito para la estabilidad y la ayuda económica, pero el gobierno libanés debe navegar cuidadosamente para evitar un conflicto interno que podría desestabilizar aún más al país.