Todo indica que la Argentina deberá seguir remando en dulce de leche. Las empresas, los inversores, la clase media y los trabajadores. A pesar del mensaje del presidente Milei el viernes por cadena nacional, de dar la vida por el superávit fiscal y no retroceder al populismo y la inflación. Aun si el Gobierno, como pronostican la mayoría de las encuestas, triunfa por un margen aceptable en las elecciones que se acercan.
La sospecha de que el mundo económico le va a seguir corriendo el arco al Gobierno después de octubre empieza a tomar cuerpo, sobre todo entre quienes conocen el ánimo de los inversores internacionales y los empresarios locales. Pasado el año electoral, en el corto plazo las dudas volverán a presentarse, por ejemplo, en la política cambiaria. ¿Podrá el Gobierno sumar reservas para pagar los intereses de la deuda en 2026 y renovar el capital colocando bonos a tasas razonables entre los inversores del exterior? Los vencimientos superan u$s 20.000 millones, y si bien el FMI relajó por ahora las metas cambiarias, esos compromisos siguen presentes y solo se postergaron para el año que viene. La realidad sigue vigente. ¿Se podrá mantener dos años más el esquema del dólar anestesiado para mantener la inflación a raya?
Parecería que para que el riesgo país retroceda a menos de 400 puntos, para estabilizar en el mediano plazo el dólar y para que la economía vuelva a crecer y generar empleo, deberían ocurrir no solo muchas reformas de dudoso trámite parlamentario, sino también que el país transite la prueba de fuego del paso del tiempo. Terminada la incertidumbre electoral de este año, aparecerá el interrogante sobre la capacidad del Presidente para ser reelecto en 2027. Los fantasmas del pasado no se desvanecen tan fácilmente. Ni hablar de los fantasmas del presente. Veamos algunos:
Cada elección parlamentaria y peor si son presidenciales, significa jugar a todo o nada. Quien está en el Gobierno presenta la realidad siempre en los mismos términos: o gano Yo, o viene el caos. Es cierto que mucha gente con sobrados motivos opina en ese sentido, consecuencias la tan promovida grieta. Los candidatos de la oposición prometen que, si triunfan, barrerán con todo lo realizado por quienes están gobernando. Siguen muy presenten en la historia económica los recuerdos del estallido de la Convertibilidad en 2001, y más cerca la derrota de Mauricio Macri en 2019.
El espectáculo que viene dando la Cámara de Diputados y el Senado en las últimas semanas revela que no solo el kirchnerismo apoya la aprobación de iniciativas que aumentan el gasto sin saber muy bien de dónde provienen los recursos. El campeonato por hacer demagogia con causas sensibles no descansa. Las “almas bellas”, como diría Miguel Ángel Pichetto, están a la orden del día en todos los partidos políticos, y nada indica que estos comportamientos vayan a ser modificados. Hay un final cada vez más abierto respecto de la capacidad del oficialismo para blindar los vetos del Presidente a las leyes que ponen en peligro el equilibrio fiscal.

La sospecha de que el mundo económico le va a seguir corriendo el arco al Gobierno después de octubre empieza a tomar cuerpo. (Fuente: Archivo)
Se observa, además, cómo se voltean en el Congreso las iniciativas desreguladoras de Federico Sturzenegger y con una saña despiadada. Posiblemente como respuesta a la nula cintura del buen y honesto funcionario, pero que a la vez ha mostrado a lo largo de su carrera un analfabetismo político sorprendente.
Los riesgos que afectan hoy a la economía no son exclusivamente responsabilidad de la oposición más endurecida o recalcitrante. El llamado “riesgo Kuka”, como repite el equipo económico para poner la responsabilidad de los problemas en los demás. Como si se tratara, en el caso del Ministro de Economía y del muy correcto presidente del Banco Central, de funcionarios que nunca pasaron por la administración pública o no registran historia de fracasos que todo el mundo económico tiene bien presente. La maldición del tercer año del mandato, donde se complica el manejo económico y social del país, se ha visto repetida en casi todos los últimos presidentes.
¿En qué parte del riesgo político habría que incluir las intenciones del oficialismo de pactar con los soldados de Cristina Kirchner una ampliación de los miembros de la Corte Suprema? ¿Acaso eso ayuda a generar confianza? Mucho menos la reciente integración de listas de candidatos, operadores políticos y allegados al Gabinete de conocidos dirigentes caracterizados y acomodados en la era kirchnerista, que hoy se presentan como libertarios oportunistas con la fe de los conversos. Comportamientos poco institucionales, más propios de populistas que de republicanos. El ataque a la figura del vicepresidente o la utilización de los organismos de inteligencia para espiar opositores iguala para abajo a la actual administración respecto de los peores ejemplos del pasado.
Lograr que el riesgo país en Argentina sea similar a los vecinos de la región no solo requiere lo que hoy parece imposible, acumular 10 o 20 veces los apenas u$s 5000 millones de reservas pactadas con el FMI hasta fin de año. También que alguna vez el país demuestre que un cambio de signo político en el Poder Ejecutivo no significa obligadamente hacer explotar la economía.
Así las cosas, la inflación se mantiene en la zona de 2% mensual y se logró frenar al dólar con más oferta del campo, sumado a una fuerte suba de encajes que llevó las tasas arriba de 50% anual.
Las grandes empresas, Molinos por caso, deben vender debajo de los costos si pretenden mantener mercado. Resignan rentabilidad, ni crecen ni aumenta el empleo. Se pagan impuestos delirantes igual que siempre. En el sector inmobiliario el caso de sellos es extraordinario: se paga por la escritura y por la hipoteca, dos veces por lo mismo. En el bimestre mayo-junio, según la Cámara de Comercio, aumentó 40% la cantidad de locales cerrados en las principales avenidas comerciales de la ciudad de Buenos Aires. La central de las empresas de alimentación, COPAL, mostró que lo que pagan esas compañías por ingresos brutos llegó a un récord nunca visto en el pasado.
Entre argentinos en Wall Street se afirma finalmente que seguirán llegando del exterior dólares especulativos de corto plazo, siempre que al Gobierno le vaya bien en octubre. ¡El carry trade no se mancha! Pero para que aparezcan los fondos de mediano y largo plazo, que hacen apuestas a más de 3 o 5 años, habrá que transitar mucho tiempo de hacer buena letra. Pese al gran esfuerzo del Gobierno por mantener el ajuste y pagar el costo político para asegurar el superávit fiscal, las calificadoras de riesgo no mejoraron sustancialmente la nota de la Argentina. Habrá, entonces, que seguir remando en dulce de leche.
Fuente El Cronista