Caracas, 21 de agosto de 2025 – Total News Agency-TNA-La creciente presión internacional sobre Nicolás Maduro, tras la decisión de Estados Unidos de elevar la recompensa por su captura, el envío de buques frente a las costas venezolanas y acusarlo de encabezar un “cartel narco-terrorista”, provocó una reacción inusual en el chavismo: por primera vez, sus propios voceros cuestionaron públicamente el silencio de Rusia y China, los que hasta ahora eran sus principales aliados estratégicos.
En los últimos días, Maduro mostró un nerviosismo inédito en cadena nacional, amenazando a opositores internos y reconociendo fisuras dentro de su círculo más cercano. En paralelo, el diputado y comunicador oficialista Mario Silva debió admitir en televisión que resulta “extraño” que Moscú y Pekín no hayan emitido ningún comunicado de respaldo frente al endurecimiento de Washington.
“China y Rusia deberían tener una actitud diferente”, reclamó Silva, en contraste con la postura de México, Cuba y Nicaragua, que condenaron abiertamente las medidas de la Casa Blanca y el despliegue militar estadounidense en el Caribe.
La inquietud del chavismo coincide con un contexto geopolítico más amplio. No sería para nada descartable que el silencio de Moscú esté vinculado a las conversaciones que Donald Trump mantuvo con Vladimir Putin en Alaska. El encuentro se produjo pocos días antes de que Washington anunciara el envío de buques de guerra al Caribe y reforzara las acusaciones judiciales contra Maduro y Diosdado Cabello, lo que alimenta la hipótesis de un entendimiento tácito entre ambas potencias.
El antecedente más cercano para Caracas proviene de Oriente Medio: pese a su retórica, Rusia y China guardaron silencio cuando Israel, con apoyo estadounidense, golpeó sin consecuencias globales las instalaciones nucleares iraníes y eliminó a varios de sus científicos. Esa pasividad hoy se convierte en un motivo de preocupación para el régimen venezolano, que hasta ahora daba por sentada la protección automática de sus socios en Moscú y Pekín.
En este escenario, Maduro apeló a un discurso cada vez más beligerante, incluso advirtiendo que está dispuesto a “armar al pueblo” ante una eventual “agresión imperialista”. Sin embargo, puertas adentro del chavismo cunde el temor de que una eventual distribución de armas termine por convertirse en un riesgo interno, donde el propio mandatario sea visto como un blanco más lucrativo que como un líder a defender.
El giro en el tablero internacional y la falta de respaldo explícito de Rusia y China dejan al régimen en una posición de mayor fragilidad, evidenciando que la alianza estratégica sobre la que se apoyaba Maduro podría no ser tan sólida como él mismo proclamaba.