Buenos Aires, 5 de septiembre de 2025-Total News Agency-TNA-El diplomático argentino Rafael Grossi, actual director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), confirmó su postulación para suceder a António Guterres como secretario general de Naciones Unidas, en un proceso que se abrirá formalmente hacia fines de 2025 y cuyo desenlace está previsto para 2026, con asunción el 1 de enero de 2027. La definición llegará en pleno 80º aniversario de la ONU y durante la “High-Level Week” de la Asamblea General de este mes comenzarán los gestos y alineamientos que ordenarán la contienda.
Con más de tres décadas de carrera y gestión de crisis nucleares, Grossi llega con visibilidad global: negoció inspecciones en Irán y mantuvo interlocución con Kiev y Moscú por la central de Zaporiyia. En las últimas semanas, además, quedó bajo protección especial en Viena por amenazas vinculadas a su labor. Ese perfil técnico-político robustece su candidatura, pero también lo coloca en el centro de presiones cruzadas.
La selección del secretario general combina una etapa “abierta y transparente” coordinada por la Presidencia de la Asamblea General con la clave real: la recomendación del Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido conservan poder de veto. Organizaciones y Estados miembros ya empujan por un procedimiento más riguroso y participativo que el de ciclos anteriores.
El “factor género” será un vector adicional. Tras 80 años sin una mujer al frente de la Secretaría General, crece la presión para que la próxima conducción sea femenina. Entre los nombres que circulan con mayor fuerza aparecen Michelle Bachelet (Chile), Mia Mottley (Barbados) y María Fernanda Espinosa (Ecuador), entre otras figuras, mientras redes como “1 for 8 Billion” piden a los gobiernos apoyar candidaturas de mujeres.
El punto histórico: cómo pesa —o no— la neutralidad argentina. El 4 de septiembre de 1939, el gobierno de Roberto M. Ortiz proclamó la neutralidad tras el ataque alemán a Polonia. Esa posición, defendida por amplios sectores militares y nacionalistas, generó fricciones con Washington, pero no fue monolíticamente repudiada: Londres, necesitado de alimentos y materias primas, vio con pragmatismo esa distancia mientras duró el esfuerzo bélico. Con el giro del tablero, Argentina cortó lazos con el Eje en enero de 1944 y declaró la guerra a Alemania y Japón el 27 de marzo de 1945, ya en la recta final del conflicto. Ese itinerario explica por qué, en la posguerra, sobrevive una “leyenda negra” que presenta al país como reticente a alinearse, aunque el cierre del ciclo fue en clave aliada.
¿Puede ese pasado interferir hoy? La experiencia sugiere que el peso específico recae menos en la historia argentina y más en la agenda presente de las potencias con asiento permanente. En 2016, cuando Susana Malcorra compitió por el cargo, diversos análisis señalaron que el Reino Unido podría mirar con recelo una candidatura argentina por la disputa de las Malvinas/Falklands; la propia ex canciller expresó entonces que confiaba en que Londres no vetaría por nacionalidad. El antecedente confirma que la cuestión puede asomar en el cálculo político, pero también que no opera de manera automática.
Para Grossi, los eventuales vetos dependerán de su posicionamiento frente a expedientes sensibles —Ucrania, Irán, reforma del Consejo de Seguridad, clima e IA— y de cómo lea cada capital su margen de maniobra. Su fortaleza es el prestigio técnico en no proliferación; su desafío, demostrar que ese perfil puede traducirse en liderazgo político en un sistema trabado por rivalidades estratégicas.
El componente regional juega a favor: América Latina no conduce la ONU desde Javier Pérez de Cuéllar (Perú, 1982-1991). Aunque la “rotación geográfica” no está escrita como regla vinculante, existe un clima favorable a que el Sur Global recupere centralidad tras dos mandatos de países desarrollados. En ese marco, una elección latinoamericana —sea Grossi u otra figura— otorgaría visibilidad a la agenda de paz, desarrollo y transición energética de la región.
Calendario y próxima escena. La 80ª sesión de la Asamblea General se abrió el 9 de septiembre; el 22 habrá un acto por los 80 años de la ONU y, del 23 al 29, la “High-Level Week” reunirá a jefes de Estado y cancilleres en Nueva York. Allí comenzarán los tanteos públicos y en reserva que definirán patrocinios, vetos y viabilidades antes de que, hacia fines de 2025, se active el proceso formal de nominaciones.
Balance. El “capítulo neutralidad” de 1939, reformulado a la luz de su contexto y desenlace en 1945, difícilmente sea un obstáculo determinante en 2025-2026. Lo que sí resultará decisivo será la ecuación de poder en el Consejo de Seguridad y la presión internacional por una Secretaría General con legitimidad renovada —idealmente con perspectiva de género—. Si Grossi convierte su expertise en puente político entre bloques, Argentina podría, por primera vez, llevar a uno de los suyos a la cima de la ONU; si no, prevalecerá la lógica de vetos cruzados que ya frustró candidaturas anteriores.