Washington, 2 de noviembre de 2025-Total News Agency-TNA-El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, advirtió que instruyó al Departamento de Guerra a “prepararse para una posible acción” en Nigeria y anunció que, de persistir los ataques contra cristianos, suspenderá de inmediato la ayuda y asistencia a ese país. En un mensaje difundido en sus redes, afirmó que, de concretarse, la respuesta militar sería “rápida y feroz”, al tiempo que acusó al gobierno nigeriano de permitir “atrocidades” cometidas por extremistas islamistas.
La Casa Presidencial de Nigeria, encabezada por Bola Ahmed Tinubu, rechazó las acusaciones y defendió la vigencia de la libertad religiosa como principio constitucional. Voceros oficiales subrayaron que la cooperación internacional contra el terrorismo es bienvenida, siempre que se respete la soberanía nigeriana. Analistas locales remarcaron que la violencia que golpea al país —con epicentro histórico en el noreste— tiene múltiples dimensiones, que incluyen insurgencia yihadista, disputas por recursos entre agricultores y pastores, y conflictos comunales, y que las víctimas no se circunscriben a una sola confesión.
El cruce diplomático se produce tras la decisión de la administración Trump de volver a colocar a Nigeria en la categoría de “país de especial preocupación” por violaciones a la libertad religiosa, una calificación que el Departamento de Estado había otorgado en 2020 y removido en 2023. En paralelo, en el Congreso estadounidense se activaron iniciativas que reclaman sanciones específicas para funcionarios nigerianos responsables de tolerar o promover ataques sectarios y la aplicación de leyes de blasfemia.
Nigeria —con más de 200 millones de habitantes y una composición religiosa casi equilibrada entre cristianos y musulmanes— enfrenta desde hace más de 15 años la amenaza de grupos como Boko Haram y facciones del Estado Islámico en África Occidental, además de una proliferación de ataques con motivaciones criminales y políticas. Para Washington, la persistencia de masacres contra comunidades cristianas exige medidas contundentes; para Abuja, la narrativa de persecución sistemática desconoce la complejidad del fenómeno y la respuesta estatal en curso.
La escalada verbal abre interrogantes sobre los próximos pasos bilaterales. Mientras en Washington se insiste en que el Pentágono elabora escenarios, el gobierno de Tinubu plantea que cualquier cooperación antiterrorista debe enmarcarse en canales formales y con respeto al derecho internacional. El desenlace dependerá de si la presión estadounidense deriva en sanciones selectivas y mayor coordinación en seguridad, o si escala hacia un curso de acción unilateral con potencial impacto regional.

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