Buenos Aires, 7 de diciembre de 2025-Total News Agency-TNA-En medio de un escenario internacional marcado por tensiones renovadas en torno al programa nuclear iraní y la restauración de sanciones impulsada por potencias occidentales, China dio un paso al frente con un mensaje inusualmente directo: Pekín asegura que “tomará medidas” si las restricciones contra Teherán repercuten en su economía. La advertencia, formulada por su embajador en Irán, resonó con fuerza no solo en Oriente Medio sino también en los mercados energéticos globales, donde la relación chino-iraní ocupa desde hace años un lugar estratégico.
Durante una conferencia de prensa en Teherán, el representante chino sostuvo que las sanciones reinstaladas por el bloque europeo —particularmente Reino Unido, Francia y Alemania— carecen de validez legal y resultan inaplicables para su país. El diplomático fue explícito al afirmar que su gobierno “no dudará en actuar” si sus intereses comerciales resultan perjudicados. La contundencia del mensaje reflejó el profundo nivel de dependencia económica mutua entre China e Irán, vínculo construido durante décadas bajo un esquema que combina cooperación energética, acuerdos tecnológicos y participación en proyectos de infraestructura.
El trasfondo de esta tensión se remonta a la decisión de reactivar sanciones en septiembre, bajo el mecanismo conocido como “snapback”, una herramienta que algunos miembros del Consejo de Seguridad interpretan como vigente pese al deterioro del pacto nuclear original. Para Pekín, sin embargo, aquel acuerdo es considerado expirado en sus términos operativos, por lo que insiste en que las restricciones reimpuestas no obligan a terceros países. Tanto China como Rusia mantienen esta postura, y la han expresado de manera conjunta ante organismos multilaterales en reiteradas ocasiones.
La economía iraní, fuertemente condicionada por sanciones estadounidenses y europeas, encuentra en China a su principal socio comercial. Este lazo, lejos de debilitarse, se ha intensificado durante los últimos años. Según estimaciones aceptadas por organismos regionales, alrededor del 29% de las exportaciones no petroleras de Irán tienen como destino al gigante asiático, mientras que aproximadamente una cuarta parte de sus importaciones provienen de allí. Pero la dimensión más sensible del vínculo es la energética: se calcula que más del 92% del petróleo que Teherán consigue colocar en el mercado exterior termina en refinerías chinas, lo que equivale a un flujo anual de entre 65.000 y 70.000 millones de dólares.
Esa dependencia mutua configura una red de intereses difícil de erosionar. Los volúmenes de crudo iraní que abastecen al sistema energético chino han permitido a Pekín diversificar proveedores y garantizar precios más competitivos, a la vez que ofrecen a Irán un sostén financiero vital en momentos en que pocos compradores están dispuestos a enfrentar sanciones secundarias. Este equilibrio, sin embargo, se vuelve frágil cuando el escenario geopolítico se altera, como ocurre ahora con la decisión del E3 de revivir sanciones que, para China, carecen de sustento jurídico.

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