En el entorno de Alberto Fernández aseguran que se cansó de la prepotencia del presidente de la Corte Suprema y está decidido a ir con todo. Así se lo confirmó a Vilma Ibarra y a sus ministros cercanos. Está convencido de que Horacio Rosatti es corrupto y parcial y tiene que dejar el organismo, y que la única alternativa institucional consiste en su juicio político
En el entorno de Alberto Fernández aseguran que se cansó de la prepotencia del presidente de la Corte y está decidido a ir con todo. Así se lo confirmó a Vilma Ibarra y a sus ministros cercanos. Está convencido de que Horacio Rosatti es corrupto y parcial y tiene que dejar el organismo, y que la única alternativa institucional consiste en someterlo a juicio político.
No sólo Alberto Fernández, sino el conjunto del Frente de Todos, más allá de sus profundas disidencias internas, está convencido de que la Corte actúa como un organismo político que se dedica sistemáticamente a perjudicar al gobierno y a impedir todas las iniciativas que el país necesita. Y como demostración de su determinación, realizó una durísima publicación en las redes sociales, en el que hizo un resumen del año y adelantó lo que piensa hacer en el futuro.
A contrapelo de su diletancia habitual, Alberto se expresó de manera clara y explícita, anunciando que se inicia un año inolvidable del vínculo del poder ejecutivo y la Justicia: ”Convoqué a los señores gobernadores que acompañaron al estado nacional en su planteo contra la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que, en conjunto, impulsemos el juicio político al presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, para que se investigue su desempeño”, enfatizó sin vueltas.
Desde la Corte, la iniciativa presidencial fue recibida entre burlas e ironías: “Empezó la Feria, la estábamos esperando más que el aguinaldo”, dejaron trascender, en el convencimiento de que la iniciativa resulta inviable con la relación de fuerzas existente actualmente.
Pese a esto, el entorno de Alberto asegura que insistirá y no dará una marcha atrás, a diferencia de su comportamiento en cuestiones espinosas durante sus tres años de gobierno. “Cree que Horacio Rosatti es un inmoral, parte de un engranaje corrupto y que su entorno colabora con eso, y lo quiere fuera de la Corte”, dejó filtrar uno de sus ministros más cercanos al que le comunicó la decisión la semana pasada.
A similitud de lo que hizo en su momento Néstor Kirchner, Alberto quiere terminar con la Corte de la “mayoría automática”, que lidera al denominado “partido judicial”, para reemplazarla por otra que se apegue a la constitución. La reunión clave para definir su estrategia fue con Santiago Cafiero y Juan Manuel Olmos. “No quiero la corte de los milagros ni la servilleta ni nada, quiero tipos que laburen y saquen fallos objetivos, no otra cosa”, les habría dicho.
Aunque ahora se sospechan como un fabuloso montaje, la difusión de los chats entre Silvio Robles -hombre de confianza de Rosatti– y el ministro de Justicia porteño, Marcelo D’Alessandro, terminaron de decidirlo. El presidente tiene la peor de las opiniones sobre Robles desde los tiempos en que trabajaba con Felisa Miceli, la ex ministra de Economía que debió renunciar cuando se encontró un paquete de dólares de origen injustificado en su baño el ministerio. Robles tomó a su cargo la defensa de la ministra, pero para Alberto también habría sido el responsable de la llegada del sobre.
Robles es reconocido desde hace años como lobista con fluidos contactos con jueces, periodistas y empresarios, y se le adjudica ser el intermediario de negocios non sanctos. La maniobra de montaje contra D’Alessandro y su vinculación con Rosatti fueron la gota que rebalsó el vaso y que animaron a un gobierno en retirada tras la sentencia a Cristina Fernández de Kirchner a pasar a la contraofensiva.
Alberto está convencido de que este es el momento de actuar, ya que se habrían alineado los planetas. El judicial es el poder más desacreditado de los tres; las últimas decisiones de Rossatti han generado resquemor incluso entre sus propios aliados, sobre todo la decisión de anular una ley votada por el Congreso para reemplazarla por otra que el parlamento había anulado para poder asumir la presidencia del Consejo de la Magistratura. Incluso -aunque no lo expliciten-, varios referentes de la oposición piensan que su ambición lo llevará inexorablemente a confrontar contra cualquier gobierno, más allá de su signo político. Y se suma un tercer elemento de juicio determinante: Alberto cree que si consigue demostrar la corrupción del presidente de la Corte sus chances electorales crecerán de manera meteórica y se encontrará en situación de construir su propio espacio político nacional, prescindiendo de la incómoda tutela de Cristina.
La opinión de Alberto sobre Rossatti no es novedad. Hace veinte años le advirtió a Néstor Kirchner sobre la supuesta “corrupción” del actual presidente de la Corte, y le aseguró que el santafesino era uno de los responsables principales del amañamiento de la Justicia. Su desempeño presente confirma a sus ojos esa caracterización, y está dispuesto a ir por todo.
El problema reside en si, por su procrastinación y su tendencia a recular sistemáticamente, podrá llegar a contar con los votos legislativos indispensables para llevar adelante este objetivo. O se arrepentirá, incluso antes de iniciar el proceso.
Fuente Realpolotik