Por Facundo Chaves
Hablará hoy desde la Universidad de Río Negro, tras la difusión de los fundamentos de la condena por corrupción. Cuál es el contexto político en el que reaparece la vicepresidenta y, lo más importante, ¿tiene posibilidades de ganar? El análisis de la politóloga Ana Iparraguirre
Lo pasado, pisado. Cristina Kirchner parece lanzada a reconstruir un poder menguado y desafiado de adentro y de afuera del Frente de Todos, la coalición que supo construir con Alberto Fernández y Sergio Massa para ganarle en 2019 a Mauricio Macri. Lejos quedó el último 6 de diciembre, cuando en un discurso desbordado anunció “no voy a ser candidata a nada” (sic) porque, dijo, no estaba dispuesta a ser mascota de nadie. De ese renunciamiento presunto pasó, tres semanas después, a instalar la idea de que, en realidad, había sido víctima de una proscripción. Y el martes pasado se dejó vitorear junto a las Abuelas de Plaza de Mayo el remanido y capicúa “Presidenta, Cristina Presidenta”.
Es una metamorfosis política acelerada que ocurrió ante los flashes de las cámaras y las transmisiones en vivo por el canal de Youtube de @CFKArgentina. Un giro que se activó después de constatar que el mandato peronista de que cada uno tomara en sus manos el bastón de mariscal lo único que trajo fue desorden en las filas propias y una autonomía cada vez mayor -y peligrosa- del Presidente.
Cuando a las 18 de este viernes Cristina reaparezca en la Universidad Nacional de Río Negro, habrá pasado algo más de un día en que se conocieron los fundamentos de la condena a seis años de cárcel e inhabilitación perpetua por un desfalco colosal en perjuicio del Estado, en la denominada Causa Vialidad. Pero también transcurrieron días y días, quizá semanas, de una serie de episodios que expusieron el desorden estratégico e ideológico que afecta al Frente de Todos.
La imagen de la convocatoria que hizo Cristina Kirchner en sus redes sociales del encuentro de esta tarde.
Tres episodios coincidieron esta semana: la declaración en off que reprodujo entrecomillada el periodista Roberto Navarro en El Destape de Alberto Fernández hablando del “fin de 20 años de kirchnerismo”; la presencia del ministro Eduardo “Wado” De Pedro en un encuentro en ExpoAgro con directivos de los grupos La Nación y Clarín -entre ellos Jorge Rendo, presidente del directorio y protagonista del video de Lago Escondido-; y el sorpresivo envío del Ejército a Rosario, una ciudad que está disputada a sangre y fuego con los narcos, una herejía imperdonable para el kirchnerismo paladar negro.
Si bien cada uno de esos episodios tienen una justificación (o su desmentida oficial) lo cierto es que incomodan a una vicepresidenta que apuesta a revitalizar una propuesta electoral propia, enfrentada con los poderes concentrados -donde la prensa y los grandes empresarios son sus enemigos preferidos y permanentes- y la inseguridad y la violencia narco es combatida con fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas son miradas con desconfianza.
Mesa principal. Wado De Pedro, a la derecha, junto a Fernán Saguier, de La Nación, y Jorge Rendo, de Clarín
Como ocurre cada vez que habla Cristina Kirchner, su círculo más cercano e íntimo se cierra y evita los trascendidos. Se espera, igual, que hable de los fundamentos de la condena y no se descartan definiciones sobre la pelea sin solución con el Presidente. Los temas de la convocatoria son lo suficientemente amplios para que, dentro de eso, quepa todo y más de la actualidad: “¿Hegemonía o consenso? Ruptura del pacto democrático en una economía bimonetaria. Inflación, FMI, crisis de deuda y fragmentación política”.
Pero el de hoy, quizá, no es el evento político más importante del cristinismo. Será el plenario del sábado, en Avellaneda, que organizó Andrés “Cuervo” Larroque, La Cámpora y algunos intendentes del conurbano. Así como en su momento fue la aparición de Unidos y Organizados, que luego fue rebautizada Unidad Ciudadana, y luego transmutó en Frente de Todos, será el estreno público de “La Patria es el Otro”. Allí, la convocatoria no tiene disimulos, ficciones ni imposturas: “Cristina Presidenta”, dicen los afiches. Clarito.
Presidenta. La cartelería para “militar” en apoyo a Cristina Kirchner
Escenario con final abierto
La irrupción de Cristina Kirchner en onda candidata no está exenta de un contexto que la destacada politóloga Ana Iparraguirre describe como “el más abierto en términos electorales de los últimos 20 años”. Impredecible y fluido son las palabras que mejor describen, a juicio de la directiva de la consultora GBAO, el presente y el futuro próximo.
En las mediciones de opinión pública, se registran indecisos del orden de 15 a 20 puntos, un porcentaje que ninguno de los candidatos mejor posicionados supera con comodidad. En la mayoría de las encuestas, igual, Cristina Kirchner lidera intención de voto. La definición de ese grupo que no definió todavía su voto puede cambiar el resultado de las elecciones.
La analista, igual, hace un aclaración más que pertinente: hoy las encuestas pueden tener una variación en los resultados de más de 10 puntos. Ya no sólo se necesita de un ojo avezado, entrenado para detectar tendencias y cambios, sino que se requiere que la herramienta -el microscopio con el cual se mira- sea adecuada. “Dependés de la metodología que se aplique para obtener resultados confiables”, aseguró en diálogo con Infobae.
Ana Iparraguirre
Esos indecisos, por ahora, no están inclinados a tomar una opción electoral, sino que se viene anclando y profundizando entre ellos un sentimiento de rechazo a la política, una anti política que se asienta en los electores y gana terreno. Ocurre porque la sociedad percibe que la política habla de cosas que no la involucran y se experimenta una desconexión entre la oferta que ponen los políticos en el debate público y las demandas que tienen amplios sectores de la sociedad, sociedad que a su vez acumulan carencias.
Pero Iparraguirre subraya que la novedad en este contexto sigue siendo Javier Milei. Después de 4 años de intensa exposición mediática y ya entrando en su segundo año como diputado nacional, sigue con una potencialidad electoral que puede, como mínimo, desbalancear y comprometer el predominio de las dos coaliciones políticas. Como candidato a presidente, es el imán que atrae a la anti política, que reprocesa el voto que antes lo atraía la denominada “avenida del medio” y que, ahora, se transmuta a un voto más de derecha.
Este escenario abierto implica que las posiciones en las que están cada uno de los candidatos hoy significan poco, porque ese orden puede ser alterado por algún evento más o menos inesperado. El caso Rosario -y la respuesta que dio el gobierno de Alberto Fernández, primero ignorando y después mandando militares- puede ser un ejemplo.
Esta incertidumbre interpela, sobre todo, a la oposición: con un gobierno que ofrece tan pocas prestaciones y casi nulos resultados, que aún el Frente de Todos siga siendo competitivo o no exista consenso sobre una derrota inevitable del oficialismo, debería representar una señal de alerta que Juntos por el Cambio debería anotar. Esta incertidumbre puede ilusionar a los cristinistas de que una militancia activa pueda torcer el destino de derrota.
“Quien crea que ya ganó o perdió, no está leyendo el contexto”, asegura Iparraguirre. La principal debilidad que muestra la oposición, “lo que produce espanto”, son las peleas, las fricciones y disputas que no son sólo por el liderazgo, sino también por el programa que debería aplicarse un futuro presidente a partir del 10 de diciembre.
Para la analista, lo que domina en la escena de Juntos por el Cambio es la discordia y las internas a cielo abierto, en vez de estar conteniendo y convocando a los “heridos y víctimas” del sistema político y económico de la última experiencia kirchnerista. Los que vienen sufriendo un deterioro en el nivel de vida, de los que dejaron de comprar comida o vieron deteriorarse su acceso a bienes y servicios (que pasaron de mandar a sus hijos del colegio privado al público o que dejaron de tener prepaga).
Un contingente extra de Gendarmería fue asignado a Rosario para enfrentar a los narcos. También mandaron al Ejército.
Entre esas demandas insatisfechas y privaciones se destaca la crisis de seguridad que hay en Santa Fe en general y Rosario en particular. Es que el narcotráfico es un problema importante que afecta, sobre todo, a los sectores de menores recursos económicos, que están siendo diaria y cotidianamente atacados. Es un drama que golpea a los chicos, que son víctimas y victimarios, a las madres que ven cómo son captados sus hijos para ser soldaditos de bandas anárquicas y desposeídas de valores mínimos de respeto por la vida.
La reacción del gobierno de Alberto Fernández termina ocurriendo tarde porque se trata de un tema del que podía ser indiferente sin mayores costos políticos, hasta que la irrupción de Lionel Messi en el drama narco de Rosario -con una amenaza mafiosa que terminó en los diarios del mundo- obligó a la Casa Rosada a involucrarse.
Estado incapaz, sociedad abúlica
Pero la pregunta que es pertinente hacerse es qué pasa que ni la seguridad ni la disparada inclemente de la inflación, que daña con tanta profundidad y cotidianeidad a la sociedad, empujan a la sociedad a tener protestas en las calles, manifestaciones, piquetes y reclamos, que no se registre un estado de convulsión como pudo existir en la crisis de principios de milenio.
La respuesta original de Iparraguirre interpela desde un lugar inesperado: la impotencia del Estado. “No hay expectativas de que este gobierno pueda resolver las demandas que tiene la sociedad. Con la acumulación de tantos problemas no hay manifestaciones, ni presión social porque se percibe incapacidad del Estado para resolver los problemas”.
“De esto surge una segunda derivada: como el Estado no puede darme bienes ni servicios, ¿para qué quiero al Estado encima?”, afirma Iparraguirre. Acá reaparece en toda su dimensión la figura de Javier Milei, porque cataliza una reacción de “quiero estallar todo, el sistema entero”.
Milei llegando al Congreso para la apertura de sesiones ordinarias. (foto Maximiliano Luna)
Sin poder vacante
Lo cierto es que la inminencia del acto de Cristina Kirchner no es ajena a la disputa en cada coalición por un eventual poder vacante. Los dirigentes de ambos conglomerados políticos, según Iparraguirre, “están tratando de definir la sucesión del liderazgo, que es un escenario de enorme complejidad”. Es que se trata de dos coaliciones que se armaron más con una perspectiva electoral que de gobierno. De allí sus resultados tan modestos.
Hay en el ámbito opositor una intuición que puede ser peligrosa: como el Frente de Todos está débil y con la conducción de Cristina Kirchner en entredicho, no se requiere de una unidad monolítica para ganar, es decir que se puede prescindir de la cohesión para doblegar al peronismo. “Están operando en un mundo viejo, que establecía que no importaba todo lo malo que fueran porque el miedo a Cristina iba a ser superior a sus defectos”.
En JxC, la figura de Macri, que volverá a la Argentina el próximo 20 de marzo, interviniendo en la arquitectura electoral de JxC -sugiriendo preferencias, simpatías, y determinando qué es y qué no es el cambio- puede estar dando por hecho que no hay alternativas para enfrentar a las diversas expresiones kirchnerista. La falla del argumento es, otra vez, no contar con Milei en el escenario, que ofrece una prestación de mayor ruptura con el sistema.
Además, Juntos por el Cambio -y en su medida también el Frente de Todos- se enfrentan a otro desafío que reaparece con indescifrable probabilidad: la abstención, el desentenderse, no ir a votar como manifestación de desencanto. Es decir que la oposición se enfrenta a dos enemigos, gente que quiere romper el sistema con Javier Milei o que directamente el sistema le es indiferente.
“Con tanta frustración, habrá que estar atentos a los niveles de participación. Porque es factible que la gente directamente no vaya a votar y, en ese caso, si esa decisión es más o menos homogénea. Puede que se profundice en sectores que sientan que no tienen candidato”, explicó Iparraguirre.
Así, podría no votar en JxC un larretista que rechace a Bullrich, o viceversa, que un bullrichista no quiera apoyar a Larreta. O en el FdT, un kirchnerista que no quiera optar a Alberto Fernández o a Sergio Massa, o un peronista de centro que no quiera votar a un cristinista. Halcones y palomas urbi et orbi.
Es el severo problema de la sucesión peronista encarnado en sus dos, aunque no únicos, protagonistas. “En el kirchnerismo hay un problema identitario, porque lo que supo representar Cristina hoy huele a naftalina, es viejo y no tuvo buenas consecuencias para su electorado más fiel, el que la sigue”.
Ante esto, hay dos escenarios a los que se enfrenta el kirchnerismo: una derrota cruel, arrasadora que lo obligue a repensar el futuro, o una derrota digna que genere menos incentivos para hacer una revisión profunda. “Creo que para el kirchnerismo, el segundo es el peor escenario”, arriesga Iparraguirre.
La madre de todas las batallas
Axel Kicillof y Cristina Kirchner, en el acto que realizaron en Avellaneda, a fin del año pasado.
Otra de las incertidumbres que tiene el panorama electoral es si el peronismo puede perder la elección nacional y, al mismo tiempo, ganar la provincia de Buenos Aires. Sin tener un candidato a presidente competitivo, ¿puede Axel Kicillof resistir y conseguir un triunfo en la inmensa geografía bonaerense?
“No puedo dar una respuesta concluyente. En general, el voto tracciona más de arriba hacia abajo, es decir la boleta presidencial por sobre la bonaerense, que de la bonaerense a la presidencial, pero está por verse”, agrega. “Hoy, Juntos por el Cambio parece ser el más competitivo, pero la política en general muestra que no está escuchando, no está sintonizando con lo que pasa. El escenario electoral está abierto, la situación social y económica es frágil y siempre se está a punto de que todo se vuelva impredecible, pero aunque suene paradójico, lo que está conteniendo es la falta de expectativa”. Un sociedad que no se queja y que espera que pase el que sigue.
Fuente Infobae