Por Joaquín Morales Solá
Marijuan pidió el sobreseimiento de la vicepresidenta en la causa en la que Lázaro Báez fue acusado de haber lavado 55 millones de dólares a pesar de comprobar que hubo al menos 370 cruces telefónicos; sus nexos con Massa
Guillermo Marijuan es un fiscal desconcertante, si es que lo queremos llamar de una manera que no siembre suspicacias. En noviembre pasado, cuando comenzaba la ofensiva del oficialismo contra la Corte Suprema de Justicia, Marijuan se presentó para pedir que se investigara penalmente el manejo de la obra social de la Justicia. Esa obra social depende directamente de la Corte Suprema, y una parte de la estrategia oficial consiste en embarrar a los tres jueces que forman la mayoría del tribunal con supuestos manejos deshonestos de la prestadora de servicios de salud de los judiciales. La entonces sorpresiva denuncia de Marijuan se respaldó en un voto solitario del juez Ricardo Lorenzetti (que había dicho lo mismo que el fiscal); Lorenzetti está en franca minoría dentro de la Corte. Ahora, Marijuan acaba de pedir el sobreseimiento de Cristina Kirchner en la causa del dinero K, porque, según él, no pudo constatar una vinculación comercial entre la expresidenta y Lázaro Báez, a quien se lo acusa en ese expediente de haber lavado 55 millones de dólares. Es el mismo fiscal que trasladó excavadoras en 2016 para perforar la interminable Patagonia, en una búsqueda obsesiva del tesoro kirchnerista, tres meses después de que Mauricio Macri asumiera la presidencia de la Nación. No encontró nada.
Sin embargo, sus amigos en la política no están en el macrismo ni en el cristinismo; su amigo político es Sergio Massa, a pesar de que los dos aseguran que dejaron de tratarse en los últimos tiempos. Cuando Massa le arrebató a Cristina Kirchner la posibilidad de la rereelección en 2013, y se perfilaba como un triunfante candidato presidencial, Marijuan esperaba ser propuesto como procurador general de la Nación (es decir, como jefe de todos los fiscales) en un eventual gobierno del entonces alcalde de Tigre. Massa necesita ahora desesperadamente de la bendición de Cristina Kirchner para ser candidato presidencial (que es lo quiere ser), pero debe competir con Eduardo “Wado” de Pedro y con Axel Kicillof. ¿Qué mejor prueba de amor, dicen algunos, que darle ahora a la vicepresidenta una buena noticia judicial, que son las únicas noticias que a ella le importan? Si Massa estuvo detrás de la lapicera de Marijuan, le habrá demostrado a Cristina que pudo mucho más que Alberto Fernández en mucho menos tiempo. El Presidente no logró deshacer ninguna de las causas judiciales que asedian a Cristina Kirchner, a pesar de que Alberto Fernández tenía en los tribunales muchos más amigos que Massa.
Vale la pena revisar el núcleo central de la decisión de Marijuan. El fiscal aseguró que no probó los vínculos comerciales de Cristina Kirchner y Báez, a pesar de que él mismo comprobó que hubo al menos 370 llamadas telefónicas entre la vicepresidenta y el empresario de la obra pública. Marijuan no puede ignorar que en otras instancias de la Justicia se probó decididamente esa relación. Por ejemplo, en el reciente juicio oral y público sobre la obra pública que terminó con la condena a seis años de prisión de Cristina Kirchner. En su célebre alegato sobre la corrupción en la obra pública durante los años de los dos Kirchner, el fiscal Diego Luciani dijo varias veces que “Báez es Néstor y Cristina Kirchner”; usó una forma elegante para señalar que Báez es, en última instancia, un testaferro de los Kirchner. Luciani también probó que Báez ingresó varias veces a la residencia de Olivos cuando Cristina era presidenta de la Nación. ¿Puede Marijuan ignorar en un expediente lo que sucedió en otros expedientes? Puede, pero es una manera aviesa de esquivar el trabajo de otros fiscales y jueces. El problema más serio del dictamen de Marijuan es que deja a Cristina Kirchner en las puertas de un sobreseimiento. Si bien el juez Sebastián Casanello no está obligado a frenar la investigación (puede continuarla si quiere), lo cierto es que la causa carecerá de apelación para llegar a la Cámara Federal. Solo pueden apelar el fiscal (Marijuan ya dio su opinión favorable a Cristina), y la UIF y la AFIP, que son querellantes, pero estas dos agencias están controladas por funcionarios que responden a Cristina Kirchner. El camino hacia la instancia de apelación está obturado entonces, y tampoco esto es una casualidad. La sala de la Cámara Federal que debería analizar esta causa es la que integran los jueces Mariano Llorens y Pablo Bertuzzi, dos magistrados con fama de independientes en los tribunales. Hace poco, en esta misma causa, la defensa de Cristina Kirchner desistió de apelar una decisión que la afectaba cuando supo que esos dos jueces deberían resolver la cuestión. Intuyó que votarían en contra de sus intereses.
Sobresale una conclusión: Marijuan le hizo un favor de tamaño indescriptible a Cristina Kirchner, aunque nadie sabe con certeza por qué eligió ese camino. Solo puede deducirse, con cierto grado de certeza, que no tomó esa decisión para hacer justicia, para interpretar correctamente las leyes o para cumplir con una convicción personal. ¿Estuvo Massa en el medio? ¿Es un favor que Massa le hizo a Cristina a la espera de que le devuelva la cortesía? ¿O el fiscal solo tiró el anzuelo a la espera de pescar una oportunidad para su carrera judicial? No hay respuestas, por ahora.
El arzobispo designado y el peronismo
Menos enigmática es la polvareda política que provocó un viejo sermón del arzobispo designado de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva. En una misa en el día del militante, en 2016, el presbítero señaló que “todos alguna vez quisimos ser peronistas”, pero luego se dedicó a ponderar los aspectos nobles que puede tener la dedicación a la política. García Cuerva no dijo, en rigor, que era peronista, sino que hizo una alusión a la hegemonía del pensamiento peronista durante los años de su juventud. El arzobispo es un intelectual formado en el derecho, la historia y la teología, un sacerdote con una sólida formación como no es habitual en la Iglesia. El Papa designó, además, a un obispo para los próximos 20 años en la Capital del país. García Cuerva tiene 55 años y los sacerdotes se jubilan a los 75 años. Podría haberlo trasladado a la Capital al arzobispo de San Juan, monseñor Jorge Lozano, un expresidente de la influyente comisión de Pastoral Social, con muy buena relación con dirigentes políticos, sindicales y empresarios. Lozano fue obispo de duro conurbano bonaerense y viene de una familia de obreros; enhebró lazos muy cercanos con empresarios y sindicalistas, quienes suelen describirlo como una buena persona. Bergoglio lo hizo obispo a Lozano y siente por él un especial aprecio personal. El problema es que Lozano tiene 68 años y debería jubilarse dentro de siete. El Papa quiere, según parece, que su diócesis sea administrada por muchos años por un arzobispo designado por él. Un arzobispo que lo sobreviva al propio Papa.
De todos modos, de García Cuerva se pueden decir muchas cosas, menos que no está preparado intelectualmente para el cargo. Tampoco se le puede endilgar complacencia con el poder kirchnerista, porque en su momento hizo duras críticas al manejo de la pandemia o a los insoportables índices de inflación. Esas reflexiones las formuló en Santa Cruz, cuna y fortaleza del kirchnerismo, donde es más difícil ejercer la libertad de expresión.
Otro aspecto que se subrayó de García Cuerva es su supuesta relación cercana con el matrimonio Massa, sobre todo porque el eclesiástico fue párroco, antes de ser arzobispo de Santa Cruz, en lugares muy cercanos a Tigre. Si fuera así, es García Cuerva el que deberá cambiar; no será García Cuerva quien cambiará al Papa. El Pontífice nunca confió en el actual ministro de Economía y, según se sabe, rechazó muchas veces invitaciones a reunirse con Massa. Algunas invitaciones le llegaron de personas de la Iglesia que cuentan con el aprecio o la amistad del Papa. La respuesta de Bergoglio fue siempre la misma: no. Según quienes lo escucharon, suele argumentar que Massa no es un político confiable, sino todo lo contrario: volátil, imprevisible y demasiado ansioso. No son las personas que le agradan al jefe de la Iglesia católica.
De todos modos, llama la atención que la política no le esté dando a García Cuerva, un próximo futuro cardenal de la Iglesia, la oportunidad de mostrarse en Buenos Aires tal como es, más allá de los archivos siempre manipulables. Es probable que la explicación radique en que también García Cuerva tropezó con la fractura que divide cruelmente a la sociedad argentina. Con la célebre grieta que el propio García Cuerva denuncia como un inmenso obstáculo para cualquier solución de los muchos y graves problemas argentinos.
Fuente La Nación