Por Adalberto Agozino
Los errores de política internacional del presidente Macron están debilitando considerablemente la presencia de Francia en Marruecos.
En las décadas de los años cincuenta y sesenta se desmembraron dos grandes imperios coloniales forjados en los siglos XIX y XX, el francés y británico, que, junto a los portugueses controlaban gran parte del continente africano durante siglos. Sin embargo, se mantuvo el predominio y la influencia sobre la mayoría de esos pueblos por parte de las antiguas potencias imperiales, sobre todo en el terreno económico, pero también en el militar.
Pero, la presencia francesa en sus excolonias ha sido particularmente intrusiva. Francia ha construido un entramado económico que constituye claramente una situación neocolonial.
Siete de los nueve estados francófonos en África Occidental todavía emplean como moneda al Franco FCA (Comunidad Financiera Africana) que está vinculado al euro y respaldado por Francia, como un legado de la política económica francesa hacia sus excolonias.
Francia tiene 1.500 efectivos de sus fuerzas armadas respectivamente para tareas de lucha contra el terrorismo yihadista.
Cabe destacar que las fuerzas francesas en los países de África Occidental no solo luchan contra el terrorismo yihadista, sino que protegen intereses estratégicos de Francia, en especial los envíos de uranio y otros minerales estratégicos que desde esa región llegan a Paris y que son esenciales para el funcionamiento de sus plantas termoeléctricas.
Pero, en los últimos tiempos las relaciones de Francia con Marruecos, antiguo protectorado francés hoy convertido en un importante socio comercial de su ex metrópoli, han sufrido un importante deterioro durante la presidencia de Emmanuel Macron.
El presidente galo no ha sabido comprender que los tiempos han cambiado en el Norte de África y que el viejo juego de mantener divididos y enfrentados a Marruecos y Argelia por el tema de Sáhara está tocando a su fin.
Paris se niega a aceptar que el Plan para Negociación de un Estatuto de Autonomía en el Sáhara, presentado por Marruecos en Naciones Unidas, en 2007, es la única solución realista, justa y posible para el diferendo en esa región, tal como han hecho numerosas naciones europeas, africanas, asiáticas y americanas.
El reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, por parte de los Estados Unidos, en diciembre de 2020, abrió una nueva etapa en el balance de fuerzas dentro de este conflicto, pero París se niega a reconocerlo y a adaptar su política exterior a este cambio de reglas.
La falta de realismo del Eliseo en este tema ha terminado por agotar la paciencia de Rabat que ha comenzado a tensar las relaciones con la ex potencia colonial.
Una muestra de esa tensión fue la decisión de Marruecos, bajo expresas directivas del Rey Mohammed VI de agradecer, pero no aceptar, la ayuda francesa para hacer frente a las consecuencias del terremoto del pasado 7 de agosto. El rey de Marruecos, Mohamed VI, indicó que la mejor asistencia ahora es la útil y necesaria y que hay que evitar una ayuda masiva que puede llegar a perjudicar la buena coordinación.
Macron no se ha resignado a lo que considera un desplante marroquí en su propia cara. Especialmente, después de que Marruecos recibiera ayuda humanitaria y equipos de rescate aportados por España, Reino Unido, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
Macron denunció en un mensaje por la red social X (antes Twitter), lo que denominó “controversias que no tienen cabida en la relación” existente entre ambas naciones y pidió respeto para las víctimas.
Las palabras del presidente Macron no hicieron más que incrementar el disgusto hacia Francia, porque en Marruecos se consideró una violación al protocolo que no se empleasen los canales y procedimientos diplomáticos habituales para plantear la cuestión o incluso de que no se hicieran los anuncios a través de medios de prensa marroquíes.
Insólitamente, días después la ministra de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna, anunció, en una entrevista a la cadena LCI en Egipto, Colonna dijo que el rey Mohamed VI de Marruecos invitó a Macron (a realizar una visita oficial al Reino Alauí) este verano cuando hablaron y apuntó que no se ha elegido hasta ahora ninguna fecha para realizarla: “Esta invitación está hecha y esperamos poder cumplirla”.
“Las relaciones entre los dos países son antiguas, están enmarcadas por una profunda amistad entre los dos países, nuestros dos dirigentes volvieron a hablar hace unas semanas de esta visita de Estado. El presidente de la República ha sido invitado a realizar una visita de Estado (a Marruecos) que hay que hacer sin duda ahora”, afirmó Colonna.
Al conocerse esa declaración en Marruecos causó sorpresa y disgusto. La visita del presidente francés, Emmanuel Macron, a Marruecos “no está en el orden del día y no está programada”, indicó una fuente gubernamental oficial marroquí.
La misma fuente gubernamental oficial se sorprende de que Colonna haya tomado “esta iniciativa unilateral y se haya dado la libertad de hacer un anuncio no concertado sobre una cita bilateral importante”.
Esta nueva chapuza en la política exterior francesa no hace más que sumar malentendidos y tensiones a las relaciones bilaterales entre Marruecos y Francia y es un paso más a la continua labor del presidente Macron para poner fin a la influencia de Francia en África.
Si rápidamente Francia no modifica los errores de su política exterior hacia el continente y acepta las nuevas realidades, tales como la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara, la Françafrique será pronto tan solo un recuerdo nostálgico del neocolonialismo.