Por Enrique Guillermo Avogadro
“Diciembre me gustó pa’ que te vayas”. José Alfredo Jiménez
Mañana, con la asunción de Javier Milei de la Presidencia de esta maltrecha República, la sociedad respirará en libertad, después de dos décadas de mordazas (con excepción de los años de Mauricio Macri), pero con un pronóstico de fuertes tormentas para el futuro inmediato. El discurso inaugural deberá contener un prolijo inventario de la herencia que recibirá, la peor desde 1983, ya que así mostrará su respeto por una tan castigada ciudadanía a la cual se le pedirá que asuma los enormes sacrificios que requerirá reconstruir tanto la economía, cuanto la educación, la salud, la seguridad cotidiana, la defensa nacional, el orden público y el tejido social, todos universos destruidos por el kirchnerismo hasta los cimientos.
El león libertario está dando muestras de un pragmatismo inédito en el difícil armado de un gobierno que necesita traducir los votos de catorce millones de ciudadanos en fuertes espaldas políticas y legislativas para obtener las sanciones de las leyes que le permitan encarar las reformas que, al haber sido explícitas en la campaña, le permitieron triunfar en el ballotage. Me parece de una ingenuidad absurda reclamarle, como hace el periodismo, mantener una virginal pureza que sólo significaría debilidad en un Congreso tan adverso como se vio el jueves; espero que lo entiendan los jóvenes, siempre impacientes, cuando la realidad imponga demorar el cumplimiento de algunas metas propuestas con tanto énfasis hasta ahora.
El lunes comenzará la resistencia violenta de quienes se presumen a priori afectados por el cambio radical que resulta indispensable producir en la reducción racional del gasto público, llevado al paroxismo por el populismo clientelista, al cual habremos despedido el domingo como se merece, sin honores pero con alivio y enorme desprecio. Para diseñar esa trinchera, el martes se reunieron los cabecillas de la CGT, de las dos CTA, incluyendo a Roberto Baradel, máximo responsable de la catástrofe educativa que ha condenado irremisiblemente al fracaso a varias generaciones de chicos, con los corruptos gerentes de la pobreza, es decir, los mismos que estuvieron en silencio cuatro años, mientras los Fernández² y Sergio Massa licuaban salarios y jubilaciones a golpes de inflación y latrocinio.
Anunciaron que combatirán en la calle, seguramente durante las fiestas navideñas, para sostener sus incomprensibles privilegios, esos que la sociedad les retaceó en las urnas, llevando al peronismo a la peor derrota de su historia. En un paso de comedia que pretende replicar la tragedia de los 70’s, dicen estar dispuestos a sembrar muertos, una acción que habitualmente desestabiliza a los gobiernos. Pero esta vez se enfrentarán a Patricia Bullrich quien, mostrando su grandeza personal y política, habrá asumido uno de los cargos más peligrosos de la administración, aunque cuente con la lealtad y la confianza de todas las fuerzas de seguridad federales, quizás con excepción de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), colonizada –como otros organismos- por La Cámpora.
Espero que los fiscales, bajo el comando interino de ese gran señor que es Eduardo Casal, a quien sugiero que el nuevo gobierno proponga efectivizar, promuevan denuncias penales contra todos y cada uno de los funcionarios que, durante tantos años, han saqueado al Estado dejándolo exánime; muchos de ellos permanecerán en sus cargos, y actuarán como quinta-columnas para poner palos en las ruedas y complicar la nueva gestión con vistas a su rápida destitución. La Justicia deberá acabar con la impunidad habitual, actuando con celeridad para evitar que, como siempre sucede, el tiempo malgastado imponga la prescripción de las acciones.
El ejemplo más concreto y trágico de la responsabilidad de quienes se van es el juicio que la Argentina perdió, por la estatización de YPF y la mala praxis de Axel Kiciloff, en los tribunales de Nueva York y que significó una condena de US$ 16.000 millones; en la medida en que, al menos, el 30% de ese monto irá a las empresas de los Eskenazi, testaferros de Cristina Fernández, significará un nuevo y descomunal enriquecimiento para la familia Kirchner, titular de esta asociación ilícita organizada para defraudar al Estado; no es un detalle menor que la defensa de los intereses nacionales estuviera, en los últimos cuatro años, a cargo de Carlos Zannini, cómplice necesario de esa monumental estafa.
Sería necesario impedir que Alberto Fernández, Massa y tantos otros canallas se fueran al extranjero sin rendir acabada cuenta de todo lo que han hecho para contribuir a la muerte de miles de compatriotas durante la pandemia, extender la rampante corrupción, profundizar la crisis económico-social, vaciar las arcas públicas, dilapidar dinero a manos llenas para sostener la apetencia presidencial del Ministro de Economía, llevarnos a la hiperinflación y dejar más bombas cebadas a la próxima administración. Si Dios y la Patria esta vez concretaran su siempre prometida y nunca efectivizada demanda, resultaría más digerible para la sociedad transitar el dificultoso y empedrado camino hacia el futuro prometido.
Acompañar a Milei y a Victoria Villarroel desde el Congreso a la Plaza de Mayo es una verdadera obligación republicana para la ciudadanía que, previsiblemente, se verá conminada en breve a parar los pies a todos aquéllos que, sin escrúpulos, buscarán el rápido fracaso del libertario, cualquiera sea el costo generalizado de intentarlo, para volver al poder.