Con la Ley de Bases, Milei dice: empiezo una nueva etapa. Otra apuesta. Se verá. En los EE.UU. Biden, flojo en su carrera por repetir la presidencia, apostó a ganarle un debate a Trump. Perdió y por paliza.
Pasaron los disturbios y en la votación de horas atrás apenas si se notaron las protestas afuera del Congreso, de las que hasta los kirchneristas se borraron. Aunque no en el recinto, con carteles en sus pupitres, infantil provecho de la desgraciada desaparición del pequeño Loan Peña. Dijeron después que eran de buena leche, que nada de querer aprovecharse políticamente. Pura hipocresía.
La impotencia legislativa incluso llevó al chaqueño Pedrini a saludar a Fernando Iglesias porque repudió el intento de golpe en Bolivia, con la ironía de reconocerle “bienvenido a la democracia”. Y, contrasentido, aludiendo a las palabras y la banalidad política. ¿No serán cosas que ya fueron y que al final favorecen a Milei, como las nuevas diputadas de la izquierda, que para llamar la atención juraron contra el Estado de Israel?
El kirchnerismo, Unión por la Patria no se vende sigue afilando uñas con la ley de reajuste jubilatorio que le afecta las cuentas al gobierno. Y, ya se sabe, Milei debe ser un caso único en el mundo al ofrecer dar su vida por el superávit fiscal. Prometió vetarla. Pero el caso es que el kirchnerismo sumó con los radicales 160 votos, al borde de los dos tercios con los cuales podrían voltear el eventual veto presidencial.
En el gobierno se abre la puerta al ingreso de Sturzenegger, el autor del original de las Bases (y del famoso DNU), en su carácter, como ya dijo Milei, de ministro reformador del Estado. Y como si fuera poco, con otro mandato: preparar otra ley numerosa para derogar las que dificultan a gobierno y privados moverse más rápido. Ya tiene nombre propuesto: Ley Hojarasca, de limpieza del Código Civil y Comercial.
Milei informó que en la tercera semana de este mes hubo inflación cero, una forma de decir en términos populares lo que anunció tras la sanción de las Bases: el gobierno, de buscar el déficit cero, apuesta ahora a la tarea mayor de ir por la emisión cero. Claro que lo que la gente ve son los precios, y si la inflación parece ir marcha atrás, enseguida aparecen temas marcha adelante como el desempleo y la recesión, los datos económicos más importantes de la semana. Y eso que hubo varios: el blue tocó récord y junio fue el primer mes en el que el Central, que el kirchnerismo dejó en rojo, pierde reservas con Milei
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Kristalina Giorgieva y Sergio Massa, ministro al que el FMI le permitió gastar sin control.
Tendón de Aquiles del programa: bajar rápido la inflación, atándola al tipo de cambio. Muchos dicen: no queda otra. Más: todos los gobiernos exitosos en bajar altas inflaciones usaron esa receta en algún momento. Por esto hay roces con el Fondo, que está siendo con Milei mucho más duro que lo que fue con Massa. Los antecedentes de Caputo con Macri no ayudan pero el Fondo hizo la vista gorda con Massa, al que permitieron gastar sin control lo que le daban, justificándose en que debían ayudarlo a terminar el gobierno. Georgieva es del del equipo de los hermanos Marx: tiene sus principios, pero si no gustan tiene otros.
Con la trabajosamente lograda Ley de Bases, abultado recorte de la inicial, la abultadísima ley Omnibus, Milei dice: empiezo una nueva etapa. Otra apuesta. Se verá. La ley salió más flaca pero sigue gorda y le da marco a Milei para gobernar y cumplir lo de prometido es deuda, porque de otro modo corre (corremos) el riesgo aumentado de tener otra vez sopa: aquello de que cambie todo para que no cambie nada.
No hubo sorpresas en la votación. El kirchnerismo retuvo los suyos y también la alianza de libertarios, Pro, casi todos los que junta Pichetto y los 25 radicales que conduce De Loredo. Los 8 de Yacobitti, Lousteau y Manes votaron con los K y la izquierda. Los diputados que no votaron con el Gobierno difícilmente lo hagan más adelante. Y los que lo hicieron no lo harán siempre. Esa es la foto de hoy. Sí hubo una sorpresa: el kirchnerismo anunció que recurrirá a la Justicia contra la votación. Si algo faltaba era meter a los jueces a validar los asuntos del Congreso.
Otra sorpresa, menos conocida: los ascensos militares sacudieron al Senado. Ocurre que la vice Villarruel, marginada de los temas de seguridad y defensa, le marcó la cancha a Milei y tachó de la lista enviada por la Rosada a tres generales de brigada, un contraalmirante y dos coroneles, cuyos pliegos no fueron tratados.
Victora Villarruel intervino la lista de los ascensos militares que llegaron propuestos al Senado.
Esto, lo local, en apretada síntesis. Pasemos a la política exterior, que en este mundo globalizado y con un presidente que aspira a que medio mundo hable de él, pesa y mucho. Hubo tres hechos con cierta relevancia acá. Uno, el raro intento de golpe en Bolivia, que hacía rato no repetía su larga tradición. Duró tres horas. Pensamos qué lejos que estamos ahora de esos infortunios mayores. Pero ojo: tenemos nuestra cuota de irresponsables que cada tanto parecieran ansiarlo.
Dos, concluida la pelea oral con Sánchez, Milei acaba de reemplazarlo por Lula, que, como el español, se cree con derecho a meterse en política ajena, recomendando votar a Massa, y que Milei se calle la boca. Medio año después sigue reclamándole disculpas, como sabiendo que habrá repetición de guapeadas. Ya no se espera un cara a cara este lunes en la cumbre del Mercosur. Hay más curiosidad por la interventora de Milei en la Cancillería, Ursula Basset, un alfil de Santiago Caputo que denunció el avance del comunismo cultural en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Del otro lado, el de la derecha, que es el que le interesa a Milei. Biden, flojo en su carrera por repetir la presidencia, apostó a ganarle un debate a Trump. Perdió y por paliza. Según CNN, que no suele ocultar sus simpatías demócratas, por 67 a 33. Estamos algo lejos de las presidenciales, que son en noviembre, pero las expectativas son más cercanas, operan ya y es de suponer que esto también es apuesta de Milei para conseguir que el discurso se convierta en efectividades conducentes. De paso, Trump tiene 78 cumplidos en junio y Biden va para 82 en noviembre. Pero pareciera que esos cuatro años fueran muchos más. Porque no suele dar pie con bola. Y pensar que antes, en muchos oficios, tener años encima era una gran ventaja.
Fuente Clarin