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Por Ricardo Roa
Cristina, la inocultable mentora de Alberto, se quiere correr de su responsabilidad. Fernández no supo gobernar su vida personal como no supo gobernar el país. ¿Y quién le puede creer a Fernández cuando dice yo no robé?
Dicho sin segundas intenciones o con todas ellas: nunca se vio a la política tan a calzón quitado. No sólo las intimidades presidenciales que dejaron de serlo sino a la suma (mejor dicho, resta) que deja el final de lo que una vez empezó a ser relatado como la década ganada. Otro marketing impostor.
Las intimidades, por llamarlas de alguna manera, de Puerto Madero, la Rosada y Olivos, desnudan aún más el cuadro espantoso de la última gestión de gobierno, rama kirchnerista. ¿Eran pensables? Difícilmente se podría haber imaginado un lodo así, con no solo algunos manoseados, sino con todos (y todas) manoseados.
Lo corrupto era esperable. El relato también, aunque caído en tal dimensión que no se encuentra un calificativo preciso para semejante amplitud de cinismo y soberbia. Su cuarentena cruel e interminable, tan ingenuamente saludada por eso dado en llamar todos y todas, pasa del aplauso al abucheo con rabia.
Mientras, y para redondear domicilios, Olivos era una fiesta. Cristina, la inocultable mentora de Alberto, se quiere correr de su responsabilidad con la revelación o el recuerdo de su advertencia de setiembre de 2021 al protegido: déjate de joder con las minas que traes acá. Cristina siempre querrá ser la primera víctima. Hoy no puede admitir que un marginal, un copito, trató de matarla. Y dice: detrás hay una trama internacional. Naturalmente no puede dar ni una sola prueba.
Cristina intenta mirar para otro lado y esquivar la responsabilidad del gobierno de Alberto Fernández. Foto Guillermo Rodriguez Adami.
También hoy se ve que Fernández no supo gobernar su vida personal como no supo gobernar el país que anticipadamente dejó (dejaron con Cristina) en manos del ministro-candidato y su desenfrenado y fracasado plan recontraplatita. Justamente Massa viene retrasando la presentación de su nuevo libro, buscándole nuevo título y hasta nuevo texto.
Fabiola, que un día pensaba si denunciar o no, finalmente denunció más que lo esperado y nos descubrió al Presidente como un personaje de Capusotto, que se baboseaba con la que se le cruzara y usaba el poder como un imán para gatos que convertía en funcionarias. Eso incluye a una amiga de Fabiola, Sofía Pacchi, que dejó de serlo y fue contratada en la Rosada. Pacchi, asesorada por el abogado Burlando, vuelve y declararía ahora en contra de Fabiola.
Terminaron fatal después de la fiesta de Olivos. Entonces, Pacchi presentaba como novio a Chien Chia Hong, un taiwanés que vendía cámaras de seguridad y que también participó de la fiesta, que Fernández recién admitió un año después, cuando se filtraron fotos y ya no pudo ocultar el escándalo. Fue y vino con negaciones y acusaciones, una de sus grandes especialidades.
Fernández juraba por su hijo que no conocía a Hong, que después consiguió contratos del Estado. Fernández y Fabiola zafaron con plata por haber violado la cuarentena. El juez Mirabelli, amigo de Massa, resolvió todo con una multa solicitada por el fiscal ultra K Fernando Domínguez. Fernández dijo que tuvo que endeudarse para poder pagar. Increíble, pero real. Massa le había sacado la causa al juez Casanello y al fiscal González, que ahora investiga las agresiones contra Fabiola y acaba de imputar a Fernández.
En esos días entraban a Olivos como por su casa personajes como Florencia Peña o Tamara Pettinato, que decía que iba como “periodista”. Pettinato es pareja de José Glinski, jefe de la Policía Aeroportuaria señalado como el filtrador de la visita de jueces y empresarios a Lago Escondido, forzado detonador para una forzada denuncia, sobreseída después. Glinski es hoy diputado nacional K por Chubut.
Tamara Pettinato y su novio José Glinski, actual diputado kirchnerista por Chubut.
En pleno covid, también visitaba a Fernández la azafata Grisel Tamborro, luego contratada en Salones y Eventos de la Rosada. Hay más visitantes (habría que decir visitantas) vip a Olivos. Una inquietud: ¿qué se habrá olvidado Fernández de borrar en el teléfono, que el fiscal Rivolo pide husmear por la mega corrupción con los seguros?
Otra visitante beneficiada fue la catamarqueña Yanina Martínez, que pusieron en Turismo y se hizo famosa por negarse a acatar cualquier orden de su jefe, el ministro Lammens. Martínez le pidió trabajo a Fernández para su exesposo, Juan Fioribello, y el Presidente lo contrató ¡como abogado de Fabiola! Más enchastre. A pedido de la provincia, Milei dejó y ascendió a Martínez en Turismo. Para el Guinnes. Después nos preguntamos por qué los jóvenes quieren huir de tanta decadencia.
Hay más. Para defenderse de la denuncia de Fabiola, Fernández pidió una nota en El País, donde acusó a su ex de adicciones y, naturalmente, fiel a su estilo, se excusó del todo de todo. Ahí apareció junto a otra abogada, Mariana Arce, funcionaria de la Auditoría que venía de revelar por las redes su dolorosa ruptura con Alan Simone, participante de Gran Hermano. Pregunta: ¿El expresidente no encuentra nadie de renombre que lo defienda? ¿Por qué?
La abogada Mariana Arce acompañó a Alberto durante la entrevista con el diario El País. Luego fue desplazada.
Finalmente, quedó como su abogada Silvina Carreira, que hizo echar a Arce. Carreira fue propuesta por Franco Bindi, cercano a los servicios de inteligencia y que montó en Venezuela el tinglado de negocios de Cristóbal López.
En el juicio, se verá qué revelan dos testigos clave. María Cantero, cuyos chats con su golpeada amiga Fabiola y con su exitoso broker de seguros y esposo Martínez Sosa, pusieron a Fernández contra la pared con revelaciones sorprendentes hasta para nuestro país. El otro testigo es el médico Federico Saavedra, amigo de Fernández.
Quedará saber también si el ex policía Daniel Rodríguez no tiene revelaciones para contar como portero selectivo de la Quinta de Olivos. Rodríguez es el que truchaba permisos para circular en la cuarentena y al que la justicia la incautó su celular.
Relato, como nunca. Descarado. Insultante. Hasta infantil. Pero pareciera haber una reacción social, incipiente tal vez aunque fuerte: separa a Fabiola víctima sin dejar de juzgarla victimaria por aquella fiesta de privilegiados y de varios privilegios.
¿Y quién le puede creer a Fernández cuando dice yo no robé? El gobierno volteará su decreto sobre los seguros, que en esas raras vueltas de la vida no solo terminó revelando la mano en la lata sino la mano pesada de un presidente contra su esposa, por no volver a hablar del pozo decadente en el que nos metió.
Llegó, y en buena hora, la hora de los teléfonos que hablan más y mejor que sus dueños.
Fuente Clarin
