Por Mark Leonard*
BERLÍN.– A sólo dos meses de la elección presidencial en Estados Unidos, los funcionarios europeos han pasado de enfrentar escenarios de pesadilla trumpianos a experimentar una emoción que casi habían olvidado: la esperanza. Con la vicepresidenta Kamala Harris a la cabeza de la fórmula presidencial demócrata, ha desaparecido la ventaja de Donald Trump en las encuestas, y los europeos ahora pueden contemplar alternativas al peor escenario.
Pero, incluso si gana Harris, no sería razonable esperar una continuidad plena con el gobierno de Joe Biden. Europa todavía tiene que prepararse para lo que se avecina. Los comentarios de Trump y J. D. Vance sobre poner fin al apoyo estadunidense a Ucrania han activado alarmas en las capitales europeas, pero si gana Harris, también es probable que su estrategia para Ucrania se aparte del statu quo. Con la prolongación de la invasión, los funcionarios de EU ya no creen que Ucrania consiga capturar y retener terreno suficiente para quebrar el atasco actual.
De modo que un gobierno de Harris debería buscar formas de fortalecer la posición inmediata de Ucrania, para luego girar en dirección a un acuerdo. Los ucranianos saben mejor que nadie que están en una situación difícil, y ya han estado buscando una salida del estancamiento. A pesar de la jugada en Kursk, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski dijo en julio que quiere que la fase caliente de la invasión termine este año. Es posible que en privado los líderes ucranianos estén esperando que EU los empuje a la mesa de negociaciones, ya que eso les daría la cobertura política que necesitan para cambiar de rumbo.
Esto puede ser un shock para los europeos que aún hablan de apoyar a Ucrania “el tiempo que sea necesario” y cuya retórica apenas ha cambiado desde el 24 de febrero de 2022. Como sea, el reto para los europeos es asegurarse de que el final de la invasión no sea una paz según las condiciones rusas: una Ucrania desmilitarizada y obligada a abandonar sus aspiraciones de unirse a la OTAN y a la Unión Europea.
Otro gran tema será la política comercial. Trump promete un arancel general de 10% a todas las importaciones y de 60% o más para las de China. Frente a los aranceles de EU y presionada por la administración de Trump para que aplique aranceles propios a los productos chinos, Europa estaría en una posición muy difícil, y tampoco hay motivos para suponer que Harris vaya a tener una política mucho más blanda en relación con China que la de Biden. En EU hay un sólido consenso contra China y Harris ha expresado un fuerte apoyo a Taiwán y ha acusado a China de inundar la economía estadunidense con “productos de baja calidad”. Es verdad que su compañero de fórmula, Tim Walz, ha visitado China muchas veces, pero lo ha hecho ante todo como promotor de los derechos humanos.
A diferencia de Trump, Harris ha sido muy clara en su apoyo a la red de alianzas de EU. Pero este compromiso puede implicar que a su vez, esperará más de los aliados. Además, al no ser Harris una atlanticista de pura cepa como Biden, se mantendrá la tendencia general por la cual la política exterior de EU se aleja de Europa en dirección a Asia. Cuando los europeos hablan de invertir más en defensa, deberían preguntarse si sólo lo hacen para aplacar a Trump o si están comprometidos con hacerse cargo de su propia seguridad a largo plazo.
Imaginar las derivaciones para Europa de una presidencia de Trump o de Harris será tarea de la nueva Comisión Europea, que tendrá que empezar a preparar a los europeos para que no entren en pánico si se materializan sus mayores temores en relación con Ucrania o China. Si no lo hace, aumentará la probabilidad de una respuesta desunida, en la que Estados miembros más pequeños busquen acuerdos bilaterales con EU por cuenta propia. Tranquilizar a estos países será responsabilidad de los países más grandes.
En este sentido, tal vez resulte fundamental reformular las relaciones con el Reino Unido. Si la UE y el RU consiguen operar al unísono en lo geoeconómico, tendrán más fortaleza y margen de maniobra frente a EU y China. Aunque el RU no puede ocupar el lugar de EU, su reintegración a los marcos de defensa y tecnología europeos puede fortalecer la posición estratégica del continente. El nuevo gobierno del primer ministro británico Keir Starmer ya ha emprendido un acuerdo de seguridad y defensa mejorado con Alemania, al que podrían seguir otros similares con países de ideas afines, hasta terminar en un pacto con la UE en su conjunto.
Es probable que los primeros en buscar ese resultado sean Polonia y los países bálticos y nórdicos, pero el voto decisivo puede que lo tenga Emmanuel Macron. ¿Adoptará la visión geopolítica de traer al RU al redil europeo para una cooperación en defensa, tecnología y política para el clima? ¿O seguirá los pasos de Charles de Gaulle y procurará marginar al RU, algo que debilitaría a la UE? Una cosa está clara: gane quien gane la próxima elección presidencial en EU, los europeos tienen que empezar a hacer planes para un cambio.
Traducción: Esteban Flamini