Por Elizabeth Peger
El influyente asesor fue clave para articular una instancia de negociación reservada entre la gestión libertaria y los jefes sindicales dialoguistas.
La apuesta por una tregua mínima para contener a los gremios duros que presionan con paros y protestas.
Nada es casual. Justo cuando los sondeos de opinión marcan por primera vez una caída significativa en la imagen presidencial y la calle levanta temperatura con la amenaza de conflictos latentes en un escenario económico crítico, el Gobierno decidió poner el moño formal a una especie de tregua con la CGT, que desde el entorno más próximo a Javier Milei venían cocinando desde hace largas semanas. La foto de este lunes con los caciques dialoguistas de la central sindical compartiendo la misma mesa de la Casa Rosada con buena parte del gabinete libertario sinceró una relación que ya era secreto a voces y que ese construyó paso a paso en los intercambios de whatsapp entre el asesor Santiago Caputo y los dirigentes Héctor Daer y Gerardo Martínez, los dos sindicalistas encargados de la interlocución privilegiada con la Casa Rosada.
Para sorpresa de casi todos, desde la charla formal inaugural entre el Ejecutivo y la cúpula cegetista (después del primer paro general de enero y en la previa al anuncio del segundo el 9 de mayo) Caputo logró articular un vínculo aceitado con los gremialistas, aún más que el propio Guillermo Francos. “El pibe te habla en el mismo idioma”, fue el comentario asombrado de uno de los dirigentes presentes en esa charla, tras conocer al influyente asesor presidencial.
Con el correr de los días y de los meses, el tercer vértice del triángulo de hierro del poder libertario fue consolidando una relación estrecha y de mayor confianza con los referentes de la cúpula de Azopardo, un universo siempre difícil dominado por históricos dirigentes, habitualmente recelosos y acostumbrados a negociar y pulsear con los gobiernos de turno. Hubo algunos gestos de la Casa Rosada que acompañaron la construcción de ese lazo y que, ante la visión sindical, ubicaron al joven Caputo más permeable a sus reclamos y en abierta oposición al bloque duro que personifican en el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.
Inicialmente los sindicalistas optaron por mantener lejos de los reflectores el diálogo in crescendo con Caputo y eligieron aplaudir públicamente la gestión de Miguel Angel Pichetto y otros diputados clave para achurar los artículos más caros a sus intereses y poder incluidos en el capítulo laboral de la Ley Bases. De los 58 artículos iniciales, que prácticamente reproducían el polémico DNU 70/23 escrito por Sturzenegger y frenado por la Justicia, quedaron vigentes apenas 16. Todo en medio de un llamativo silencio del Gobierno que no protestó el recorte de la iniciativa, muchos aseguran que por un consejo del todoterreno asesor del Presidente.
La reglamentación de ese capítulo de Bases terminó por blanquear la interlocución ya establecida entre Caputo y los jefes cegetistas. Su rol fue crucial en las negociaciones que llevó adelante el secretario de Trabajo, Julio Cordero, para consensuar los artículos más complejos de la norma y que generaban ruido con los sindicalistas. No logró imponer la máxima planteada por los gremios para desarticular la sanción por la participación en los bloqueos, pero limitó al máximo las posibilidades de maniobra de Sturzenegger para endurecer la norma. Incluso mediando ante el propio Milei.
Sumó otro gesto más el influyente asesor en la misma semana: ordenó a la tropa legislativa libertaria frenar en la Cámara de Diputados el debate del proyecto alentado por los bloques dialoguistas para limitar la reelección y las cajas de los sindicalistas.
La apuesta por la tregua no solo es un objetivo para el Gobierno en su afán de contener la amenaza de conflictividad. A la par de una devolución de favores, para la cúpula moderada de la CGT constituye también un propósito relevante en su propio terreno de disputa, donde enfrenta la presión del tándem duro que conforman Pablo Moyano y los gremios K para volver a la ofensiva confrontativa contra la gestión de Milei. Diluir el alerta del paro del transporte será entonces una prueba de fuego para la sustentabilidad de ese acuerdo de paz en el tiempo.
Fuente Clarin