Por Julieta Pelcastre
En la era de la información, la guerra se libra en la mente. La guerra cognitiva busca influir en percepciones y comportamientos para obtener estratégicas sin recurrir a la fuerza física. Un informe en el blog de la revista European Journal of International Law, Ejil:Talk!, advierte que Rusia y China manipulan narrativas y debilitan instituciones, haciendo de la cognición humana un nuevo frente de conflicto.
El informe señala que esta estrategia va más allá del control de la información: busca modificar cómo reaccionan las personas ante los datos. A diferencia de la guerra de información, que difunde hechos, la guerra cognitiva manipula emociones y percepciones para influir en decisiones y desestabilizar sociedades y gobiernos.
“La Unión Soviética usó la guerra cognitiva en la Guerra Fría para influir en occidente, sembrando dudas sobre sus gobiernos, incluso ante invasiones como la de Afganistán”, explicó a Diálogo Vladimir Rouvinski, director del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad ICESI, en Colombia. “Hoy, Rusia y China han refinado esta estrategia para expandir su influencia global”.
Este plan va más allá de los medios estatales como RT, Sputnik, CGTN y CCTV. “Es un error común enfocarse solo en la propaganda mediática”, dijo Rouvinski. “En realidad, esta estrategia incluye alianzas con sectores académicos e intelectuales. Mediante estas conexiones, Rusia y China influyen en jóvenes, moldeando su visión a largo plazo y asegurando la difusión de su narrativa en futuras generaciones”.
China, estrategia multifacética
Según los expertos, Pekín integra esta estrategia en tres frentes: Manipulación de la opinión pública a través de redes sociales y medios digitales; intervención psicológica, explotando sesgos cognitivos y afinidades ideológicas; y uso de marcos legales para restringir el acceso a información alternativa y fortalecer su narrativa. A través de estos frentes perfila poblaciones, explota sesgos y ajusta narrativas a su favor.
Un ejemplo de este plan es la denominada guerra “inteligentizada” del Ejército Popular de Liberación chino contra Taiwán. A través de tácticas de guerra cognitiva, China busca influir en el futuro de la isla sin necesidad de un conflicto militar directo. Según el diario mexicano El Financiero este enfoque responde, en parte, a la inquietud sobre la sostenibilidad del crecimiento económico chino.
Sin regulaciones, la guerra cognitiva podría redefinir la naturaleza de los conflictos, abriendo la puerta a nuevas formas de coerción y subyugación sin precedentes.
Latinoamérica, blanco estratégico
Latinoamérica y África han sido identificados como zonas clave en esta nueva guerra. Según Rouvinski, en Latinoamérica, exceptuando Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, las democracias –por más sólidas que parezcan–, son vulnerables a la manipulación de actores externos. China y Rusia han sabido capitalizar esta fragilidad para expandir su influencia en la región.
La urbanización masiva ha facilitado la expansión de esta estrategia, al conectar ciudades y convertirlas en objetos vulnerables, precisa el reporte. Las megaciudades y las poblaciones de países en desarrollo son el nuevo foco de actores estatales y no estatales, desplazando el interés militar de la conquista territorial a la dominación psicológica, refiere un informe publicado en la revista de la Escuela Superior de Guerra (ESDEG), de Colombia.
“Otra razón que explica el éxito de la guerra cognitiva en Latinoamérica, es el bajo nivel de conciencia sobre las verdaderas intenciones de Rusia y China”, advirtió Rouvinski. “Esta falta de comprensión facilita la manipulación y la difusión de información falsa, lo que socava la capacidad de respuesta de la sociedad y las instituciones”.
Al generar caos social, desensibilizar poblaciones y erosionar la soberanía estatal, la guerra cognitiva se transforma en un arma encubierta, con efectos comparables a los de un enfrentamiento bélico, indicia el reporte de Ejil:Talk!
La guerra cognitiva se divide en tres fases: preparatoria, activa y de consolidación. Rusia emplea la información como parte de su estrategia militar y no militar. Según su doctrina militar, el uso de la fuerza debe ser el último recurso, tras agotar medios políticos, diplomáticos, legales, económicos y cognitivos, indica un reporte de Visión Conjunta, la revista de la Escuela Superior de Guerra Conjunta, de las Fuerzas Armadas de la República Argentina.
Papel de la tecnología
Las operaciones cibernéticas juegan un papel crucial en esta guerra. Agentes especializados emplean virus informáticos que se propagan en redes sociales, infiltrando contactos y difundiendo información falsa a gran escala. Bots y cuentas automatizadas imitan el comportamiento humano, para maximizar el impacto de la propaganda y reforzar narrativas manipuladas, indica el informe de la revista de la ESDEG.
La inteligencia artificial y la inteligencia de datos en la guerra cognitiva favorecen a Moscú y a Pekín, que dominan en estas tecnologías. Su uso, junto con la baja conciencia sobre estas tácticas en Latinoamérica, les da un amplio margen de maniobra, detalló Rouvinski. “En Europa, en cambio, hay mayor regulación y conciencia sobre estas prácticas y activan alertas tempranas que limitan su accionar”.
Consecuencias políticas y sociales
A nivel social, la guerra cognitiva busca la manipulación y la radicalización para promover agendas políticas. A nivel estatal, su objetivo es la desestabilización política y social, la injerencia en procesos electorales y la creación de conflictos internacionales, detalla el reporte de la revista de la ESDEG. En términos de gobernabilidad, esta estrategia erosiona la confianza en los sistemas democráticos y debilita las instituciones.
Aunque no emplea violencia física, su impacto puede ser tan devastadora como un conflicto armado. Uno de los aspectos más importantes del artículo 2 de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, prohíbe el uso de la fuerza contra la soberanía de los Estados. Pero esta norma se ha interpretado en términos de ataques militares, sin considerar la manipulación psicológica y la desinformación como formas de agresión.
¿Cómo puede Latinoamérica defenderse?
Según Rouvinski, aunque los gobiernos occidentales han reconocido el peligro de la guerra cognitiva, no la han tratado como una prioridad. En muchos casos, optan por el “mal menor”, una estrategia que resulta riesgosa ante un conflicto silencioso y de largo plazo. “Lo cognitivo se aprende, y una vez arraigado es difícil de cambiar”, advierte; agregando que la falta de acción podría tener consecuencias profundas en el futuro.
Para fortalecer su resiliencia ante la guerra cognitiva, Latinoamérica debe concientizar a líderes militares, civiles y ciudadanos, sobre los objetivos de China y Rusia. Es necesario fomentar el pensamiento crítico y la educación mediática, apuntó Rouvinski. “Se deben establecer leyes contra la manipulación informativa; e impulsar la cooperación entre gobiernos, academia y sector privado, para promover un periodismo responsable e independiente”.
Fuente Dialogo-Américas