Rara vez se extinguen las especies de golpe y porrazo . Sobrevuela la mente aquel meteorito que borró de la faz de la Tierra a los dinosaurios; o la desaparición del dodo, el ave columbiforme nativa de la isla de Mauricio que en décadas sucumbió por la caza intensiva. Pero, más veces de las que menos, la vida afronta el riesgo de su propia desaparición en silencio, y no hay que irse lejos para darse cuenta. El archipiélago de las Islas Cíes, reserva natural que integra el Parque Nacional de las Islas Atlánticas y cuna de cientos de ecosistemas protegidos, ha perdido el 92% de la población reproductora de gaviotas patiamarillas en las últimas dos décadas , y cada vez a más velocidad. Las de Cíes son las colonias más afectadas, pero el parque entero adolece: en conjunto, el descenso supera el 80%. Se sabe que el fenómeno no es unicausal, pero el germen sigue sin estar claro. Ahora, preocupa cómo abordar la pervivencia de esta ave en la costa atlántica.El técnico superior de conservación del Parque Nacional de las Islas Atlánticas, Vicente Piorno, apunta a un descenso drástico y sostenido en las parejas reproductoras de la especie: en 2001 superaban las 30.000 en todo el parque; en 2024 eran 4.973. Y, solo en Cíes, en ese tiempo se pasó de más de 15.000 a cerca de 1.300. En conversación con ABC, el experto describe un abanico de causas que propician el desplome. Igual que el ornitólogo Álvaro Rodríguez, de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), quien relata que sus fuentes de alimento se han reducido en gran medida en las últimas décadas. Tras una explosión demográfica en los años 70, comenzó un descenso paulatino que los expertos relacionan por un lado con el cierre en masa de vertederos al aire libre, y por otro con la reducción de descartes de barcos pesqueros. Por eso en las ciudades el descenso poblacional se percibe en menor medida, pero también se está dando. Pero hasta aquí todo acaba siendo medible y explicable. El problema es que, intermitentemente, a lo largo de los años y por toda la costa atlántica, en las colonias también surgen brotes de síndrome parético. La enfermedad, asociada a aves acuáticas -y especialmente a gaviotas-, provoca parálisis flácida en sus extremidades , «impidiendo que puedan alimentarse, nadar o escapar de depredadores»; dificultad respiratoria -disnea-, vómitos y diarrea. Este mismo año, un equipo científico internacional de varios organismos, entre ellos el Instituto Español de Oceanografía y el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, publicó un estudio en dos artículos de la revista ‘Toxins’ que arrojó algo de luz al relacionar estos síntomas con botulismo aviar: la intoxicación por la ingesta de neurotoxinas. La investigación analizó muestras de 377 aves, tanto sanas como con síntomas de parálisis, tomadas en la costa sur de Portugal. Y, de los 22 animales sintomáticos analizados, todos dieron positivo en neurotoxina botulínica. Además, e n varias muestras se detectó la presencia de otras toxinas ambientales -algunas paralizantes de marisco y microcistinas de microalgas- que no bastarían para causar parálisis severa de por sí en los niveles detectados; pero los investigadores apuntan que podrían debilitar a las aves y exponerlas más a los efectos del botulismo.MÁS INFORMACIÓN estandar Si Hallan pruebas de que las aves ya anidaban en el Ártico junto a los dinosaurios José Manuel NievesSin embargo, todo esto no basta para esclarecer la cuestión de fondo. «Las gaviotas mueren de botulismo. Pero ¿por qué? ¿Dónde se contagian? ¿Por qué unos años hay más botulismo, o más mortalidad que otros?», plantea Piorno. La incidencia «varía» en gran medida y eso la vuelve difícil de predecir, al contrario de lo que sucede en ecosistemas de agua dulce, en los que, por ejemplo, el nivel de una laguna es un indicador clave. Ese, incide el técnico del parque, es el quid de la cuestión que hay que resolver. Destaca la utilidad del estudio, que ratifica que «el botulismo está ahí», pero admite que, en parte, «plantea más preguntas de las que responde». El mismo trabajo identificó dos positivos de gripe aviar entre aves aparentemente sanas, lo que para Rodríguez «resalta la necesidad de tener en cuenta múltiples causas posibles» tras la mortalidad creciente. «Las gaviotas son bioindicadores. Y el hecho de que estén disminuyendo tanto quiere decir que algo malo está pasando. Creo que esa es la pieza que nos falta», apunta Piorno.Como sucede siempre en los ecosistemas, cuando la población de una especie fluctúa el resto se ven afectadas. Y la fauna y la flora insular ya se está resintiendo. Explica Piorno que « las gaviotas tienen este doble componente de ave costera, a medio camino entre el medio marino y el terrestre. Y hay estudios que exponen cómo ellas, al alimentarse en unas zonas y luego deposicionar sus excrementos en otras, participan en la cadena transformadora de nutrientes entre el medio marino y la tierra». Cuando nidifican en un lugar y se asientan, fertilizan las zonas, pero «al perderse las gaviotas eso cambia, y la vegetación también». Ahora, la SGHN pide que la especie se incluya en el catálogo gallego de especies amenazadas, en la categoría de ‘en peligro de extinción’, ya que el grado de pérdida «cumple» holgadamente «los criterios» que fija la normativa. «Esto supone que habrá que tomar medidas para evitar su extinción . La primera, que solicitamos en abril, es evitar todos los descartes de gaviota patiamarilla que anidan en edificaciones, salvo en casos de interés público». Piorno coincide en que una petición así es «razonable» y supondría dar pasos hacia la protección de la especie. Ambos son claros: El fenómeno «no se limita» a las islas. En los cielos del archipiélago ya apenas vuelan gaviotas. Y, en unos años, puede que tampoco lo hagan en nuestras costas.
Fuente ABC