Varsovia, 23 de noviembre de 2025-Total News Agency-TNA-Polonia ingresó abiertamente en una fase de preparación militar tras acusar al régimen de Vladimir Putin de intentar causar muertos mediante sabotajes a una de las principales líneas férreas que abastecen a Ucrania. La ofensiva híbrida rusa, denunciada por el gobierno del primer ministro Donald Tusk como “terrorismo de Estado”, impulsó el despliegue inmediato de 10.000 soldados en la llamada Operación Horizonte, una acción que marca el mayor movimiento interno de fuerzas desde el ingreso del país en la OTAN.
El ministro de Defensa, Władysław Kosiniak-Kamysz, advirtió que Polonia transita “una era que no es de guerra ni de paz, sino de amenazas híbridas permanentes”, en la que Rusia emplea mecanismos encubiertos para presionar a los países que sostienen militarmente a Ucrania. Los sabotajes recientes en la vía Varsovia-Lublin —por donde circulan más de 115 trenes diarios con suministros— fueron calificados por Tusk como “la acción más grave desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania”. Según el gobierno polaco, el objetivo del ataque era provocar víctimas civiles.
La preocupación se incrementó cuando el Consejo de Seguridad polaco confirmó que los autores materiales del sabotaje eran dos ciudadanos ucranianos reclutados por el servicio de Inteligencia militar ruso (GRU), ambos ya refugiados en Bielorrusia. La maniobra, según Varsovia, buscó no solo dañar infraestructura crítica, sino instalar la narrativa de “terrorismo ucraniano” para erosionar el apoyo ciudadano a Kiev. Las autoridades polacas denunciaron que Rusia recurre de forma sistemática a inmigrantes forzados, infiltrados y operaciones psicológicas para ampliar su influencia y dividir a los aliados europeos.
La geografía vuelve a jugar un rol determinante: Polonia se encuentra entre Rusia y su aliada Bielorrusia, cuyo régimen —bajo Aleksander Lukashenko— facilita el ingreso clandestino de migrantes y saboteadores. Pese a estas amenazas, el país continúa recibiendo refugiados que huyen de la represión bielorrusa, mientras servicios polacos alertan que entre ellos se infiltran operadores al servicio del Kremlin.
El gobierno de Tusk aseguró que la respuesta será amplia y progresiva. Polonia cerró el último consulado ruso operativo en Gdansk y mantiene bloqueados todos los pasos fronterizos con Bielorrusia salvo uno, mientras China presiona por la reapertura debido al impacto en el tránsito comercial. A la vez, Varsovia insiste en que Moscú atraviesa una fase de desesperación estratégica: la contraofensiva ucraniana dañó el Transiberiano —clave para el abastecimiento militar ruso desde Corea del Norte— y la economía de Putin muestra señales de agotamiento.
La Operación Horizonte constituye el núcleo de la respuesta polaca. Dirigida por el general Maciej Klisz, involucra a tropas del Ejército, Fuerzas Especiales, Defensa Territorial, unidades de drones, ingenieros y ciberdefensa, además de efectivos del Ministerio del Interior. Su misión es vigilar y proteger infraestructuras críticas, estaciones ferroviarias, nodos de comunicación y líneas energéticas. El general Wiesław Kukuła subrayó que el operativo busca “prevenir y disuadir” ante la posibilidad de nuevos ataques durante las largas noches de invierno, cuando Rusia suele intensificar acciones clandestinas.
El componente civil es también central. El gobierno lanzará una aplicación para que la ciudadanía denuncie movimientos sospechosos de sabotaje y ha iniciado el mayor programa de entrenamiento militar para civiles en la historia del país: 400.000 polacos recibirán formación básica para 2026, un reflejo del nivel de alerta nacional. Más de 18.000 personas se inscribieron en los primeros días.
El verano pasado, una veintena de drones rusos violó el espacio aéreo polaco, lo que obligó a la OTAN a intervenir y derribar varios aparatos. Este tipo de acciones —replicadas recientemente en Alemania, Bélgica y Lituania— buscan sembrar terror y forzar cierres de aeropuertos, generando incertidumbre sobre la solidez de la alianza atlántica.
En paralelo, la desinformación rusa se amplifica. El ministro de Asuntos Digitales, Krzysztof Gawkowski, alertó que Polonia enfrenta “cientos de ataques diarios” destinados a sabotear servicios esenciales, desde hospitales hasta redes energéticas. La manipulación informativa, afirmó, apunta a fomentar sentimientos antiucranianos y debilitar el respaldo político a Kiev, una tendencia que ya se observa en sectores del nacionalismo polaco.
El exministro Bartłomiej Sienkiewicz —hoy eurodiputado— reconoció que los servicios de seguridad actuaron con eficacia técnica al identificar rápidamente a los responsables del sabotaje, pero advirtió que el efecto político fue negativo: “Rusia logró aumentar la división interna sobre Ucrania. Ha tenido éxito con su recurso a ucranianos”. Tusk, por su parte, fue categórico ante el Parlamento: “En tiempos de guerra no hay matices: o estás con Polonia o estás contra ella”.
En medio de una Europa tensionada, Polonia se posiciona como uno de los pilares más firmes de contención contra la expansión rusa y, a la vez, como un territorio cada vez más expuesto. La sensación dominante en Varsovia es clara: Moscú ha cruzado una línea estratégica y el país debe prepararse para un escenario que ya no es hipotético, sino real.

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